Aunque con el inicio de cada periodo de sesiones del Poder Legislativo cunde entre la mayoría de los diputados la confianza de llevar a buen puerto los trabajos parlamentarios, en éste, la verdad, no hay el menor dejo de esperanza de que ocurra.
La mayoría de los congresistas está ocupada ya en lograr acuerdos, pactos y en esta época reinventa la frase acuñada en la administración de Ernesto Zedillo, concertacesiones, todas éstas a cambio de una estabilidad o crecimiento económico.
A muchos ya le empezó a cundir la patología del Síndrome de Cronos, entendida ésta como el miedo a sentir que pierden su posición y estatus dentro del entorno de trabajo, la ansiedad que les produce la inminente pérdida de poder dentro del diminuto, pero redituable espectro de la política local.
Ese temor que ya empiezan a sentir por ser desplazados y sustituidos es la génesis de una nueva enfermedad de corte psicosocial que se agrava aún más en las circunstancias de la actual crisis laboral y financiera, sobre todo en aquellos que no tienen cabida en la estructura gubernamental local.
Por eso, ya han hecho sus respectivas prospectivas y desde ya se afanan por sacar cualquier raja económica y política de todos aquellos temas que tendrán que pasar por el pleno del Congreso local para su aprobación.
Por ello, es iluso pensar que en esta ocasión la aprobación de las cuentas públicas de los poderes, organismos autónomos y municipios será el ejemplo de la pulcritud y legalidad.
Los ciudadanos esperamos a ver cómo los intereses de unos cuantos serán impuestos para salvar las ilegalidades que cometieron autoridades en el gasto de miles de millones de pesos mal gastados el año pasado en la entidad.
La voluntad y los intereses del pueblo que unos y otros aseguran defender son una quimera; la única medicina para curar esa enfermedad de Cronos que empiezan a padecer los abnegados diputados será el incremento de algunos ceros en sus respectivas cuentas personales.