Jueves, marzo 28, 2024

Crónica de una pandemia anunciada

En plena aparente competencia entre los grandes consorcios farmacéuticos por crear el “elixir milagroso” que nos proteja del terrible Covid–19, empiezan a surgir datos inquietantes y reveladores sobre la verdadera naturaleza de la pandemia.

La Dra. Fiona Godlee, directora de la revista British Medical Journal; acaba de publicar un artículo recordándonos que en 1997/2006 ya pasamos por algo similar, algo que podríamos considerar como un ensayo de lo que hoy estamos viviendo. En ese tiempo primero se anunció la aparición del virus de la gripe aviar en Vietnam, la que afectó la producción avícola y que dejó sembrada la duda de si el virus que la provocaba podría pasar al ser humano. En 2004, surgió la respuesta: el virus había mutado y había pasado al ser humano, así nació la falsa amenaza de pandemia del H1N1 que disparó la histeria colectiva y el miedo, promovida por seudocientíficos, políticos y medios de comunicación a sueldo de las farmacéuticas, generando una brutal demanda del Tamiflú (oseltamivir, de Roche) y de Ralenza, (de Glaxo).

El Tamiflú, elaborado a base de anís estrella, había sido creado en 1997 por los laboratorios estadunidenses Gelead Sciences Inc., cuyo presidente era Donald Rumsfield, secretario de Defensa del gobierno de Bush; pero habiendo vendido la patente, ante la nueva demanda negoció con Roche para participar de las enormes ganancias generadas: en unas semanas el valor de la empresa pasó de 250 a mil millones de dólares. Dado que el gobierno norteamericano, apoyado por la OMS, “recomendó” el uso del Tamiflú para evitar una pandemia mundial, muchos países hicieron compras de pánico.

Investigadores independientes tardaron cinco años en descubrir que se había tratado de un escandaloso fraude a escala planetaria, pues los datos estadísticos estaban falseados, los asesores de la OMS tenía nexos directos con los laboratorios y todo había sido un negocio planeado; por cierto, el tal Rumsfield ya tenía un lago historial de fraudes similares: él justificó la invasión de Irak, asegurando que poseía armas de destrucción masiva que nunca existieron; en la década de los setenta inventó una gripe porcina que requirió una vacuna preventiva en varios estados de USA, vacuna que fue producida por su laboratorio; durante el gobierno de Reagan, formando parte de su gabinete, hizo que la FDA autorizara el uso del Aspartamo (endulzante cancerígeno) en los alimentos, mismo que era producido por su empresa.

En el artículo de la Dra. Godlee “Las lecciones perdidas del Tamiflú” descubre actualmente una estrategia similar pero más radical: el pánico y la histeria generados por los medios, son más alarmistas y generalizados; ahora no se trata de uno o dos productos, sino de varios los recomendados, pero todo el peso se centra en la promesa de una vacuna mágica, la que tampoco será única, sino que para simular la “sana competencia” neoliberal. Varias empresas, aparentemente sin relación, están elaborando contrarreloj su propia vacuna, pero mientras aparece, ya están vendiendo anticipadamente su producción, pues dada la amplitud planetaria de la pandemia, hay que apartar previamente su dotación de vacunas y por supuesto pagar por anticipado.

Aprovechando la presión social de la población hacia los gobiernos, se están firmando contratos con empresas como Pfizer, BioNetch, AstraZenca, Cure Vac, Sanofi/JSJ, Janssen y Moderna, entre otras, que como siempre en la letra chiquita encierra el verdadero negocio; por ejemplo, en caso de que los organismos de salud del país contratante, no apruebe la vacuna, de todos modos el gobierno estará obligado a cubrir el costo total de su pedido. Y otra más grave aún: las empresas no se hacen responsables por los daños o muertes que la aplicación de la vacuna provoque, sino que serán los gobiernos quienes se hagan responsables.

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