Muchos de los problemas de salud que vivimos las mujeres tienen una relación muy estrecha con las condiciones de desigualdad y violencia que se mantienen en todos los espacios; muchas de las condiciones de salud mental responden a la violencia histórica que hemos enfrentado, a la falta de posibilidades de contar con acompañamiento psicológico, psiquiátrico o médico especializado, ya que no siempre se contempla en los programas de salud integral o no se cuenta con los recursos necesarios y personal suficiente, por lo que hay que esperar hasta medio año para ser atendidas por un médico o médica psiquiátrica, por ejemplo, o viéndose en la obligación de moverse a otros estados cuando se tienen los recursos. El estado de Tlaxcala no cuenta con servicios integrales para atender la salud de la población en general y éstos son menores para las mujeres.
La salud sexual y reproductiva se encuentra entre las dimensiones de salud que menos es atendida, en la que se atraviesa la violencia sexual con impactos como embarazos no deseados, negativa y criminalización del aborto, infecciones de transmisión sexual; en gran medida, tolerados por las instituciones, en alianza con los grupos más conservadores y fundamentalistas de la iglesia católica. Por ende, se les olvida a las autoridades la obligación de actuar bajo un marco de laicidad, debiendo verse reflejado en el marco normativo y aplicado en las instituciones de todos los niveles; sólo así podrá ser un Estado garantista del derecho a la salud de las mujeres.
Como parte de estas omisiones, aún faltan clínicas dignas para atender a las mujeres, en donde no se generen prácticas de revictimización, vergüenzas o culpas; en donde imperan los prejuicios y valores morales individuales, negando la atención adecuada y la falta de seguimiento, lo que fomenta la violencia feminicida en la que muchas mujeres se encuentran. En el marco del 28 de mayo, Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres, es necesario continuar visibilizando las deudas institucionales y sociales.
Como ejemplo, el aumento de mujeres infectadas de VIH–Sida ha sido constante en el país y en Tlaxcala; si bien son los hombres la población con mayor número de incidencia, el aumento de mujeres corresponde a la violencia sexual que se ejerce contra ellas; tener una pareja estable no representa una protección; en 2021, el 50 por ciento de los mexicanos admite haber sido infiel, el 90 por ciento de las mujeres que contraen el Virus de Inmunodeficiencia Humana son contagiadas por su pareja, de acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México y el Centro Nacional para la Prevención y el Control del VIH y el Sida (Censida). Para la ONUSIDA (2021), las mujeres no son parte de la población clave, cuando se analiza este panorama, la violencia de género y la escasa información sobre salud sexual y reproductiva suelen ser las causas.
La salud sexual continúa tratándose como un tabú, con mitos, estigmas y prohibiciones que han tenido un fuerte impacto en la salud integral de las mujeres desde edades muy tempranas. Ha existido mucha preocupación sobre la violencia sexual que viven las niñas y menores de edad, aunque los esfuerzos aún no son suficientes; pero se normaliza en la vida adulta de las mujeres, se justifica y no se perciben los daños e impactos en nuestra salud mental, psicológica, física e incluso espiritual. Las políticas públicas de salud aún no transversalizan la perspectiva de género, no se contemplan realmente las necesidades y realidades de las mujeres en sus diversidades.
Es importante también hablar de una salud social desde la perspectiva feminista, que rompa con prácticas y tratos machistas, desiguales; la sociedad impacta en la vida de cada persona, y cuando esta sociedad violenta, desaparece, e invisibiliza a las mujeres y sus necesidades, está negando el derecho a la salud integral a la mitad de la población. Una población socialmente sana no normalizaría la prostitución como una posibilidad de desarrollo para las mujeres, cuando en América Latina forma parte de la violencia feminicida, y que desde las instituciones se protegen a los explotadores, proxenetas y establecimientos que comercializan los cuerpos de las mujeres de todas las edades.
Por salud social podemos entender al conjunto de factores y condiciones de tipo económico y social que influyen en el estado de salud de las personas, en el largo plazo. Está determinada por factores como acceso a la educación, condiciones de empleo, servicios sociales integrales, entre otros, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Al no cumplir con estas garantías, no se puede hablar de una sociedad sana y en un contexto en donde a las mujeres se nos sigue exigiendo ser las responsables de los cuidados de otras personas y del hogar; pero, además, no se establecen las condiciones para contar con espacios laborales adecuados, impacta directamente en la salud de las mujeres.
Se han normalizado muchas condiciones de salud como parte de la cotidianidad de las mujeres, nos han enseñado a ser funcionales a pesar de estar enfermas. Se requiere dejar de responsabilizar a las mujeres, cuando el Estado no está cumpliendo con garantizar una vida saludable en el sentido más amplio, cuando no está generando condiciones para que las mujeres se desarrollen integralmente.
Una experiencia de éxito, que se está desarrollando en Tlaxcala como parte de la salud integral de las mujeres, se ha consolidado en el Centro Tlaxcala Biología de la Conducta de la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Desde el Programa de mentoría para las mujeres en la ciencia, financiado por la Embajada Británica, a cargo de la Dra. Verónica Reyes Meza, desde donde se acompaña a que las mujeres estudiantes de posgrados no abandonen los estudios debido a las condiciones de desigualdad y violencia que muchas enfrentamos al buscar fortalecer nuestras profesiones. A partir del programa se llevó a cabo esta semana el taller “Salud mental de las mujeres estudiantes y académicas desde el enfoque psicosocial”, impartido por el Colectivo Mujer y Utopía A.C., invitando al grupo a identificar aquellos aspectos y situaciones sociales, estructurales e institucionales que nos enferman, enfatizando en la urgencia de contar con mejores condiciones para poder desarrollarnos de forma integral, cuidando nuestra salud; así como la obligación del Estado y las instituciones educativas para poner atención a los obstáculos que mantienen las desigualdades y que impactan directamente en la salud de las mujeres.