Eficacia y eficiencia son conceptos fundamentales para la administración pública que frecuentemente son malinterpretados o confundidos.
La eficacia se refiere al grado en que se alcanzan los objetivos propuestos. La eficiencia evalúa la relación entre los recursos utilizados y los resultados obtenidos.
Ambas dimensiones son esenciales para medir el desempeño, particularmente en la administración pública, donde la gestión del bienestar colectivo es un objetivo primordial.
El análisis de los discursos políticos revela que, en ocasiones, los logros declarados no corresponden ni a la eficacia ni a la eficiencia. Sino a una desconexión con la realidad o una ambición limitada en la planificación inicial.
Cuando un funcionario público afirma que a mitad de su periodo de gobierno ha cumplido todas las metas establecidas, esta declaración puede tener dos interpretaciones preocupantes.
La primera es que los compromisos asumidos fueron insuficientes para responder a las necesidades reales de la población. La segunda, que no hubo un análisis profundo de las condiciones sociales, económicas y políticas al momento de diseñar las metas.
El desempeño del gobierno se puede calificar como ineficaz e ineficiente. Porque ni se responde de manera adecuada a las demandas ciudadanas, ni se aprovechan de forma óptima los recursos disponibles.
Un gobierno eficaz debería ser capaz de identificar las necesidades prioritarias de la sociedad y establecer metas que respondan a ellas, logrando un impacto significativo en el bienestar colectivo.
Por otro lado, un gobierno eficiente no solo alcanza esos objetivos, sino que lo hace optimizando los recursos humanos, financieros y materiales, sin desperdicio ni sobrecostos.
Cuando un funcionario público subestima la realidad o compromete recursos mínimos para objetivos limitados, pone en evidencia una falla en ambas dimensiones.
Un gobierno que declara éxito prematuramente pone en entredicho su capacidad para responder al dinamismo de las demandas sociales y su compromiso con una gestión que trascienda lo superficial.