Este mes se conmemora el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, el 25 de noviembre. Ese mismo día se inicia la Campaña Internacional 16 Días de Activismo contra la Violencia hacia las Mujeres. El fenómeno de la violencia hacia las mujeres no puede ser comprendido sin el análisis desde las masculinidades, es decir, observar de manera diferenciada las conductas masculinas (atribuidas a los hombres).
En más de una ocasión cuando estamos en algún proceso de reflexión respecto a la violencia hacia las mujeres, suele suceder que antes de reconocer el ejercicio de las violencias como hombres, los argumentos se dan culpabilizando a las mujeres o arguyendo que “los hombres también sufrimos violencia”. Los hombres no hemos sido educados para reconocer la responsabilidad en el ejercicio de nuestras violencias, por el contrario, desde el sistema patriarcal se exaltan conductas para que los hombres impongamos nuestras necesidades e ideas a partir de procesos de violencia física, verbal, emocional, económica o sexual. La gran cantidad de datos existentes sobre violencia hacia las mujeres, incluidos el feminicidio y la trata de mujeres, tiene que ser leída no sólo como impactos y costos en la vida de las mujeres, sino como actos ejercidos desde los hombres comunes y normales, no son actos de locura sino de una actitud controlada, dirigida y calculada.
A nivel de la política pública es evidente que se deben incorporar planes, programas y proyectos que lleven al cambio de esta mentalidad masculina que genera tanto daño. Los programas educativos de género deben ya no sólo evidenciar el derecho de las mujeres a vivir libres de violencia, sino también la obligación de los hombres para hacernos cargo de la violencia que ejercemos. A la fecha no se observan programas reales a nivel de la educación básica que promuevan la igualdad en el ejercicio de derechos, la erradicación de las violencias, mucho menos se observa una perspectiva de las masculinidades alternas, es decir, democráticas y no violentas.
Si bien es cierto que cada vez más la sociedad sanciona la violencia física hacia las mujeres, lo cierto también es que los mecanismos de control y de ejercicio de la violencia desde los hombres se trasforman, así hoy en día podemos observar más ejercicios de violencia emocional, esto no quiere decir que no exista la violencia física o sexual, ellas existen pero los hombres procuran mantenerla fuera de la visibilización pública. La violencia se va sofisticando, al grado de que, por ejemplo, en la trata de mujeres con fines de explotación sexual se utiliza el amor romántico como mecanismo de apropiación del cuerpo, la vida y la sexualidad de las mujeres para lograr un enriquecimiento. El uso del amor como mecanismo de violencia no es exclusivo de la trata, suele ser muy común entre las parejas en noviazgo o aquellas que mantienen vida de pareja cuando en nombre del amor: te controla amistades, la forma de vestir, los horarios y actividades, cuando te revisan tus redes sociales, te prohíben estudiar, trabajar, si eso se hace para controlarte es violencia.
Esta violencia que los hombres ejercemos en nombre del amor es reforzada por los medios de comunicación, las telenovelas, las películas románticas, las canciones, etc. Bajo esta idea la violencia ejercida es “porque amamos”. Así, el reto cultural que tenemos los hombres es reconocer las violencias que ejercemos y desarticularlas desde los diferentes espacios en los que vivimos: Familia, amigos, profesiones, trabajos, espacios recreativos (no es posible seguir considerando recreación al uso de cuerpos de mujeres explotadas), etc.
La brújula de acción es clara, que nuestros actos como hombres no generen daño ni control hacia las mujeres, que la vida en común sea un acto de acuerdos, no de imposiciones, que nuestra convivencia permita a las mujeres una vida libre de violencia; que la democracia que ansiamos en la vida pública sea también un acto que procuremos en la vida privada. No podemos conmemorar el 25 de noviembre si como hombres no somos capaces de eliminar las violencias como la celotipia, el feminicidio y la trata de mujeres. Justificarlos es declararnos abiertamente machistas y promotores del sistema patriarcal.
Seguramente los gobiernos saldrán a dar cifras alegres en el marco de este día o plantearán las políticas públicas existentes, mismas que no se aplican, la realidad puede mostrar su fracaso en esta lucha por vivir una vida libre de violencia, ahí está la trata de mujeres y niñas que se ejerce desde el estado para el país y el extranjero, fenómeno que en el actual periodo de gobierno ha crecido y ha sido reconocido en la esfera nacional e internacional. Si el gobierno toma una actitud falsa de compromiso gubernamental y en la práctica no muestra verdaderos resultados, se convierte en cómplice de este sistema patriarcal y del machismo institucionalizado; se convierte en reproductor de un sistema que está causando muchísimo daño a las mujeres y niñas de este estado.
El tema de las violencias y masculinidades es sumamente reciente, para el caso de Tlaxcala la reflexión tiene menos de una década. Por ello, el campo de estudio y de acción es basto y urgente de atender.
Un último comentario. No es que no reconozca que los hombres podemos sufrir violencia por parte de las mujeres, pero el artículo apela a que los hombres nos hagamos responsables de la que ejercemos, la cual generalmente es más continua y con un mayor impacto, ahí está la trata, el fe-minicidio, la violación y el acoso sexual, entre otros.