Miércoles, octubre 9, 2024

Yucatán y Teotihuacan

Uno de los fenómenos más difíciles de explicar a mis estudiantes de la asignatura de “Mesoamérica” en el Colegio de Historia de la Autónoma de Puebla, es el de los contactos constantes entre el denominado Altiplano Central de México y las zonas mayas. Básicamente hablamos de los contactos e influencia cultural dada en dos periodos de tiempo y con dos culturas centrales: en el periodo Clásico entre Teotihuacan y la zona maya, cuyo foco más trabajado ha sido la zona del Petén y en el periodo Postclásico con la clara presencia Tolteca en la Península de Yucatán. Ya he hablado en otras columnas sobre estos contactos, en específico sobre Tikal y Teotihuacan, conocimiento que se ha visto nutrido por los hallazgos más recientes en la ciudad petenera. Con respecto a los toltecas en la zona yucateca, especialmente en Chichén Itzá, ha existido un interesante debate que ha ido desde la idea de que “fuerzas” toltecas habrían conquistado Chichén o que los mayas, por el contrario, habrían conquistado Tula. Al parecer, ni la una ni la otra y una interesante versión de lo que podría haber sucedido se explica en el libro “Mito y Realidad de Zuyuá. Serpiente emplumada y las transformaciones mesoamericanas del clásico al posclásico” (1999) de Alfredo López Austin y Leonardo López Luján. Ahí se estipula que se trató de la transmisión de saberes diversos provenientes del Altiplano Central, específicamente de Tula hacia muchos otros espacios de Mesoamérica, entre los que se encontraba el culto a la serpiente emplumada conocida como Quetzalcóatl en la zona nahua, Gucumatz en lengua k’iche’ o Kukulkán en lengua maya yucateca. Igualmente, el foco en la representación de la guerra y de los guerreros, el moldeado de tzompantlis (altares de cráneos) y jaguares y águilas devorando corazones en estuco. Se ha hablado mucho de ambos casos, lo mismo de la influencia teotihuacana en el Petén, que la influencia tolteca en Yucatán, pero relativamente poco de la influencia de Teotihuacan en la península de Yucatán, aspecto que abordaré en esta entrega. 

En el marco del 12vo. Congreso de Mayistas que se llevó a cabo en la Ciudad de México en instalaciones de la UNAM, se habló precisamente del particular en el simposio “Fronteras e interacciones de las unidades políticas mayas del oriente de Yucatán durante el Clásico Tardío-Terminal”. Ahí, los investigadores Travis Stanton Zielke (UC Riverside), José Francisco Osorio León (INAH, CY), Francisco Pérez Ruiz (INAH, CY) y Jesús Manuel Gallegos Flores (INAH, CY, SAS)
presentaron la ponencia “El sol, los ancestros y asentamiento: mapeando Chichén Itzá y Yaxunah con LiDAR”. Lo que recuperé como tema central, por el interés del que hablo al inicio de esta entrega, fue la influencia teotihuacana en ambas ciudades, en específico en Yaxuná, antes de que los toltecas hubieran establecido contactos con ellos. Esta ciudad ha pasado medianamente desapercibida debido a la importancia cultural, histórica y recientemente turística que ha tenido Chichén Itzá. Sin embargo, es muy importante por su situación estratégica. De acuerdo con Vera Tiesler, Andrea Cucina, Travis Stanton y David Freidel en su libro “Before Kukulkán. Bioarchaeology of Maya Life, Death, and Identity at Classic Period Yaxuná” (2017),  “Yaxuná se encuentra en un importante cruce de caminos en el área maya, lo que resulta en la intersección de estilos y personas en lo que visualizamos como una ciudad con un grado bastante alto de multiculturalidad. Yaxuná se ubica en los límites de las esferas culturales oriental y occidental de las tierras bajas mayas del norte (ver Andrews y Robles 1985; Freidel 1992). Sus lazos culturales continuos con los reinos de las tierras bajas del sur, desde el período Formativo hasta el Clásico Tardío, indican que fue un centro importante de redes comerciales interregionales desde el momento de su establecimiento inicial (Brainerd 1942; Loya Gonzalez y Stanton 2013, 2014; Stanton 2012)”. En efecto, Yaxuná, ciudad que tiene presencia maya desde el “Formativo Medio (1000/900–300 aC) hasta el Clásico Terminal (700/750–1000/1100 dC)”, fue una entidad sumamente importante, previo a su declive traído aparentemente por el desarrollo de Chichén Itzá en el Clásico Terminal e inicio del Postclásico. Además, siguiendo con el mismo libro, “dos de las pocas tumbas reales conocidas del período Clásico de los territorios del norte se encontraron en Yaxuná (Suhler 1996; Suhler y Freidel 1998). Ambos contextos datan del Clásico Temprano y nos dan una visión poco común del gobierno dinástico en el norte”. Por si fuera poco, mantuvo relaciones relevantes con Cobá, importante centro político del Clásico terminal, con la que se comunicaba vía el sacbé (camino blanco) más largo conocido (100 kms.). Si observamos un mapa de la Península, Yaxuná se encuentra justo en el centro, al sur de Chichén Itzá. Al tener esa posición, tuvo trato con numerosas otras sociedades del periodo, no sólo mayas de la región del Petén Central, sino otras culturas del Altiplano central, concretamente Teotihuacan. El hallazgo de una estela que personifica a un gobernante con atributos teotihuacanos y la existencia de rituales de fuego y agua, hacen pensar en estas relaciones a larga distancia. Como sugieren los mismos autores (Tiesler, Stanton y et.al.) la “importancia de la aparición de tales rituales de fuego en este momento radica en el hecho de que tales actividades rituales están vinculadas a los sistemas de creencias del centro de México. Dado que las expresiones ideológicas en el arte y otra cultura material en Chichén Itzá se basan en gran medida en las tradiciones culturales del altiplano mexicano, sugerimos que importantes tradiciones culturales como la celebración y conmemoración de importantes fechas calendáricas ya se estaban desplazando hacia la expresión del centro de México en Yaxuná”. Es decir, antes de que se verificaran en Chichén Itzá, ya se estaban dando en Yaxuná. 

Las relaciones entre Teotihuacan y la zona maya se han prestado a la especulación y la creación de hipótesis en dos vertientes al menos. De acuerdo con el artículo “Relación entre teotihuacán y el área maya: historia de los enfoques teóricos” de Alice Rigatti, publicado en la revista Anuario (2013) de la Universidad de las Ciencias y las Artes de Chiapas, existen dos posturas: las externalistas y las internalistas.  “Las perspectivas externalistas se enfocan en una presencia fuerte de Teotihuacán en el área maya motivada por fines económicos, políticos y de proselitismo religioso, asuntos en los cuales los mayas tuvieron un papel pasivo. (…) Los modelos internalistas, en cambio, interpretan estas influencias como una apropiación de los mayas de un estilo extranjero y de un simbolismo militar como marcador social. Sin embargo, estos dos enfoques presentan la limitación de no poder abarcar la cuestión desde una perspectiva bivalente y mutua, es decir, de cómo y cuánto Teotihuacán influyó en las culturas mayas y, viceversa, de cómo y cuánto las culturas mayas influyeron en Teotihuacán”. Por supuesto, recientemente existen posturas que hablan de que ambos modelos se pudieron manifestarse en las zonas exploradas, en momentos diferenciados o concomitantes, por lo que no podemos generalizar una o la otra. Sumado a lo anterior, la influencia del estilo Puuc, muy importante en la región yucateca para el Clásico (ahí vemos sitios tan importantes como Uxmal y presencia de este estilo también en Chichén itzá) y que habría incorporado elementos centromexicanos en su estilo como en Uxmal y Kabah, como afirman Tiesler y colegas, por lo que “no debería sorprendernos que ciertos elementos de esta ideología inspirada en la tradición Puuc se encuentren en otros sitios”. Resulta fascinante imaginar el ir y venir de personas de un lado al otro de Mesoamérica, trayendo ideas, conceptos, procedimientos, rituales, creencias a través de caminos, montes, ríos, o vía marítima. Sociedades interconectadas por amistad, conflicto, subordinación o cooperación en un complejo sistema de relaciones humanas. Recientemente se ha hablado de los conflictos de los señores del “Imperio” de Kan con sede en Calakmul y la Cuenca el Mirador y sus enemigos, los señores de Tikal con influencia teotihuacana que habrían afectado a las sociedades de las tierras del norte. Puede ser, aunque esta bipolaridad al estilo EU- URSS no me convence del todo. Por ejemplo, ¿qué papel jugaba Yaxuná, que tiene claras influencias teotihuacanas y presencia de Kan también? Como se preguntan Teisler y colegas, “El nuevo orden de reinos que se alinearon con Teotihuacan y Sihyaj K’ahk’ después del año 378 d. C. (de Tikal) fue gobernado por adversarios de los reyes de Kaanul. ¿Pudo Yaxuná haber funcionado como un reino vasallo del norte conquistado por las fuerzas de Sihyaj K’ahk’?” Igualmente, la relación con el centro de México es tan temprana como en el Preclásico Tardío, como afirman Linda Schele y David Freidel en su libro “Una selva de reyes. La asombrosa historia de los antiguos mayas” (1999): “la evidencia arqueológica documenta el interés de los mayas en la obsidiana verde para utilizarla en ofrendas tan temprano como el periodo Preclásico Tardío. Nuevas excavaciones en Tikal colocan el estilo arquitectónico talud- tablero en dicha ciudad antes de la fecha de la conquista de Uaxactún. Los mayas de las tierras bajas y los teotihuacanos se conocían mutuamente desde hacía mucho tiempo y habían intercambiado bienes exóticos producidos en sus dominios. La aparición de reyes de Tikal ataviados en el estilo de Teotihuacan representa una intensificación de este contacto o la adopción de un complejo ritual teotihuacano por los mayas para su uso propio. No indica la conquista del Petén central ni su dominio por grupos extranjeros”. Quien lea esto estará comprendiendo las razones de la dificultad de explicar lo “teotihuacano” en Tikal o lo “tolteca” en Chichén Itzá. Quizá lo que nos muestra Yaxuná es la permanente interacción, como dije líneas arriba, entre las diversas regiones de territorio mesoamericano producto no sólo de conflictos armados, sino de intereses de intercambio, rituales y muchas otras circunstancias que no alcanzamos a comprender todavía. Esto nos obliga a repensar muchas cosas con respecto a la interacción de estos grupos como que qué entendemos por intercambio, conflicto, pacto o subordinación. Todos estos conceptos, entre muchos otros, llevan un claro sesgo occidental y han sido usados para explicar, de manera universal, lo que podríamos denominar geopolítica. ¿Así operaba en estas épocas, en estos lugares? Es tiempo ya de replantearlo.   

 

   

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