En el PRI es poco el amor y lo desperdician en celos, ya que sus principales representantes populares han evidenciado serios diferendos y una lucha por el control de ese instituto político que, en caso de no encaminarse por el mejor sendero, solo agudizará la grave crisis que ya enfrenta el otrora partidazo. El tricolor enfrenta a sus demonios internos.
La semana pasada, los diputados Blanca Águila Lima y Fabricio Mena Rodríguez evidenciaron que no existe la mejor de las relaciones al interior de ese grupo parlamentario, como tampoco las hay entre la dirigencia del tricolor partido la coordinadora de bancada.
La posible integración en el Presupuesto de Egresos del estado del próximo año del llamado fondo moches, ese del que han dispuesto los diputados para asignarlo a su libre arbitro a obras y acciones en los municipios, fue el pretexto que evidenció los aires de lucha y cambio que se viven al interior del tricolor, así como sus rencores, filias y fobias poselectorales, las cuales se agudizaron con la debacle y las derrotas comiciales.
Las diputadas Blanca Águila y Diana Torrejón han mostrado su activismo a favor de mantener esos recursos, criticados en el pasado reciente por lo discrecional y opaco de su manejo y asignación; en cambio, Fabricio Mena, hermano del ex gobernador Marco Mena, quien permitió esas asignaciones a la pasada Legislatura, ya pintó su raya y anunció su rechazo a las mismas o bien, en caso de ser aprobadas, regresarlas al Ejecutivo para que éste disponga de esa bolsa de recursos.
La decisión de Fabricio Mena fue respaldada y apoyada por la dirigencia estatal del PRI, decisión que ahondó en la confrontación que hay entre el líder priista, Noé Rodríguez y la coordinadora de su bancada.
Sin embargo, la mayoría de los nueve alcaldes priistas están incrédulos sobre las posturas de sus diputados y dirigentes. Ellos dicen que los fondos moches serían un bálsamo a sus administraciones.
Pero parece que este diferendo solo es el round de sombra entre quienes ya se disputan el control del PRI, pero ante el burdo proceder de unos y de otros, al partido se lo podrían acabar entre los celos, las luchas de poder y los intereses financieros.
Cuando Tlaxcala requiere de una oposición fuerte, los priistas se hunden con sus demonios internos y sus luchas intestinas sometiendo a su partido y militancia en una parálisis que hace advertir que la derrota de 2024 puede ser peor que a la vivida en este año.