Soy un padre mexicano que ha tenido el privilegio de “quedarse en casa”. El privilegio de poder no salir a laborar, porque sí trabajo y lo hago en casa, no solo porque atiendo deberes de oficina, sino que trabajo desde el momento que cuido con mi pareja, de mis dos hijas. Experimento el inmenso esfuerzo que conlleva su atención. Es muy cansado estar en casa, también es muy difícil. Como varón no puedo entender lo que vive y ha vivido ella el día a día acompañando a nuestras pequeñas. Porque así ha sido y el sentido de comunidad comienza desde el reconocimiento a las diferencias.
En estos días mi identidad de género, por definición, solo me ha alcanzado para reconocer el lugar privilegiado en el que (muy lamentablemente) me encuentro y el cual, de manera obligada, los varones debemos repensar y deconstruir, en razón a responsabilizarnos de todas las expresiones de violencia hacia las mujeres. Si sumamos el tiempo que he cuidado a mis hijas alrededor de estos 50 días de estar en casa, restando los tiempos que ocupo para leer, escribir, mandar correos o grabar cápsulas a los estudiantes universitarios, así como para hacer trabajos de jardinería, distraerme mientras lavo trastes, cocino, o bien limpio el coche, no se acerca en lo más mínimo, al tiempo que ella ha gastado en la reproducción social de nuestra familia.
El confinamiento produce cambios, tensiones y dilemas en la organización familiar, lo cual conlleva a conflictos y estos, muy posiblemente y casi siempre a la violencia. En los hogares recreamos múltiples violencias, aunque el presidente y los políticos de México tenga otros datos, evitarlas es interseccionalmente imposible. Reconocer y resolver las expresiones de las violencias es parte de nuestro sentido humano.
El trabajo en casa nunca acaba. Difícil es ceder a discursos políticos y sociales que señalan el paro de la economía, vociferan “la economía está parada”. Son ciegos ontológicamente a la realidad social que siempre ha estado frente a ellos. En diversas latitudes se observa cómo la reproducción social es, al final del día y como siempre, la vía por la cual se cuida de la vida. Doctoras, enfermeros, paramédicos, todos los actores involucrados del sistema de salud y de la sociedad misma cuidan de sí y de otros. El cuidado es, como siempre lo ha sido, la actividad más intensa de los días de confinamiento. Solo que algunos resultamos ser ciegos ante ello. A veces no se cuentan con las palabras ni las ideas para poder nombrar.
No solo hace falta un esfuerzo político para nombrar el cuidado, sino también pedagógico.
La jornada de sana distancia, así como la lógica detrás del imaginario social #Cuídanos, #Cuídate no es un logro de intervención a nivel político, sino es producto del cuidado de la vida por las familias, las redes de sociedades a nivel global y local, bajo el sentido de comunidad. Personalmente, la oportunidad de “quedarme en casa” no me la da únicamente los ingresos que obtengo del mercado de trabajo y servicios del que soy parte, sino es posible, porqué cuento con una red familiar extensa y comunitaria donde se prefiere el sentido colectivo, antes del sentido de individualidad. Solo así y de esta forma, es que he podido desde siempre, aportar y colaborar con mi familia.
En mi comunidad, como en muchas otras de Tlaxcala, el sentido de la vida humana es tan amplio que el cuidado, antes que una responsabilidad es una expresión del estar vivo. Sí deseas vivir, cuidas del otro y de ti, no por mandato sexo genérico, sino por la necesidad humana que esto representa para tus posibilidades de vida. Porque el cuidar de alguien y de ti, no es un tema de libertad, sino de complementariedad e interdependencia.
En algún momento de la historia a la humanidad le arrebataron el sentido del cuidado de la vida, por qué le han despojado la dignidad humana que puede tener una vida. La noción de colectividad que asumimos dentro de la casa, dentro del pueblo y dentro de mi cotidianidad, nos permite significar el cuidado de la vida más allá de la individualidad que pueda recrearse en las efímeras expresiones de modernidad. El atender de la vida, antecede a la época moderna y en tanto antecede a los discursos de libertad y democracia. Sin embargo, es muy fácil que como personas que cuidamos y recibimos cuidados, la noción solidaria se piense a un nivel de complicidad romántica, es necesario repensarnos como personas interdependientes.
“Hablar de la nueva normalidad es reconocer que algo no funcionó” señala Saskia Sassen en una conferencia virtual para el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (30/04/2020) que pude ver solo por tener el “privilegio de estar en casa” y sentarme a “repensar” la categoría de persona.