Viernes, septiembre 13, 2024

¿Cuál de los dos Xicohtencatl?

¿Cuál de los dos Xicohtencatl/Xicoténcatl? En el Senado de la República se inscribe con letras de oro el nombre de Xicohtencatl/Xicoténcatl, se realiza una exposición pictórica, se presenta un cómic y se devela una escultura.

El Xicoténcatl develado, no corresponde a la figura —cuando menos no a las facciones del Xicoténcatl que está en la plaza del mismo nombre, ni con el de las escalinatas, ni el que aparece en los libros.

Desde la perspectiva de quienes diseñan e implementan la iniciativa, se refiere que el rostro del Xicoténcatl en las esculturas de Tlaxcala corresponde a Netzahualcóyotl. Durante 110 años, los tlaxcaltecas se formaron la imagen de un guerrero que no era el verdadero capitán de los ejércitos tlaxcaltecas.

Cabe la duda si no fue una estrategia de los criollos que lo rescataron durante la Independencia. Quizá porque tenían algún sentimiento de culpa, ya que ellos lo habían ahorcado cerca de Texcoco un 12 de mayo.

Quizá también porque nadie quiere volver a leer lo que Cervantes de Salazar escribe sobre la humillación que le hacen pasar al capitán al designarlo para pedir perdón a Cortés e invitarlo a pasar por tierras tlaxcaltecas.

“(Y los ojos rasados de agua, que ya Xicotencatl no podía disimular el dolor que de rendirse en su corazón sentía, dixo, después de haber callado muy poco): «Acuérdate, Capitán valentísimo, que jamás Taxcala reconosció Rey ni señor ni hombre entró en ella que no fuese llamado o rogado. Trátanos como a tuyos, pues te entregamos nuestras personas, casas, hijos y mujeres.» Con esto acabó Xicotencatl, alimpiándose los ojos con el cabo de la rica manta con que venía cubierto. (Capítulo XLVI)

Quizá porque nadie quiere traer al presente que quien autorizó el ahorcamiento fue su padre Xicoténcatl el viejo.

Les presento al capitán

Les presento a nuestro capitán, Xicohténcatl Axayacatzin. Cuando camina entre los guerreros, su presencia impone respeto. Se yergue alto, más que la mayoría de todos los hombres.

Sus hombros son anchos como las montañas que protegen el altépetl, formados por años de blandir el macuahuitl y el chimalli con una destreza que hace temblar a los enemigos.

Su rostro es como el de un águila: ojos oscuros y penetrantes que parecen ver a través de las mentiras y las estrategias de los rivales. Cuando grita órdenes en la batalla, su voz resuena con la fuerza de un jaguar. Su nariz es recta y orgullosa, y su mandíbula fuerte.

El cabello del capitán es negro como la obsidiana, largo y recogido como corresponde a un guerrero de su rango. En su cabeza, lleva un penacho de plumas de garza tan brillantes que parece que capturan la luz del mismo sol.

Cuando Xicohténcatl Axayacatzin se viste para la guerra, inspira tanto a amigos como infunde temor a los enemigos. Su tilma, tejida con los colores más finos, ondea al viento como una bandera de la nación. Su maxtlatl y sandalias, aunque simples como corresponde a un guerrero, están hechos con la mejor artesanía de Tlaxcala.

Pero lo que realmente distingue al capitán no es solo su apariencia, sino el aura de poder y sabiduría que lo rodea. Su mirada puede ser feroz como la de un águila en pleno ataque, pero también cálida como el sol de la mañana cuando habla con sus guerreros.

Cuando ven a Xicohténcatl Axayacatzin liderando la carga, saben que están en presencia de un verdadero hijo de Tlaxcala, un líder digno de los ancestros. Síganlo sin miedo, porque donde él va, la victoria les espera.

Antropometría de Xicoténcatl

La descripción se basa en los pocos datos antropométricos que existen de los tlaxcaltecas antes de la llegada de los españoles. Cronistas e historiadores de la época hacen algunas observaciones, pero no describen sus características físicas en específico.

La mayor parte se refiere a ellos por su organización social y sus capacidades militares. Pero, indudablemente, Xicoténcatl, el joven, proviene de la nobleza (pipiltzin), lo que denota algunas diferencias con los demás por una mejor nutrición y entrenamiento.

Los resultados de la investigación arqueológica muestran, a partir de los restos óseos de la élite mesoamericana, que estos deben haber medido entre un metro sesenta y los más altos alcanzarían el metro setenta.

La antropología física -en un estudio referido a Tlahuicole- señala que los hombres tenían troncos relativamente largos y extremidades inferiores más cortas en comparación con los españoles. Esto es como un cuerpo de jugador de futbol americano.

Los restos óseos de posibles guerreros muestran marcadores de estrés muscular por la actividad física intensa y el entrenamiento militar. Se encuentra evidencia de fracturas en costillas, brazos y cráneos por lesiones de combate.

En ese contexto, puede creerse que Xicoténcatl Axayacatzin midiera un metro 70 centímetros, complexión robusta y atlética, como producto de una dieta privilegiada y el entrenamiento militar. Su peso está relacionado con su estatura, 70-75 kilos.

El rostro de forma ovalada y pómulos prominentes, frente amplia, ojos oscuros y penetrantes, nariz ligeramente aguileña, mandíbula fuerte y definida, labios de grosor medio. Cabello negro, lacio y grueso, ausencia de barba o vello facial, tez bronceada por la exposición al sol.

Hombros anchos y bien desarrollados, probablemente con cicatrices en los brazos y rostro, evidencia de su participación en múltiples combates. Vestido con penacho de plumas de aves exóticas, tilma de algodón, Maxtlatl de tela fina, sandalias de cuero y joyas de jade y obsidiana.

La percepción de los españoles

La percepción que los españoles comparten de este guerrero que conocen cuando ha rebasado la edad de los 30 años, pero no llega a los 40, es:

“Era este Xicotenga alto de cuerpo y de grande espalda y bien hecho, y la cara tenía larga e como oyosa y rebusta; y era de hasta treinta y cinco años, y en el parescer mostraba en su persona gravedad” (Díaz del Castillo, 2017)

“De mala condición, porfiado y soberbio” (Díaz del Castillo, 2017).

“hombre alocado, de poco consejo y muy mudable en sus pareceres, alterado” (Muñoz Camargo, 2007)

“enemigo de los hombres blancos” (Orozco y Berra, 1880).

“hombre destemplado y soberbio” (Solís, 1970).

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