De acuerdo con Marcela Lagarde, feminista mexicana que ha contribuido enormemente en el mundo, “el feminismo constituye una cultura que es crítica de la sociedad y la cultura dominante, es afirmación intelectual, teórica y jurídica de concepciones del mundo, relaciones e instituciones; es aprendizaje e invención de nuevos vínculos, afectos, lenguajes y normas; que se plasma en una ética y se expresa en formas de comportamiento nuevas, como nueva cultura, el feminismo es también movimiento político público y privado”. Por lo que contar con espacios en donde podamos seguir creando estrategias para resistir a los sistemas de opresión y construir nuevas formas de relacionarnos son necesarios y urgentes.
Desde esta lógica, en el Colectivo Mujer y Utopía hemos creado un espacio de análisis, crítica y reflexión sobre las realidades que vivimos las mujeres, las condiciones en las que se encuentran nuestros derechos humanos y aportar en la construcción de estrategias comunitarias para hacer frente a las violaciones de nuestros derechos humanos; un espacio construido hace ocho años para crear comunidad, que nos permita encontrarnos, mirarnos y escucharnos; partiendo de una ética y principios feministas que permitan el análisis sobre nuestros contextos y podamos compartir experiencias, conocimientos y estrategias hacia la vivencia plena de nuestros derechos humanos y la autonomía.
Durante la marcha de este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, nos pronunciamos por la urgencia de atender de forma real las deudas históricas para garantizar los derechos humanos de las mujeres, que el gobierno deje la simulación y las graves omisiones que han abonado a los índices de impunidad y falta de seguridad para todas. En el mismo espacio, las compañeras de Medusas Sufragistas dieron lectura a su pronunciamiento, “¡Autonomía, no solo para nuestros cuerpos! ¡Autonomía también para nuestro movimiento!”, con quienes coincidimos en que el movimiento feminista se ha utilizado para intereses personales.
Nos hace sentido cuando expresan “que la lucha colectiva sea desde abajo, que sea desde las calles, desde las universidades, desde nuestros trabajos y desde nuestras vidas personales y no desde una supuesta lucha en donde solo se pretenden llenar los espacios institucionales para adornarlos con discursos y actividades supuestamente pro de las mujeres”. Apostamos por el trabajo en comunidad, que haga una crítica real a la cultura patriarcal dominante y la relación con otras formas de dominación como el capitalismo y el neocolonialismo, bajo los cuales funcionan las instituciones.
Las feministas autónomas consideran que la autonomía no se alimenta de dogmas ni mandatos, porque ella escapa a toda regulación y a todo intento de sustraernos de nuestra singularidad y responsabilidad como sujetas históricas comprometidas con otras formas del hacer y del estar en lo íntimo, lo privado y lo público; la autonomía feminista es una postura ante el mundo. Desde esta postura se han criticado las prácticas políticas que en cada nueva coyuntura han intentado acomodar al feminismo a una razón pragmática dispuesta a claudicar en el intento de cambiar la vida toda, a cambio de una inclusión que siempre será parcial, y privilegios que siempre serán de sexo, clase, raza, sexualidad, origen y normatividad. Por lo que nuestros espacios le apuestan hacia la autonomía de las mujeres y a la colectividad comunitaria.
Por su parte, el feminismo comunitario se autodefine como un movimiento sociopolítico y se centra en la necesidad de construir comunidad; tiene como apuesta la memoria, la identidad y la comunidad, lo que nos obliga a cuestionar la relación entre los sistemas de dominación, “la trenza del poder”, así como una necesidad de mirar cada vez más profundo, no se puede actuar sin ser críticas, buscando agradar, renunciando a nuestros principios o a medias tintas.
La jurista y feminista costarricense Alda Facio explica que “existen un conjunto de instituciones de la sociedad política y civil que se articulan para mantener y reforzar el consenso expresado en un orden social, económico, cultural, religioso y político, que determina que las mujeres, como categoría social, siempre estarán subordinadas a los hombres, aunque pueda ser que una o varias mujeres tengan poder, hasta mucho poder”, este poder ha servido, en la mayoría de las veces, para proteger este orden, al sistema, a las instituciones; en la medida que nos cuestionemos estas prácticas ayudará a nuestra autonomía, nuestra congruencia, y entonces los cambios serán reales y no una ilusión; es decir, una simple adaptación del patriarcado.
También es cierto que acceder a espacios de reflexión y formación no ha sido sencillo en un sistema capitalista que hace casi imposible designar recursos para ello, como cursos, posgrados o incluso espacios que terminan siendo clasistas o políticos; por lo que creemos que el espacio de la Escuela Feminista da la oportunidad de acercarse y profundizar en nuestros contextos y, desde estos enfoques, cuestionar nuestro entorno inmediato, mirar nuestra historia y comprender las dinámicas que perpetúan las violencias y violaciones a nuestros derechos humanos.
El uso del feminismo para intereses personales y políticos también ha sido histórico, pues en cada campaña electoral, las promesas y discursos sobre las problemáticas de las mujeres, nuestros derechos son básicos, declaraciones sin contenido, propuestas sin contexto ni diagnósticos previos; una vez que obtienen los puestos públicos colocan en un basurero y pierden la memoria, se mimetizan con las normas de un sistema político patriarcal; pero, como se ha observado en los últimos años, se inventan el activismo institucional, las alianzas sororales, pero siguen cuidando la imagen ante las próximas contiendas electorales.
Creamos y construimos espacios políticos feministas porque, como lo precisa la gran Marcela Lagarde, “cuando desde el feminismo se aspira al poder, no se trata del poder de dominio, sino, del conjunto de poderes vitales que elimina el dominio de género en cualquier combinación y manifestación; al tener poderes vitales que nos permiten el acceso a bienes, espacios, recursos, actividades y condiciones de vida, las mujeres dejamos de estar cautivas y nos convertimos en sujetas de nuestra propia vida, en seres–para–sí y en sujetas sociales, económicas, jurídicas, políticas y de cultura”.
*Colectivo Mujer y Utopía.
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