El poder, esa es la gran deuda que asegura el vicegobernador de Tlaxcala, Luis Ramírez Hernández, le deben. Esa es la respuesta a la constante interrogante del por qué dejan al morelense hacer y deshacer en el gobierno de la Cuarta Transformación, quien solo ha visto a este territorio como una jugosa conquista.
El funcionario llegó a Tlaxcala tras trazar, desde el Senado de la República, una excelente relación con la ahora mandataria. Con el impulso y acuerdo del ex senador y ex coordinador de Política y Gobierno de la Presidencia de la República, Rabindranath Salazar Solorio, Luis Ramírez llegó a imponerse a los tlaxcaltecas.
El recomendado del ahora finalista a la candidatura al gobierno del estado de Morelos llegó a Tlaxcala para asumir la coordinación de la campaña a la gubernatura en el año 2021. Bajo el brazo trajo consigo apoyos y gestiones para fortalecer la campaña de la coalición Juntos Haremos Historia.
Con sus oficios, estrategias, innumerables intrigas desde luego y muchas historias, se granjeó el respeto de muchos, en especial de quien le dio el salvoconducto para hacer, bajo su nombre, todo lo que se le plazca.
Por eso maquila y utiliza a sus lacayos, que cobran como diputados, para cercenar y destruir cualquier dique que se oponga a sus intereses; su arribo a la Secretaría de Gobierno ya está en camino, lo mismo que la posible imposición de una persona de su confianza en la titularidad del OFS.
Max Weber afirmó que “el poder es la posibilidad de imponer la propia voluntad sobre la conducta ajena”, y si esa es la deuda que ahora está usufructuando el oriundo de Morelos, y todo hace indicar que la factura por acceder al poder puede llevar al quiebre a este gobierno.
En tanto, en el PAN ya hay humo blanco. Pablo Badillo recibió el visto bueno de la cúpula de su partido para ir por la reelección de Apizaco; la senadora Minerva Hernández va por la capital del estado y la diputada federal Lilia Caritina Olvera Coronel ya le ofrecieron aparecer en la boleta; a ver cómo cae la decisión en los aliados del PRI y del PRD. Mientras eso ocurre, las presidentas del albiazul y del tricolor ya trabajan para concretar una coalición total en la próxima contienda. Y al PRD le urge un cambio de dirigencia; dejar al partido a la deriva en los últimos años le está saliendo muy caro