Una rápida mirada a la élite política de Tlaxcala permite descubrir que no es menor la presencia de mujeres en la administración pública, destacan entre otras: Adriana Moreno, Gisela Santacruz, Alicia Fragoso, Maricarmen Mazarraza, Mariana González, Edith Padilla, Maricarmen Ramírez, Anabell Ávalos, Perla López, Maday Capilla y Josefina Espinoza.
En el Poder Judicial: Elsa Cordero y Leticia Ramos. En la representación popular Guadalupe Sánchez, Martha Palafox, Leonor Romero, Adriana Dávila, Lorena Cuéllar, Aurora Aguilar, Eréndira Jiménez, María de Lourdes Huerta, Juana Cruz, Cecilia Sampedro, Angélica Zárate, Zonia Montiel, Lilia Caritina Olvera y muchas más.
¿Cómo llegaron ahí? ¿Están ahí como resultado de sus méritos? ¿Los méritos son educativos, familiares, económicos, etc.? ¿La suerte o la fortuna fue lo que les permitió alcanzar esas posiciones políticas? ¿Son hijas o nietas de políticos locales? ¿Son producto del servicio civil de carrera? ¿Han hecho carrera en los poderes Judicial, Legislativo o Ejecutivo?
El proceso por el que una persona transita de la masa a la élite es muy similar al de un embudo. El embudo es un instrumento hueco, ancho por arriba y estrecho por abajo, en forma de cono y rematado en un canuto. Muchos entran por arriba, pero pocos alcanzan a pasar el canuto y llegar a la salida.
A este proceso se le denomina reclutamiento político que Roderic Ai Camp define como: “el proceso colectivo por el cual los individuos llegan a cargos políticos” y en México, a pesar de la alternancia, el reclutador sigue siendo el Poder Ejecutivo porque controla la mayor parte de los recursos.
En los nombres referidos al inicio se encuentran militantes de casi todos los partidos políticos, pero buena parte de ellas son hechura de la familia revolucionaria de la que se salieron, cuando vieron que no había riesgo alguno y algunas brincaron de una siglas a otras en el estado.
Hasta la década de los noventa las élites se procesaban en el PRI, partido creado no para acceder al poder sino para conservarlo por parte de un pequeño grupo “revolucionario”, en el que el Ejecutivo era la fuerza, porque dominaba todo el aparato gubernamental, lo que determinó que la administración pública jugara el papel más importante.
El Poder Legislativo, el Poder Judicial y los gobiernos locales se movían subordinados al poder presidencial, por lo que quien quería hacer una carrera política, burocrática o judicial en el país buscaba una relación con una persona o un grupo que ya estuviera ahí, de manera que la selección se hiciera entre los jilguerillos, traga engrudo o carga portafolios de los políticos.
Era muy difícil que algún actor local destacara si no se traslada al Distrito Federal, que un legislador pasara a ser secretario o gobernador era casi imposible, en tanto que era mucho más fácil para quien era director general, oficial mayor, subsecretario o secretario convertirse automáticamente en diputado, senador o gobernador.
La alternancia modificó, en parte, esta preponderancia, la pérdida del Poder Ejecutivo federal por parte del PRI determinó que los gobernadores emergieran como la fuerza nacional, particularmente a partir de organizarse como “confederación”, lo que inclinó un poco la balanza al reconocimiento de las carreras locales.
El regreso del PRI vuelve a reacomodar las fuerzas, en razón de que los poderes Ejecutivo federal y local son quienes controlan los recursos financieros y la mayor parte de puestos de alto nivel, la iniciativa privada, al crear tan poco empleo no compite para llevarse a los mejores o más preparados, por lo que sigue siendo atractivo “hacer carrera en el gobierno”.
La alternancia en 1998 y 2004 provocó un reacomodo en la élite política local, sin embargo, los patrones de reclutamiento no han cambiado, al contrario se han generalizado en los partidos políticos que accedieron al Poder Ejecutivo, no hay muchas caras nuevas, sólo un reacomodo de las fuerzas básicas.
Roderic Ai Camp se interroga: “¿Cómo un individuo llega a los más altos cargos políticos de la nación, quién realiza la selección, cuáles son las credenciales y experiencias importantes, cuáles son los caminos más probables de la movilidad política ascendente y cuáles son los vínculos entre los que seleccionan y los seleccionados?”
Para comprender el reclutamiento político en México se requiere, según Ai Camp, tener en cuenta: 1) los procesos que preseleccionan y canalizan al potencial recluta político, 2) las características que acentúan el potencial de un individuo para llegar a ser un político, 3) los individuos, las instituciones y los procesos que determinan quién es seleccionado y 4) las condiciones que afectan el ascenso de un individuo a la cúspide del sistema político.
Esto lleva a proponer que el reclutamiento político en México pasa por un proceso de tres etapas: inicial, intermedio y final, siendo la más importante la inicial porque en ella se distinguen “las variables que facilitan el ingreso a una carrera política” y la segunda porque en ella se encuentran las que favorecen el éxito en esa carrera.
La estructura sociopolítica tiene un gran peso en la etapa de preselección porque estimula o inhibe la participación política de la población y determina patrones formales de participación. La mayor vía de participación son las elecciones y los puestos están controlados por los partidos políticos.
Cuando los militantes de un partido político son pocos y ganan el poder, se encuentran con que no tienen con quien cubrir las posiciones de la administración pública, de ahí que deriven automáticamente en invitar a sus amigos y familiares para incorporarlos con la condición de que se afilien a su partido político.
El crecimiento del PRD y del PAN fue estimulado desde el Poder Ejecutivo, lo que determina que muchos que habían tenido una participación marginal, descubran de pronto con que tienen que ocupar posiciones de primer nivel sin contar con experiencia alguna y si destacan con alguna competencia individual o “especialidad”, automáticamente son promovidos en los puestos.
En Tlaxcala, las llamadas “credenciales ideológicas han sido insignificantes”, hasta antes de la alternancia estaba claramente diferenciado quien pertenecía a la izquierda y a la derecha e incorporarse a cualquiera de ellas tenía un riesgo, de ahí que la mayoría optara por transitar por el camino seguro del “revolucionario institucional” para escalar posiciones.
De ahí que la forma más común de reclutamiento fuera a través de alguien que pertenecía a una camarilla. Las camarillas son grupos de interés político que tienen como objetivo acceder al poder y escalar sus peldaños.
Aunque cada vez más la población se decepciona de la política, más jóvenes desean entrar a ella.
El patrocinio se hace de forma individual, de ahí que siempre resulta importante, para cualquier aspirante a ingresar a la política, responder la pregunta: ¿A quién conoces? La selección casi siempre es hecha por un funcionario en ejercicio, de ahí la importancia del conocer a alguien “del gobierno.”
Si se revisan los nombres de quienes encabezan este artículo se encontrara que casi ninguna comenzó su carrera en el Poder Legislativo o en el Judicial, la mayor parte de ellas lo comenzó en el Poder Ejecutivo o en la administración pública, donde fue invitada por “alguien”, éste pudo ser un compañero de generación, un maestro de la universidad, un vecino o un familiar.
Como apunta Grindle: “las carreras individuales pasan a depender del cultivo y mantenimiento de alianzas personales y políticas que sirven para obtener empleos”, y a partir de ahí se dedican a proteger los intereses de la camarilla porque es a “través de las redes de amistades, como se intercambian informaciones y capacidades de acceso”.
El avance está determinado en primer lugar por la “lealtad al mentor político”, ya que sus oportunidades dependen del éxito de éste, sin embargo, a lo largo del proceso construyen redes de relación con la finalidad de no depender sólo del patrocinador principal, ya que su caída se los lleva consigo y es pertinente tener otras velas prendidas.
En la promoción juegan un papel determinante tres factores: primero: un estatus socioeconómico elevado; segundo: el origen familiar; y tercero: la educación. Se tiene mayores posibilidades mientras mayor es el nivel socioeconómico al que se pertenezca.
El descender de padres que han sido dirigentes o son parte de alguna camarilla o contar con parientes facilita y ahora pesa mucho, no lo que se haya estudiado sino donde se estudió, hay dependencias que son controladas por ejemplo por el ITAM o el Tec. de Monterrey, cada vez más el referente es la educación universitaria privada.
Revise la lista del inicio y vea a qué familia pertenecen, en dónde estudiaron, dónde comenzaron sus carreras, en cuántos partidos han estado y se va encontrar que buena parte de las mujeres que hoy pertenecen a la élite política está casi en la salida o dependen de una sola camarilla, por lo que urge descubrir a las nuevas reclutas.