No tengo claro cuál es el bagaje político de la magistrada Norma Piña, o a quién le hace caso en la forma de actuar, pero está claro que ha demostrado poca habilidad para incidir en la situación del Poder Judicial, atender la crisis en que se encuentra y sentarse a negociar, en el momento propicio y adecuado, para defender sus puntos de vista.
Ahora, se le ocurre hacer un llamado justo cuando el dictamen de reforma ya se aprobó en la Cámara de Diputados y justo cuando lo hace, se debate en Comisiones Unidas del Senado. Por qué no lo hizo cuando el Presidente de la República presentó su propuesta el pasado cinco de febrero. Está claro que apostó a otros escenarios que no se dieron ni lejanamente.
El domingo pasado, ocho de julio, la magistrada Piña manifestó que, “la demolición del Poder Judicial no es la vía como se pretende, hay que tener el valor y la voluntad para dar pasos firmes para hacer los cambios profundos y necesarios para construir la paz, la justicia y la reparación que México tanto necesita.” Nadie, que se sepa. ha planteado la demolición del Poder Judicial, sino lo imperioso de su reforma combatiendo la corrupción, acabando con los privilegios de su cúpula y ligándolo al pueblo, que es a quien se deben.
También puedes leer: Necesario consumar la separación del poder político del poder económico
¿Por qué ella y, su equipo, no tuvieron en su momento el “valor y la voluntad” para tomar el toro por los cuernos, debatir, presentar argumentos y convencer? En cambio, le apostaron a que el dos de junio no se daría el aval popular para el Plan C, después a una movilización y paro, que nunca logró el apoyo de la gente, pues siempre han estado divorciados de ella, aún los intentos por hacer que se manifestaran sectores de estudiantes universitarios, que pronto fueron contrarrestados con manifestaciones mayores.
Por el contrario, hicieron eco de recursos panistas claramente anticonstitucionales e incluso no previstos en la Ley de Amparo, con lo cual intentaron boicotear el debate en las Cámaras, amenazando de desacato a los legisladores de la mayoría, de tal manera que su umbral entre la legalidad y la ilegalidad es endeble, con lo que es difícil que así alcancen sus objetivos.
El mensaje de Norma Piña se escucha más como un grito desesperado, ante la defensa de lo indefendible, ante el fracaso de una estrategia equivocada y poco convincente para la mayoría de los mexicanos, a unas horas apenas de que el Senado apruebe el dictamen enviado por la Cámara de Diputados. Quizá cuando se publique el presente artículo ya se haya dado el paso y haya sido enviado el documento a los Congresos de los estados para su refrendo y posterior publicación por parte del Ejecutivo federal.
Norma Piña y su equipo mejor debieran dejar atrás los paros inefectivos y sin apoyo popular (a poco creen que los trabajadores en general de este país, vieron con simpatía, las manifestaciones y paro de los servidores del Poder Judicial cobrando el tiempo no trabajado), para participar activamente en los retos que vienen por delante, que no son fáciles.
Te podría interesar: Tiempo de plebeyos