Como aves de presa, los partidos minoritarios sobrevuelan el escenario político tlaxcalteca esperando el momento exacto para lanzarse sobre el botín: posiciones, recursos y poder. No buscan transformar, sino subsistir y, para ello, sus ideales son un estorbo.
Hasta ahora son 11 fuerzas políticas las que conforman el mapa estatal –el número de competidores podría aumentar–, aunque más de la mitad de ellas solo pelea por seguir viviendo del erario. PT y PVEM se mueven a la sombra de Morena, vendiendo lealtades condicionadas y sueños de candidaturas que nunca llegarán; aunque una imposición por la gubernatura acabaría con esa triada. El PAC ofrece sus 100 mil votos al mejor postor, aunque juega con los dos aspirantes punteros de Morena; los dueños de ese partido no quiere perder el feudode la UATx; mientras el PRD analiza si le conviene “vender su alma” a la Cuarta Transformación para evitar la extinción.
El politólogo Jesús Silva–Herzog Márquez afirmó que “los partidos ya no compiten por ideas, sino por espacios; ya no defienden principios, sino nóminas” y esa expresión retrata con crudeza el estado actual de la clase política tlaxcalteca.
En el otro extremo, el PAN, PRI y Movimiento Ciudadano tantean una alianza casi improbable, motivada más por el miedo de vivir otros tres años fuera del erario. Pero con torneos de fútbol e intercambio de chapulines, más que fortalecerse, evidencian sus miserias.
Y los mini partidos, como Redes Sociales Progresistas, se acomodarán donde les dejen, donde haya una promesa, una candidatura o un beneficio personal, como ese sueño de Aurora Villeda de ser, al menos, alcaldesa de la capital.
El panorama no podría ser más cínico: todos quieren aliarse, todos están dispuestos a negociar sus principios por un puñado de votos, confirmando que su forma de hacer política es la de un mercado de conveniencias, usando a la militancia como monedas de cambio; están con el mejor postor.
El problema no es aliarse, nadie puede asegurar el triunfo electoral por sí mismo, sino el vacío de propósito que la acompaña. Tlaxcala no necesita más coaliciones de coyuntura, como las que han existido desde 1998, que a pesar de la alternancia partidista, no ha habido proyectos sólidos a favor de la entidad.
Los dirigentes partidistas deberían de cambiar la forma y el fondo de su proceder, porque están ahogando a sus institutos con su pragmatismo, sobre todo porque ante la ciudadanía hay un desencanto, ya que los que aseguraban que eran distintos y arribaron al poder, están saliendo peores que los de la mafia del poder de donde salieron y tienen a Tlaxcala al borde de la ruina.