Más de una cuarta parte de los ayuntamientos de Tlaxcala enfrentan verdaderas bombas de tiempo; son 17 municipios que enfrentan visos de ingobernabilidad interna, en su mayoría, auspiciada y azuzada por la cerrazón de los presidentes municipales que ven a sus administraciones como feudos personales, como sus reinados, lo cual se refleja en el manejo y administración de los recursos públicos.
A 14 meses de iniciados sus respectivos mandatos, al interior de los cabildos ya hay dudas y confrontaciones por la manera en la que los alcaldes, principalmente, pretenden o han manejado el erario, aunado a la incapacidad de aclarar posibles dudas o bien porque los síndicos quieren tener un juego político mayor al que deben tener.
Lo anterior queda de manifiesto en diversos oficios remitidos por síndicos municipales al Poder Legislativo, en los cuales dan cuenta sus motivos por no avalar y mucho menos respaldar la forma en la que han sido aplicados los recursos públicos.
Los estados financieros de Comunas como Nopalucan, Tlaxco, Lázaro Cárdenas, Xaltocan, Cuaxomulco, Tepeyanco, Panotla, Natívitas, Tenancingo, Chiautempan y San Pablo del Monte no tienen el aval de los representantes legales de esas administraciones, lo que es muestra clara que algo pasa en esas administraciones.
Es más, en el caso de Chiautempan, el alcalde Gustavo Jiménez Romero ha cambiado al titular de la Tesorería en varias ocasiones y ahora insiste en mantener en el cargo, de manera irregular, a una persona que incumple con los requisitos para desempeñar esa función.
La problemática se extiende porque en cinco Comunas los alcaldes insisten en mantener en el cargo de directores de Obra a personas que incumplen con las disposiciones legales para desempeñar esa función. Es el caso de Apizaco, Españita, Nanacamilpa, Sanctórum y Ayometla.
Todas estas condiciones y omisiones prenden los focos rojos, no solo por la posibilidad de que las cuentas públicas de estos municipios sean reprobadas, sino de la ingobernabilidad que se incuba en sus respectivos cabildos ante la falta de oficio político, además por los visos de abusos, excesos en el ejercicio del cargo y mucha soberbia de quienes encabezan esas administraciones, que hacen que sus cabildos vivan en bombas de tiempo.