Domingo, febrero 16, 2025

El Malinche, no La Malinche

El Malinche, no La Malinche. Malinche se refiere inicialmente a un hombre: Hernán Cortés y no a Doña Marina, cuyo origen es incierto como señala Díaz del Castillo. La mujer adquiere existencia en el momento que es bautizada por fray Bartolomé de Olmedo con el nombre de Marina.

La historia de México está llena de interpretaciones erróneas que, con el paso del tiempo, se convierten en verdades aparentemente incuestionables. Una de las más significativas es la asociación automática del término “Malinche” con la figura de la intérprete de Hernán Cortés, cuando las fuentes históricas primarias revelan una realidad diferente.

El término “Malinche” se utiliza originalmente para referirse al propio capitán español. Esta confusión histórica permea la cultura mexicana durante siglos e influye en la construcción de identidades y narrativas nacionales que merecen ser reexaminadas a la luz de la evidencia histórica disponible.

El origen lingüístico: De Malinalli–tzin a Malinche

La transformación lingüística que da origen al término “Malinche” es un fascinante ejemplo de evolución semántica en el contexto del encuentro entre dos mundos. Los documentos históricos muestran que los indígenas mexicanos agregan a “Marina/Malina/Malina–lli” el reverencial “tzin” y crean “Malintzin”.

Sin embargo, el término “Malinche” surge como una derivación de “Malintzin–é”, que significa “dueño de Malintzin”. Esta designación se aplica específicamente a Hernán Cortés, como lo confirman múltiples fuentes primarias.

Bernal Díaz del Castillo proporciona evidencia contundente en su Historia verdadera de la conquista de la nueva España. En numerosos pasajes, documenta cómo los pueblos indígenas se dirigen a Cortés como “Malinche”: “Señor Malinche, en vuestra casa estáis vos y vuestros hermanos. Descansad”, y “Malinche, nuestro señor el gran Montezuma te envía este presente”. Estas referencias directas demuestran que el término se utiliza primariamente para dirigirse al capitán español.

La transformación fonética del náhuatl al español también juega un papel crucial en esta evolución lingüística. Los españoles, al encontrar dificultad en la pronunciación del sonido “tzin”, lo modifican a “che”. Crean así una nueva palabra que, aunque derivada del náhuatl, adquiere características propias del español colonial.

La transformación del poder a través del lenguaje

El análisis de Margo Glantz sobre esta transformación lingüística revela una dimensión más profunda del fenómeno. Como señala la investigadora: “El cuerpo del conquistador ha sufrido una transformación radical, ha sido transferido al cuerpo de Malinche o se ha confundido con él”. Esta observación sugiere que la identificación de Cortés como “el Malinche” representa más que un simple cambio de nombre; simboliza una transformación fundamental en las relaciones de poder y comunicación durante la conquista”.

Glantz argumenta que Marina, como intérprete principal, “acorta las distancias irreductibles que separan a las mujeres de los hombres”. Para los pueblos indígenas, ella se convierte en “la dueña del discurso”, mientras que Cortés, el “Capitán Malinche”, experimenta una peculiar transformación en su autoridad discursiva. Sus palabras solo adquieren fuerza y significado a través de la interpretación de Marina, creando una dependencia lingüística que se refleja en su denominación como “el Malinche”.

Esta dinámica de poder y lenguaje revela una complejidad poco explorada en las relaciones de género y autoridad durante el encuentro hispano–indígena. La figura masculina del capitán español queda, en cierto modo, subordinada a la capacidad lingüística de una mujer indígena, una situación que desafía las jerarquías tradicionales tanto españolas como mexicas.

La evolución del título de propiedad a identidad cultural

La transformación del término “Malinche” de un título de propiedad a un identificador cultural representa un fascinante proceso de evolución lingüística y social. Inicialmente, como señalan los documentos históricos, los españoles reconvierten el nombre Malinalli–tzin en Malinche, cambiando el sonido “tzin” en “che”. Este cambio fonético resulta en que, originalmente, “el Malinche” se refiere exclusivamente a Cortés, no a “Marina”.

Bernal Díaz del Castillo lo confirma explícitamente: “En todos los pueblos por donde pasamos y en otros donde tenían noticia de nosotros, llamaban a Cortés Malinche”. El cronista incluso explica que decide referirse a Cortés como Malinche en todas las pláticas con los indígenas, aclarando que “no le nombraré Cortés sino en partes que convenga”.

Esta transformación refleja un proceso más amplio de adaptación cultural y lingüística durante el periodo colonial. El término “Malinche” se convierte en un puente lingüístico entre dos mundos, representa no solo una designación personal sino también un símbolo de las complejas relaciones de poder y comunicación que caracterizaron la conquista.

Interrogantes para futuras búsquedas

Este recorrido por las fuentes históricas y los análisis académicos nos permiten concluir que la identificación popular de “Malinche” con la figura de la intérprete representa una distorsión histórica. El término, en su origen y uso inicial, designa al capitán español, revelando complejas dinámicas de poder, comunicación y transformación cultural.

Sin embargo, esta clarificación histórica abre nuevas interrogantes que merecen ser exploradas en futuras investigaciones:

¿En qué momento y por qué razones se produce el cambio en la aplicación del término “Malinche” de Cortés a su intérprete?

¿Qué papel juegan las crónicas posteriores al encuentro español/indígena en la transformación y reinterpretación del término?

¿Cómo influye esta evolución lingüística en la construcción de la identidad nacional mexicana y en la percepción histórica del encuentro español/indígena?

¿Qué implicaciones tiene esta clarificación histórica para la comprensión actual de las relaciones de género y poder en el México colonial?

¿Cómo podría esta evidencia histórica modificar las interpretaciones contemporáneas del término “malinchismo” y su uso en el discurso cultural mexicano?

Una pregunta principal

Pero quizá hay otra pregunta principal: ¿Por qué los tlaxcaltecas llaman a su montaña “La Malinche”? ¿Si el nombre en náhuatl es “Matlalcueye, la de la falda azul”? Las poblaciones de herencia indígena que viven ahí, la llaman Bernardina y la celebran el día 20 de mayo. Ese día los habitantes hacen un camino de pétalos de flores desde la calle a la puerta principal y ahí, con un poco de tierra, construyen una montaña pequeña y la cubren con las mismas flores.

Esta pregunta solo invitan a una revisión más profunda de las fuentes históricas y sugiere la necesidad de reexaminar las narrativas establecidas sobre los roles e identidades en este periodo crucial de la historia mexicana. La evolución del término “Malinche” nos recuerda que la historia, lejos de ser un relato fijo e inmutable, es un campo en constante reinterpretación y descubrimiento.

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