El gobierno del estado sufre de una pandemia endémica que es prototípica a la de toda la actual política mexicana. En general, esa farándula siempre termina imponiéndose sobre el oficio y el quehacer del político. La farándula niega la realidad, la maquilla y la coloca en un escenario color rosa, en donde todos se abrazan y sonríen al unísono, como si se tratara de una comunidad homogénea, rebosante de plenitud, sin distingo ni fisuras.
Los medios de comunicación local dan cuenta de la simpleza del oficio político, de la superchería en lo que se ha convertido el tener el poder para sí mismo y para los suyos. Proliferan fotografías y videos de eventos insulsos, de entregas nimias a una población que en su mayoría ha sido abandonada en sus más apremiantes necesidades como son la seguridad, la infraestructura urbana, transporte digno y seguro, atención médica básica, derechos humanos, justicias, educación de calidad, trabajo estable y digno.
Es común ya observar a los y las representantes de este gobierno en la gestión de eventos que en nada favorecen a la región, no favorece ni en turismo, en derramas económicas para el Estado, o al menos, no notoriamente, no como ganancias que favorezcan a la ciudadanía, sino, apenas a unos cuantos empresarios amigos o familiares a los cercanos al poder. Que sí el voleibol de playa, que si ahora torneos de box y una suerte de eventos faranduleros que se antojan como un capricho personal, más que una política integral de turismo, un interés deportivo o, incluso, cultural.
Resulta más que indignantes las prioridades de nuestras autoridades en las que la inversión del erario es redituable solo a ciertas arcas personales, la inversión del Estado saluda hacia afuera en nombre de un gobierno enclaustrado en sus necesidades y aficiones para crear una apócrifa marca del Estado a través de ello, todo para gritar a los cuatro vientos que “Tlaxcala sí existe”.
¿Sirve realmente toda esta farándula a los habitantes de Tlaxcala? Lastimero resulta observar la infraestructura de la ciudad y sus regiones antes de pensar en la despampanante derrama económica para estos eventos que se presumen de talla internacional. ¿De qué vale este escaparate si la cotidianidad en la que la población vive y camina no cambia ni un ápice?
¿No sería vergonzoso tener invitados en casa cuando todo el hogar está el revés? ¿Val’Quirico es el único espacio digno para tomar la fotografía entre los agentes gubernamentales con las “personalidades” invitadas? Para las autoridades y su corto mirar, sí. A lo mejor los saben, seguramente cruzan las mismas calles que la gente de a pie, la gente común y corriente, pero no de la misma forma. No como esas personas que tienen que tomar el transporte público. ¿Ha utilizado usted el transporte público de Tlaxcala? ¿Para llegar del punto A al punto B, cuántas “combis” tuvo que tomar? ¿Observó usted la calidad del transporte, del servicio otorgado, el costo de ese servicio? ¿Todo eso es proporcional a algo medianamente digno? ¿Ha intentado usted llegar de la Ciudad de México o de diferentes estados de la República a Tlaxcala? La calidad del transporte para salir o arribar a la entidad es deplorable ¿Conoce la central camionera de Tlaxcala, Apizaco, Santa Ana, Huamantla? A demás existe un monopolio camionero, tanto o igual de viejo que sus autobuses, automotores sucios, plagados de olores viciados, sin espacio suficiente para estirar las piernas y sentirse mínimamente cómodo, sin cinturones de seguridad y todo aderezado por el mal gesto y pésimo trato de sus operadores y expendedores de boletos.
La centralidad de los eventos reduce la capacidad hotelera en la capital y sus cercanías, marginando ex haciendas con alto valor histórico e identitario que ahora fungen como olvidados hoteles boutique alta gama, sólo han sido incorporados obviamente aquellos negocios cercanos a las personas que detentan el poder político en sus distintos niveles.
¿Ha percibido usted la inseguridad en las carreteras que dan acceso al estado? Un lastre que no se ha podido solucionar es la inseguridad que los automovilistas experimentan en las carreteras de acceso, sea por la delincuencia que caza a los transportistas y automovilistas para despojarlos de sus pertenencias o automóviles, así como por la deplorable condición del asfalto.
¿Ha manejado usted por las calles de Tlaxcala ciudad y sus municipios? Siempre se ha dicho que en el periodo de lluvias las condiciones de la carpeta asfáltica sufren deterioros, pero, una cosa es el deterioro propio del temporada de lluvias y otra muy diferente la poca atención que los gobiernos municipales y estatal ponen sobre las condiciones de las calles, es una suerte de travesía mantenerse alejado de los baches y cráteres viejos y nuevos que proliferan en las calles.
¿A quién le importa eso? ¡Primero lo primero! Deben las autoridades demostrar que “Tlaxcala sí existe”, pero ¿Cómo es que subsiste para existir? eso no es un problema para ellos, de eso se hará cargo el gobierno que les suceda en el poder.
Detrás de la farándula Tlaxcala existe, pero abandonada por sus autoridades, por todos lados indolentes, alejadas, omisas, como todas las anteriores que han puesto sus buenas intenciones para hacer de Tlaxcala la cuna de una nación rota.