Hace exactamente 200 años, un grupo de mujeres zacatecanas exigía al Constituyente de 1824 reconocer su derecho a la participación política y toma de decisiones públicas en el México independiente. La elección de este 2024 también es histórica, no solo por ser la más grande, sino porque las mexicanas podemos atestiguar que la Presidencia de la República puede ser asumida por una mujer.
Sin embargo, en un ejercicio de autocrítica también debemos señalar que es lamentable que las candidaturas femeninas presidenciables nos queden a deber, porque ninguna ha sido capaz de entender que son herederas y depositarias de la aspiración de igualdad y libertad de generaciones de mexicanas que han sabido irrumpir en un espacio hostil para nosotras, incluso en este siglo, como es la política. La presencia constante de mujeres visionarias, demócratas y poderosas han configurado, con su incidencia en la vida pública, escenarios para conquistar libertades y derechos que nos han permitido llegar a este momento crucial en la vida democrática del país.
Muy lejos están, no solo ellas sino un vasto número de candidatas de cimentar una política en femenino, porque han privilegiado el ataque, la soberbia de la indiferencia y la arrogancia de descalificar a la otredad y negar la posibilidad de un diálogo social amplio, quizá porque no conocen el camino recorrido para lograr el reconocimiento de la paridad como principio constitucional. Si asumieran este legado como propio observarían que el poder de las mujeres para apuntalar y afianzar los cambios que nos han permitido avanzar se generan desde la empatía, la ternura, la comprensión y la capacidad de sentar en la mesa de las decisiones públicas a todas y todos, incluso si piensan diferente y difieren, porque gracias a la pluralidad, tolerancia y respeto a las diferencias se construye democracia.
No es tarde para que ellas honren el legado de las mexicanas que desde hace 200 años han abierto camino y han logrado consensos, anteponiendo nuestros derechos a las filias y fobias políticas. Requerimos a mujeres con gafas violetas, requerimos mujeres en el poder valientes, que rompan con los pactos patriarcales y nos convoquen a un porvenir incluyente, igualitario y de diálogo.