Miguel Jerónimo Zendejas es un paradigma del arte novohispano. Lo es, señala su estudioso Alejandro Julián Andrade Campos, porque ayuda no sólo a entender a los pintores y demás artistas que trabajaron durante el siglo XVIII sino que lleva a escudriñar “en la figura que se deseaba construir como un modelo de artista”.

A 300 años de su nacimiento en Puebla, Zendejas (1724 –1815) es el personaje central del libro Miguel Jerónimo Zendejas, vida, obra y fama del fa presto poblano, preparado por el académico e investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la UAP, todavía publicado por el saliente Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP).

Zendejas como Fa presto, explica el historiador del arte durante una entrevista, porque como el pintor italiano Luca Giordano del que tomó su apelativo, el pintor poblano era rápido para hacer su obra, que no era poca pues era uno de los artistas más demandados de su tiempo. “Tenía tantos encargos que se le empezó a decir fa presto pues hacía sus trabajos con mucha velocidad. Se trata entonces de rescatar el mote que tenía el pintor y traerlo al libro, lo mismo que las visiones que se han tenido en diferentes épocas de él”, señala.

De inicio, indica que el pintor tuvo una infancia aventajada para ser artista: su padre había sido comerciante de estampas y tenía una vinculación muy fuerte con la Compañía de Jesús, lo que hizo que su carrera pudiera impulsarse haciendo que para 1750 comenzara a hacer obra importante como la decoración del coro de Santa Rosa, misma que está desmontada, “guardada” y en constante riesgo de conservación.

“Tendrá todos los encargos importantes de pintura en el obispado: cualquier párroco, fraile o la Catedral que deseaba una obra con bastante lucimiento llamaban a Zendejas”, señala el historiador del arte formado en la UNAM, quien acota que eso hizo que no sólo tuviera una obra abundante sino una fama que lo mantuvo como “el pintor poblano” durante la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

Esa fama, ese prestigio, esa obra y esta aceptación, continua, hicieron que artistas y personajes del siglo XIX, momento en el que se construía la identidad mexicana y la identidad artística local, retomarían a Zendejas para convertirlo en “un hombre ilustre poblano” que era ejemplo de lo que tenía que ser “un buen poblano”. 

No obstante, Andrade Campos menciona que la figura del pintor se perdería con el devenir del tiempo, por lo que con este libro busca retomar a Zendejas como artista y como personaje de su tiempo, “para hablar otra vez del pasado orgulloso que se tiene borrado”.

“Cuando hablamos del arte clásico parece que queremos remontarnos a Da Vinci o Miguel Ángel y cuando no podemos tenerlos traemos reproducciones que no son necesarias, pues nosotros tenemos grandes artistas que nacieron en nuestra propia tierra, los cuales realmente podemos fascinarnos con su obra y aprender de ella”, afirma el investigador.

A Zendejas, continúa, le caracterizó tener una amplia cultura, algo de lo que hablaran sus discípulos y estará patente en su obra. “Era un hombre que leía mucho, que tenía distintos tipos de libros: desde tratados artísticos como el Tratado de perspectiva de Andrea Pozzo, así como una amplia gama de lectura religiosa de la cual iba construyendo estos mensajes que no sólo estaban muy bien pensados en un sentido técnico o formal sino que podían generar lecturas más profundas”.

En éste último renglón distinguió que la obra de Zendejas tiene varios niveles de lectura: unos que son más sencillos para una población más amplia y otros complejos reflejados en ciertos elementos que incluía, que le daban un discurso más profundo para ciertos grupos intelectuales que también querían ver representados sus ideas.

“Algo que distinguirá al pintor será el tema de la gestualidad. Zendejas puede narrar toda una historia a partir de los gestos. La suya es una pintura muy teatral, que justo tiene muchos movimientos, que juega mucho a los telones escenográficos, lo que conmovía y llamaba la atención. Hay que pensar que en un mundo donde no existía la imagen en movimiento las pinturas a través de la imaginación se iban encadenando y generando un movimiento en la mente y la imaginación que hacía que el espectador se pudiera conmover e introducir en la escena”, destaca el historiador formado en la UAP.

Así, pensar hoy a Zendejas, es pensar “en un modelo de artista intelectual” del cual hay que fascinarse con su obra, y entender las estrategias que el artista depositó en ella, sobre todo en un tiempo en donde la mirada ni el pensamiento se posicionan en un solo asunto, con teléfonos y pantallas inteligentes que ofrecen cientos de imágenes en movimiento. “Lo que nos enseña es a posar la mirada y empezar a observar detalles”, afirma.

Por tanto, señala que el libro Miguel Jerónimo Zendejas, vida, obra y fama del fa presto poblano ayuda a entender cómo funciona su obra: por qué hay cierto gesto, por qué tal personaje está colocado en determinada posición, por qué hay rostros parecidos, es decir, “entender la complejidad que era pintar en el siglo XVIII” y reflexionar sobre la importancia de la imagen ayer y hoy, como “herramienta que va modelando nuestra vida, pese a que sea sutil”. 

Urge volver a montar la bóveda del coro de Santa Rosa

 “Pareciera que sigue pintando”, afirma Alejandro Julián Andrade respecto al legado prolífico y abundante de Miguel Jerónimo Zendejas, una obra que también es “democrática” por los espacios que llegó a ocupar y por el taller con el que contaba, que “era inmenso” y le permitía ser el más demandado del Obispado de Puebla, que era de costa a costa.

No obstante, afirma que sobre la obra conocida del pintor lo importante es “poner el ojo en el rescate”. Como ejemplo primordial está la bóveda del coro de Santa Rosa, la cual es necesario rescatar y volver a montar, pues ya son 25 años que lleva embodegada, en condiciones cuestionables que le causan una pérdida diaria.

“De nada sirve que haga un libro y los que somos amantes de la cultura lo lean y lo valoren, si en la comunidad no se sabe y hay malas intervenciones, pérdidas, robos. Lo que tenemos que hacer es que a través de estas herramientas de conocimiento se puedan valorar las obras y vuelvan a la vida, a los ojos de quienes conviven con ella”.

Por tanto, Andrade Campos llamó a que las nuevas autoridades -de la Secretaría de Cultura- pongan su atención en asuntos como este, pues “más allá de hacer cosas que no tienen sentido ni son una aportación trascendente, den a los poblanos la oportunidad de observar una obra que es parte del patrimonio. En lugar de hacer política faranduleras hagan políticas que tengan una trascendencia mucho más amplia que hablen de la identidad y la historia de Puebla”. 

Para consultar el libro, cuya edición estuvo acabo del saliente IMACP y pertenece a la Biblioteca Digital Angelopolitana, por lo que se puede consultar y leer en el sitio electrónico bibliotecaangelopolitana.puebla