Viernes, abril 19, 2024

Dilema electoral

La política como ejercicio es todo y nada a la vez, todos la entienden y, al mismo tiempo, nadie la comprende. La política es como un escenario de tres telones, el primero cae cuando el político está en campaña, promete, profiere discursos, arenga, incita y trata de convencer.

El segundo telón cae cuando el político gana la elección y al ejercer el poder encuentra las dificultades para concretar sus promesas, elabora artilugios para evidenciar que no lo dejan trabajar, que la oposición no quiere el cambio y que la democracia, siempre la democracia, está siendo entorpecida.

El tercer telón, es mucho más complejo, pues el político, ese que triunfó a través del voto, debe de conciliar con todos los grupos de poder, tanto local como federal. La aprobación y la conciliación de los favores es un alto requisito oculto en la fiesta electoral democrática. Es la realpolitik. Es iluso pensar que un candidato puede todo y tiene el poder total, que está por encima de todos y todos se le doblegan.

La vitrina del escaparate democrático es ilusoria, engañosa, la preocupación del político no está en el voto en sí, sino en cómo logra amalgamar ese voto. Y valga decir, el voto es un sujeto, un individuo que desde su más profundo interior decide y tacha una boleta electoral, racionalmente o no, esa es otra historia.

El político no busca el voto razonado, sino el voto por interés y negociación, construye el voto, no de uno en uno, sino en conjunto, va a donde está la conjunción de los sujetos. Donde está el representante, el dirigente o el presidente de comunidad. El voto a un partido o a un candidato muchas veces no es por el mismo, sino porque el líder, el que vive en la colonia, les aseguró, a través del candidato, un beneficio. La base social sigue siendo en nuestra democracia, un bien común, pero discreto a la hora de votar.

El que vota por la promesa del político lo hace antes pensando en el acuerdo con el presidente de comunidad, del delegado, del mayordomo, el líder u otra figura importante que antes ya negoció con el candidato las condiciones del voto colectivo. Es más fácil para el votante reclamar a aquel que vive en su comunidad, el que es su vecino que al candidato o candidata, que después de ganar la elección se hace ojo de hormiga.

Bajo esta lógica es importante meditar el comportamiento y los anclajes sociales o la construcción que del voto se ha hecho en Tlaxcala por parte de las alianzas políticas. Las cuales valga decir, suelen ser más que antagónicas.

Por un lado, la alianza “Unidos por Tlaxcala” mostró durante la campaña política una fortaleza en el orden local. Todas sus baterías fueron canalizadas en mostrar que en el ámbito local el actual gobierno ha sido eficiente y bien evaluado en múltiples rubros, sea la administración económica al no contraer deuda pública, el tratamiento a la contingencia pandémica, etcétera.

La coalición “Unidos por Tlaxcala” utilizó también durante su campaña los logros alcanzados por el gobierno del estado, un gobierno afín a su partido político, el PRI. Paralelamente, esta alianza articuló en el ámbito local a los actores y fuerzas políticas que durante más de cinco décadas han mantenido disciplinadamente el poder en el estado y han, además, resuelto y concedido las transiciones o alternancias políticas.

Esta alianza mostró tener su anclaje operativo en el ámbito local, a decir los espacios laborales como el obrero, educativo, universitario, transportista, etc. Esta alianza ha construido el voto desde lo local, en múltiples dimensiones, a contrapelo de los apoyos de políticos externos y del gobierno federal.

Contrariamente, la alianza “Juntos Haremos Historia” se ancló en construir el voto fuera del ámbito local, el voto duro de esta alianza reposa en la influencia que el presidente de la República les pueda redituar. Han jugado al efecto Obrador, esperan que el voto de las y los tlaxcaltecas sea para Obrador, aunque no esté en la boleta. La coalición “Juntos Haremos Historia” no parece haber trabajado en los anclajes locales del poder, ni político, ni social. Poco construyó su voto en el orden estatal, su candidata ha sido abandonada por la clase política local, esa que advierte, decide y cede el poder. Pero, contradictoriamente, sus propuestas son, además de pobres, muy locales, son un eco de los discursos y los dichos sostenidos por el señor presidente.

De esta forma, las alianzas políticas en Tlaxcala juegan en dos escenarios, la alianza “Unidos por Tlaxcala” trabajó desde lo local, sumó a los actores políticos del estado y trabajó su voto desde los anclajes sociales y corporativos locales, sin un aparente vinculo o apoyo del gobierno federal.

La coalición “Juntos Haremos Historia”, todo lo contrario, se ha cobijado desde el ámbito federal, juega al efecto electoral del presidente y con la aprobación que el pueblo tlaxcalteca tiene de la gestión presidencial.

El voto en Tlaxcala en términos prácticos evaluará dos gobiernos: el gobierno local y el gobierno federal. ¿Cuál evaluación tendrá más peso para el votante tlaxcalteca? ¿A quién otorgará su voto? El próximo domingo lo sabremos.

Por lo pronto, basta recordar que el político no busca el voto razonado, sino el voto por interés y negociación, construye su voto, no de uno en uno, sino en conjunto, va a donde está la conjunción de los sujetos.

Una alianza lo hizo en el estado, la otra apostó al efecto carismático del señor presidente.

¡Vaya dilema!

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