Los olores y sabores de cada especie e ingrediente traen a la mente de Cristi los momentos en que su abuelita, doña María Paiz, preparaba mole.
“Siempre me decía, fíjate hija en todo lo que le voy a echar, fíjate bien”, rememora.
María Cristina Munguía Altamirano asienta que la cocina tradicional es la herencia de sus ancestras.
Cristi, como también la llaman en su comunidad, tiene una trayectoria de 54 años, de los cuales 17 ha ejercido en la Galería del Agua en su natal Altzayanca.
Comparte que también aprendió de su mamá, doña Isabel Altamirano, quien cocinaba para ella y sus siete hermanos. “La familia era numerosa”.
En tiempos de Semana Santa -comparte- nos hacía hongos, palmos de palma que se dan en Altzayanca, En tiempo de lluvías había verduras, la comida eran los quelites y las calabacitas, con eso nos alimentábamos”.
-¿Qué distingue a una cocinera tradicional de otras personas que también se dedican a la elaboración de alimentos?.
-Una cocinera tradicional es la que hace cocina de sus antepasados.
Enumera una serie de platillos típicos de la región de su natal Altzayanca: pipián, mole y mixiotes; los de temporada, como gusanos de maguey, hongos de maguey y los hongos del monte; arverjones en xoloxtle, sopa de habas con nopales, sopa de acelgas con papas, hay mucha mucha variedad.
Pero el guiso especial de doña Cristina es el mole de durazno.
“Es muy muy rico, más que el tradicional, porque lleva este fruto en vez de plátano. Sí, es de mis favoritos. También la sopa de haba con nopales, ahora así se le llama, antes nada más era haba con nopales”, expresa.
“¡Me encanta la cocina”, enfatiza con una amplia sonrisa.
“Sobre todo -agrega- cuando hay las cosas que necesito para hacerlo, ¡olvídense, me gusta mucho!”.
Cristi es autora del libro “Los olvidados”, un compendio de fórmulas culinarias.
Así se titula “porque hay muchas cosas que ya no se hacen”. Esta es una forma “de rescatar lo olvidado”, como las habas y arverjones; “ya es muy raro que hagan una sopa de papa con acelgas o con espinacas o con zanahoria, con tantas formas, esta fue la razón de escribirlo. Lo hice a través de muchas amistades que me apoyaron con sus recetas. Salió en el año 2019”.
Dice que “Los olvidados” recopila más de 40 recetas de aproximadamente 12 cocineras tradicionales.
La idea de escribirlo le surgió cuando radicaba en la capital del país.
“Yo siempre tenía esa inquietud, desde que estaba en la Ciudad de México, donde viví muchos años. Al regresar a Altzayanca, estuve con el maestro Rafael Cázares y con su esposa Chelita, lo estuvimos comentando un día y me dijeron, pues si quiere lo hacemos, y bueno, se dio gracias a su apoyo y al del Pacmyc (Programa de Apoyos a las Culturas Municipales y Comunitarias)”.
Para Cristi es fundamental rescatar los platillos típicos, al menos los de su municipio.
Lamenta que la cocina tradicional “se esté perdiendo”, tanto a través de la comunicación entre generaciones como en la elaboración diaria.
“Porque ahora las muchachas corren por jamón y corren por salchichas, ya no es como antes cuando se hacía un caldito de papas o de habas, ya no”, señala con melancolía.
Atribuye esta situación a la prisa con la que transcurre la vida en la actualidad o “a que, a lo mejor, a algunas personas ya no les gusta cocinar”.
Sin embargo, realza que esta circunstancia se debe al desconocimiento de los aportes de nutrición de una comida típica a base de productos alimenticios 100 por ciento naturales.
“Y porque -añade- ya no hay las cosas que a lo mejor tuvimos antes: un nopalito asado en el comal, una tortilla caliente, un taquito; ahora, para pronto, ya ni tortillas hay”.
Admite que ha sido complicado reunir a las cocineras tradicionales de todo el estado, pues “no se prestan” para esto o porque hay desinterés.
“Hace falta que el gobierno tenga una dinámica; yo participé en Cuapiaxtla con una dos o tres recetas de amaranto, me llevé el tercer lugar, hice unas bolitas con queso de cabra y camarón en medio, revolcaditas en el polvito del amaranto; hice setas empanizadas con amaranto y unas tortitas de amaranto con una salsa de cuaresmeño y de mango para acompañarlas”.
Por ello, resalta que es importante la iniciativa y convocatoria de las autoridades, en este caso las municipales, para que haya respuesta de las cocineras, pues algunas argumentan que no participan por falta de recursos.
“Yo lo hice porque como nos dijeron que era con amaranto, pensé qué es lo que podía hacer con eso, y son tantas cosas, tantísimas, muy nutritivas y no caras, así como las que se hacen con avena”.
Enmedio de su modestia, doña Cristi externa que el amor es el ingrediente principal de sus platillos, “porque sin él no se hace nada”.
Como yo soy creyente -, digo, en nombre sea de dios, que todo salga bien y todo les guste, que todo quede perfecto, ya sea una sopa sencilla o unos frijoles”.
Recomienda a las personas aprender más de cocina y, sobre todo, a rescatar, “a volver a lo que éramos antes”, a hacerlo “por esas criaturas que ya están o que ya vienen, pues ¿qué van a comen ahora?”.
Cristi ha diversificado su actividad y habilidades.
Se ha abierto paso en las artes plásticas, de la mano del artista Rafael Cázares.
“Pues sí, también me dedico al vidrio, a rescatar las botellas, a no tirarlas a la basura, aquí hay muchas formas de darles otro uso”.
Hace 17 años aprendió a transformar este material en obras de arte. Sus primeros trabajos fueron aportaciones para la creación de murales y esculturas.
“¡Lo de las botellas me encanta, me gusta mucho!”, señala. Ya tienen marca: “Raíz Cristal”.
En su stand, con el que participa en una expo-venta, sobresalen estos recipientes que ha horneado para darles forma y, luego, color.
“También sé hacer joyería con vidrio”, además, cerámica pintada y horneada, enfatiza con satisfacción esta mujer de 69 años de edad.