Para Inés Navarro González, investigadora del Instituto de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), remediar la contaminación grave de la cuenca Zahuapan-Atoyac “no es sencillo”, porque habría que tener un “curita” para cada descarga industrial que ha deteriorado la calidad del agua.
La científica integró la Caravana Toxitour, junto con eurodiputados y senadores estadounidenses; toxicólogos, activistas, ecologistas y observadores internacionales experimentados, entre otros especialistas, que el pasado 6 de este mes visitaron el desagüe fabril Quetzalcóatl, ubicado en Villalta municipio de Tepetitla.
Apuntó que este vertedero ha sido monitoreado en diferentes momentos y en algunos “se ha encontrado que el volumen de residuos es mucho mayor” y que tanto los olores como el color también son variables.
Desde el año 2003, colabora con la organización civil Centro Fray Julián Garcés Derechos Humanos y Desarrollo Local en el análisis, evaluación y diagnóstico del problema de contaminación del afluente en la zona sur de la entidad tlaxcalteca.
La descarga de residuales puede iniciar en cantidades pequeñas, pero al transcurrir las horas se transforma en una más grande y la tonalidad del azul se hace más intensa, indicó.
El pasado viernes seis tomó algunas pruebas en ese desemboque industrial, con el uso de equipo para trabajo de campo, a efecto de obtener algunos parámetros de manera inmediata, pero también recogió otras muestras para analizarlas en laboratorios certificados, “de tal manera que –enfatizó- la autoridad no puede decir que no son válidas”.
En esa visita midió el color, pues en ocasiones anteriores no se había hecho, asimismo se calculó “el PH (Potencial de Hidrógeno) que nos dice qué tan ácida o alcalina es el agua, por ejemplo, el de la famosa bebida de cola es de dos y hay quienes recomiendan usarla para destapar el caño”, expuso.
El resultado del análisis arrojó “un PH que tiende más a la parte neutra, de aproximadamente 7.5, pero en otras ocasiones ha sido mayor, de casi 8.5. En general, las concentraciones fueron menores a mediciones anteriores, incluida la temperatura”, lo que refleja que hay una variabilidad en las descargas industriales, por lo que no siempre son en las mismas cantidades.
Tras una larga pausa, la investigadora respondió a la pregunta de si este grado de contaminación se puede remediar: “No es sencillo, ya que el problema es que el río tiene muchas aportaciones (desagües en diversos puntos), la Quetzalcoatl no es la única, habría que tener un curita para cada una donde hay daño a la calidad del agua”.
Mencionó que en muchas ocasiones se piensa que la medida aplicada en algún desemboque de desechos fabriles basta para sanear el entorno, “pero no es así porque las descargas son tantas y desde hace varios años, que aun cuando cumplan los parámetros de una norma no sería suficiente dado el nivel del deterioro del cauce”.
Se requiere de una visión integral, “para saber qué está pasando aguas arriba, hasta por lo menos la presa de Valsequillo (Puebla), porque en Villalta la descarga podría disminuir o parar por algunas horas, lo cual cambiaría la calidad del río y podría notarse una mejoría, pero se desconocería si en otros lados seguirían vertiendo desechos”.
Remarcó que es necesario identificar con precisión la cantidad de contaminantes, el momento en que se introducen y la forma en que alteran a la cuenca.
Las descargas no necesariamente pueden ser tóxicas sino también biodegradables “y en gran cantidad”, lo cual también deteriora de manera rápida al afluente e impide que al momento de la entrada de otros elementos dañinos, “no haya siquiera una pequeña capacidad de asimilación de oxidantes”, realzó.
En el río se han identificado varias sustancias que son muy importantes por el grado de toxicidad, pero hay otros estudios que han detectado compuestos diferentes; el problema -observó- es que es muy difícil comparar los diversos análisis.
“Porque tal vez hoy registre un contaminante y después alguien dice que no lo encontró y por tanto para esa persona no existe ahí; sin embargo, debido a la variabilidad de las descargas podría haber un proceso de dilución que en la técnica analítica de medición no se percibe porque esta tiene un límite de detección alto”.
Hay sustancias químicas que solamente se detectan una vez, por lo que en este caso es difícil determinar qué hacer; las de mayor frecuencia son compuestos orgánicos clorados, tanto en descargas industriales como municipales y en diferentes muestras de agua del río que no proceden de los vertederos.
El clorometílico y el cloroformo son algunos de los compuestos tóxicos importantes hallados en los estudios de forma recurrente, pero hay otros identificados en momentos diferentes y en concentraciones más pequeñas.
Hay algunos que solo una vez se han encontrado, como un clorado del benceno, en volúmenes menores, “pero no se puede decir que son buenos o malos porque no hay normatividad que lo establezca. El problema es que muchos de estos no los controla la Norma Oficial Mexicana”.
Puntualizó que el impacto que provocan varios de estos compuestos en la salud humana es el cáncer, ya que perjudican diferentes órganos en función de la forma en la que están expuestos, como el tetracloruro de carbono “que es muy tóxico pero vía inhalación”, pues al momento de ser liberado se evapora.
Dijo que los contaminantes también pueden afectar por ingestión, ya sea a través del líquido o los alimentos, los cuales son la ruta más importante de exposición. Recordó que el agua del Zahuapan-Atoyac es de uso agrícola.
“No todos los contaminantes tienen la misma capacidad ni características para quedarse retenidos en las hortalizas, depende de las condiciones químicas y físicas del compuesto y del desarrollo de la planta. Por tanto, no todos los cultivos pueden estar contaminados porque si el agua contiene tóxicos que no son muy solubles tienden a quedarse en el suelo, no se van a la hoja ni al fruto”.
Inés Navarro acentuó que la exposición crónica a componentes dañinos puede ser causa de enfermedades en el ser humano y conjugarse con las condiciones del hogar y del centro de trabajo, así como con las características de la salud de cada persona que implica el sistema inhume, la alimentación y el estilo de vida, por lo que es complejo señalar que la contaminación del río es la causa central.
Al no registrar de manera correcta las enfermedades, su evolución y los diagnósticos, va a ser mucho más difícil hallar esas correlaciones, por lo que los análisis deben ser integrales “alrededor de la condición del paciente y del medio ambiente”.
Explicó que si bien hay desagües municipales hacia la cuenca, las mayores aportaciones en volumen y concentraciones de tóxicos son de origen industrial.
Aseveró que no hay “ninguna razón por la cual descargar desde el hogar sustancias contaminantes como el cloruro de metilo, cuyo uso no es doméstico sino como solvente o componente secundario de reacción”, ya que sirve para producir determinados plásticos, entre otras cosas, pues su función es amplia.
Consideró que no hay un reconocimiento oficial de los daños a la salud a causa de la degradación del agua de esta cuenca, “porque se ha querido cerrar los ojos frente a la problemática, pero los casos en muchas partes del país han sido tan numerosos que ya no se puede dar la espalda a lo que está ocurriendo”.