Ya que la derecha en México pretende alcanzar el poder político, con mentiras, calumnias y agresiones verbales contra la Presidenta de los mexicanos, conviene acercarse, aunque sea brevemente, a lo que es el origen y pensamiento de la derecha en México y América Latina.
En la primera mitad del siglo pasado, al influjo del falangismo español, del fascismo italiano y el nazismo alemán, se crearon los primeros partidos de la extrema derecha en Latinoamérica superándose, así, la división política prevaleciente en el siglo XIX entre liberales y conservadores, cuyos partidos asumían diferentes nombres.
En México, el 23 de mayo de 1937 se funda, en la ciudad de León, Guanajuato, la Unión Nacional Sinarquista, movimiento inspirado en las falanges españolas, nacionalista y católico, que en 1975 impulsa la creación del Partido Demócrata Mexicano que existió hasta 1997. De ideología sinarquista, el partido tuvo entre sus fundadores a los militantes del sinarquismo; más tarde, el 15 de septiembre de 1939, surge el Partido de Acción Nacional (PAN), de raíz nazi (El Fisgón dixit), cuyo propósito ha sido enfrentar las políticas más radicales de la Revolución Mexicana.
A partir de la década de 1950, y a lo largo de la Guerra Fría, la derecha definió sus primeras propuestas políticas: mantener una visión tradicionalista y conservadora en defensa de la cultura occidental y del capitalismo, así como el rechazo de todo cambio social. Las dictaduras militares, alineadas a la “doctrina de la seguridad nacional” estadounidense, libraron una intensa y sangrienta guerra contra los movimientos sociales que contempló la violación sistemática a los derechos humanos y que, muchas veces, asumió un carácter genocida contra los pueblos originarios para despojarlos de sus territorios y sus bienes naturales.
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Luego del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, en Chile Milton Friedman diseñó un programa de cambios estructurales para la dictadura de Augusto Pinochet, con lo que el capitalismo entró en una fase de desarrollo neoliberal, que impulsó la hegemonía de la oligarquía financiera.
En México, la elección de Miguel de La Madrid (1982), significó la asunción al poder político de la derecha neoliberal, encabezada por Carlos Salinas, quien ocupó el cargo de secretario de Planeación en el nuevo gobierno. Su cargo le permitió a Salinas iniciar a tejer el entramado legal y administrativo con el que el neoliberalismo encarceló al país. Así, se iniciaron las privatizaciones con las que se trasladó la riqueza nacional y la pública al capital privado y se constituyeron en la base y sustento de los grupos oligárquicos que hoy dominan en México; asimismo, se aplicó una política de control salarial que aumentaba la plusvalía por la vía absoluta y empobrecía a los trabajadores; a su vez, el llamado desarrollo significó una creciente desigualdad social, así como la ampliación y la profundización de la pobreza; el gobierno mantuvo los rasgos autoritarios y, al mismo tiempo, se crearon decenas de organismos autónomos con funciones de gobierno que, con ello, se debilitaba.
Con la crisis política, social y económica del neoliberalismo, existió la posibilidad de un gobierno posneoliberal y en 2018 se reiteró la candidatura de AMLO comprometida con el cambio. La política de transformación de la Cuarta Transformación, que ha tenido como propósito desmontar el entramado neoliberal, polarizó la política y comenzó a perfilarse una derecha que empezó a actuar abiertamente teniendo como brazo electoral al PRIAN.
La estructura política y cultural de la derecha en México, se ha constituido con valores y principios basados en diversas definiciones elitistas como la meritocracia; el conservadurismo, que pretende intocadas las instituciones neoliberales (fundaciones. organismos autónomos, fideicomisos); el reconocimiento del supremacismo racial y de clase; la desaparición del Estado laico; el tradicionalismo como argumento para la inmovilidad de la sociedad; el clasismo, el racismo y la xenofobia; mantiene y proclama su desprecio por la inclusión y la igualdad; condena todos los movimientos sociales, rechaza las políticas de género; se define provida y se identifica con Iberoamérica; niega la conquista y el coloniaje; en sus gobiernos, se unen el autoritarismo y el señalamiento a los movimientos sociales como violentos, terroristas y disolventes. A todo lo anterior, la derecha agrega su fanatismo anticomunista y la defensa a ultranza de la propiedad privada de los medios de producción, incluidos los públicos; impulsan la política de flexibilización y precarización del salario; promueven el individualismo emprendedor y rechazan las políticas redistributivas.
El rechazo a la participación de la razón pública en la sociedad, le permite a la derecha, asumir el neoliberalismo como su guía ideológica y social. Con estos “principios y valores”, la derecha pretende, radicalizada, volver al poder en México, sin embargo, sus propuestas no responden a la satisfacción de las necesidades de la población, que cada vez más crítica, ha dejado de votar por sus enemigos de clase.
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