Jueves, noviembre 13, 2025

Casa Vieja

La Casa Vieja es una propiedad comunal, un inmueble ubicado en el centro de la ciudad, edificio rústico construido a principios del siglo pasado, justo cuanto los caprichos del poder se empeñaban en dotar a la arquitectura de un toque francés, el fantasma de la entonces modernidad merodeaba sus cabezas.

Para muchos, Casa Vieja es de un estilo arquitectónico en el que se mezcla el romántico y el neoclásico, realmente es un profundo contraste con el origen indígena de la región; como el de todas las regiones de este país reinventado por los “ingenieros” hispanos e hispanistas.

La Casa Vieja en apariencia no pertenece a nadie, pero, arropa a todo parroquiano que llega y toca su puerta, siempre hay una variada multitud de gente habitándola, la mayoría, oriundos férreos de esa geográfica “indomable” como sus mitológicos héroes guerreros, esos que lograron más que grandes triunfos, ser buenos negociadores de las prebendas propias y de grupo con el entonces poder que dominaba la casa, una negociación lograda aun a costa de traicionar a sus propios paisanos que también vivían en ella.

La Casa Vieja tiene cuatro pisos, construidos de manera alternada, cada estancia contiene una temática diferente, pero, en todas, predominan tres de los elementos culturales impuestos por los gobiernos en turno, todos esos gobernantes renuevan esos pilares de identidad, asumen que toda persona local o foránea que arriba a la morada debe aquilatar: la paella, el vino tinto y la tauromaquia. En esa Casa Vieja han quedado relegados los principios culturales del mítico periodo ancestral, cuando de la Casa Vieja existían apenas incipientes cimientos: el mundo indígena y sus señoríos, los tlaxcales, el pulque y hasta los huehues.

La Casa Vieja y sus cuatro pisos de transformación permanecen intactos, sigue siendo esa casa que, por fantasmal que parezca, retiene a sus moradores y deleita a los visitantes con sus antigüedades, con la narrativa de una nueva historia que se escribe en el presente y su apócrifa hospitalidad.

Cuando uno arriba a Casa Vieja lo primero que se experimenta es la alteración del tiempo, esa casa tiene, sin proponérselo, una extraña capacidad para retornar a todos sus visitantes al pasado, toda la gente que entra a Casa Vieja regresa en el tiempo, esa casa se quedó al menos 30 años atrás del resto del cuerpo geográfico que la acompaña. Esos 30 años, a diferencia de muchas otras casas, es lo que ha permitido a Casa Vieja que los personajes que la gobiernan y la ningunea a capricho se hayan eternizado sin que la población oriunda se dé cuenta de ello. Muchas de las élites de Casa Vieja, los ricos, poderosos que han dicho ser buenos administradores del interés público, así como excelsos políticos se han turnado la gestión de Casa Vieja, aunque para muchos, más que una gestión, es realmente un saqueo. Durante años, han sacado todo de Casa Vieja, se lo han llevado a sus bolsillos y otros al exterior, construido un patrimonio propio a costa del bien público. Estos eternos actores han hecho de Casa Vieja un cascarón vacío, paredes desvencijadas, porosas y enmohecidas. La Casa es hoy un holograma de lo que los señoríos y su grandeza dicen que revestía, unos y otros han hecho lo mismo, saquear discretamente con discursos actualizados y cada vez más progresistas.

Esos administradores o políticos de la Casa Vieja han hecho bien su trabajo, hacerse creer y levantar la fe en los moradores, crear dogmas y rituales de cambio que hagan a los habitantes de la Casa asumir le evolución y el progreso, aunque, en realidad, diría Hans Christian Anderser en su parábola de la Casa Vieja, sólo han otorgado a cada poblador y visitante pequeños soldaditos de plomo para que los moradores de la Casa se entretengan restaurándolos y, mientras ellos acontece, mantengan con orgullo su identidad, intactos sus anhelos de bienestar y la esperanza en un futuro mejor, aunque el presente sea por demás catastrófico.

Los gobiernos han entregado una y otra vez pequeños soldaditos de plomo a los moradores de la Casa Vieja para que también fortalezcan su identidad, la grandeza de su pasado señorial, su memoria e identidad, eviten pensar que morirán en soledad, acinados y olvidados por su amorosos tlatoanis.

Los pobladores de la Casa Vieja encuentran en sus soldaditos de plomo motivos para creerles a sus políticos, a sus gobernantes, hagan lo que hagan, es necesario creer, creerles, ilusionarse y caminar con ellos rumbo a la esperanza, valorar el presente sin voltear al pasado y no fustigarse por el futuro. Solo de esa forma, todos juntos, podrán escribir la nueva historia en segundo piso de la Casa Vieja.

[email protected]

Más recientes

Acuerda Consejo Estatal de Seguridad implementar Mando Coordinado en Calpulalpan

En cumplimiento a los acuerdos establecidos por el Consejo Estatal de Seguridad, la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) implementó...
- Anuncio -
- Anuncio -