Sábado, mayo 24, 2025

Voy a sacar juventud de mi pasado

“De mis ojos está brotando llanto,

a mis años estoy enamorado,

tengo el pelo completamente blanco,

pero voy a sacar juventud de mi pasado.”

(Cuando vivas conmigo. Bolero ranchero, 1958)

José Alfredo Jiménez

Dirán ustedes que el siguiente texto es una auténtica verdad de Perogrullo y que no hace falta decir lo que es obvio para todos, pero quiero establecer desde un principio que la vejez, vista desde el punto de vista estrictamente médico, es considerada como parte del proceso de la vida de los seres vivos cuyas diversas manifestaciones evidencian básicamente una disminución de las capacidades orgánicas, cambios en las características somáticas, fisiológicas y psicológicas. Sin embargo, en los seres humanos la vejez, considerando la esfera de la cultura en la que nos movemos, no solo corresponde a una merma de las funciones biológicas y mentales, sino a cambios importantes en las capacidades cognitivas y sociales de las personas, así como en sus experiencias vividas. Por lo tanto, el significado de la vejez ha cambiado a través del tiempo y tambien la representación de los ancianos no ha sido la misma, aunque se suele decir, en asuntos de querencias, que “el corazón no envejece, el cuero es el que se arruga”.

Rucos, vejetes, abuelitos o “adultos en plenitud”

Los ancianos a través de la historia y de las diversas ideas y valores culturales han desempeñado diferentes roles y han sido considerados de muchas maneras; desde fuente de sabiduría, con ello respetados y considerados, hasta lastres sociales susceptibles de ser apartados o eliminados como es el caso de los senicidios practicados por algunas culturas. Las palabras que designan a los viejos son numerosas y describen un amplio arco que va desde lo afectuoso, ofensivo, humillante hasta lo “políticamente correcto” que emplea varios eufemismos para “suavizar” los términos de vieja(o) o anciana(o) y remplazarlos por “tercera edad”, “adultos en plenitud”, “adultos mayores”, que solo logran “tapar el sol con un dedo” respecto de los derechos que tiene este grupo etario.

Principalmente estos derechos tienen que ver con la salud y las pensiones[1] cuya satisfacción es ya una creciente carga económica para los estados ante el envejecimiento de la población. Este gran problema exige una pronta respuesta de las instituciones estatales y podríamos abordarlo en forma exclusiva considerando la reciente reforma al sistema de pensiones publicado en el Diario Oficial de la Federación el día 30 de abril de 2024 y el Decreto del Fondo de Pensiones para el Bienestar publicado en el DOF el día uno de mayo de 2024.

La fuente de la eterna juventud

Cuando los humanos comienzan a vivir en comunidades más complejas, aparte de las necesidades diarias de supervivencia surgen las ideas de prolongar la vida a través de fórmulas mágicas, elíxires maravillosos y hechizos, así aparecen los mitos de sitios prodigiosos como la fuente de la eterna juventud, los frutos de árboles fantásticos, los pactos con algunos dioses poderosos y en el cristianismo con el mismísimo diablo. En el antiguo Egipto la momificación intencional tenía el propósito de prolongar la vida, pero en el más allá. En la China antigua, con el mismo objetivo, los poderosos ingerían polvo de oro, de jade, hematita o cinabrio (sulfuro de mercurio) para prolongar su existencia y ya podremos suponer que con el mercurio solo lograban acortarla. En la India el soma era una bebida de los dioses y de la inmortalidad como la ambrosía de los griegos.

Las zonas azules

Existen las denominadas “zonas azules” que son aquellos espacios en los que viven las personas más longevas con buenas condiciones de salud. Las principales variables consideradas en los estudios acerca de este asunto son las condiciones genéticas de la población, los productos de la dieta, el entorno geográfico, los aspectos socioculturales, los económicos, la estabilidad política, los hábitos y estilos de vida como actividad física, sueño, las auténticas redes sociales o sociabilidad material, etcétera. Las zonas azules identificadas, bajo consideraciones dietéticas, son: Ikaria, Grecia que tiene una de las tasas más bajas de mortalidad y demencia senil relacionadas con su dieta mediterránea centrada en verduras, consumo de aceite de oliva; Okinawa, Japón en la que habitan las mujeres más longevas del mundo, con una dieta de pescado, soya, raíz de cúrcuma y artemisa (planta que en México es conocida como estafiate y sin usos alimentarios). Se agregan también la región de Ogliastra en Cerdeña en cuyas montañas vive el mayor número de hombres centenarios del mundo, con una alimentación baja en proteínas y Loma Linda, California Estados Unidos donde la gente vive más que el promedio estadunidense que, por cierto, está habitada por ricachones y también Nicoya, Costa Rica, con hombres longevos y una tasa de mortalidad muy baja atribuida a la actividad física moderada.

El más allá y el más pa´cá

Muchas religiones mantienen la creencia de la inmortalidad y algunas de la reencarnación y por lo tanto muchas vidas futuras. En el mundo mesoamericano los viejos eran considerados sabios debido a su experiencia, eran tomados en cuenta y ocupaban un lugar importante en la sociedad. Los huehuetlatolli son discursos que los viejos dirigían a los niños y jóvenes[2] sobre cómo regirse en la vida y en la que buena parte de la prédica es acerca del papel de la madre y del padre, así como de la obediencia y respeto hacia sus progenitores. Según la cosmogonía mesoamericana los dioses creadores del mundo son los ancianos como lo testimonia el Popol Vuh en su capítulo primero. Entre los nahuas existen diosas y dioses ancianos como Toci, la abuela, huehuetéotl, el dios del fuego que es representado por un anciano con un brasero en la cabeza. El doctor López Austin en su libro “Cuerpo humano e ideología”, en un apéndice de textos nahuas que se refieren a la edad y sexo en el Códice Matritense nos dice que las viejas y viejos venerables son:

“El hombre viejo es cano, de cabeza blanca, duro, hombre antiguo, viene de antiguo, dueño de consejos, dueño de trabajos realizados. El buen viejo está lleno de fama, lleno de honra, posee amonestaciones, tiene agua fría, tiene ortigas, tiene palabras. Es instructor; relata, cuenta lo antiguo. (…) gobierna, dispone arregla.”

“La mujer anciana es el corazón de la casa, el rescoldo, la guardiana. La buena persona anciana es convocadora, congregadora de la gente. Es luz, tea, espejo, lizo, medida.”[3]

En el México contemporáneo existen algunas danzas en las que los personajes representan a ancianos, para lo cual usan máscaras apropiadas. Algunos de estos bailes están relacionados con el ciclo agrícola como es el caso de la “Viejada” que se baila en diversos poblados campesinos de la región llamada La Huasteca que abarca los estados de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí e Hidalgo y también, como consecuencia de la migración de connacionales hacia el país del norte, se baila en Houston y Corpus Christi (Texas) y Atlanta (Georgia) en los Estados Unidos. Respecto de la famosa danza de “Los viejitos” de la región del lago de Pátzcuaro del estado de Michoacán —refieren los participantes del pueblo de Jarácuaro— que esta danza fue inventada en la época de la Conquista para divertir a los soldados españoles y evitar la eliminación de los ancianos. Si consideramos solamente el repertorio musical de Latinoamérica, incluido México, con el tema de los viejos, podemos constatar que es enorme y generalmente se trata de evocaciones y homenajes dirigidos a los padres que, en algunos países, son llamados cariñosamente “viejos”. Una danza tradicional de los mazatecos es la de los huehuentones que literalmente significa de los “vejetes” y se celebra como parte de la conmemoración de los difuntos.

“Manita de gato” y… a veces zarpa de tigre

Ante a esa situación inevitable existen multitud de propuestas, revelaciones, sugerencias, recetas e infinidad de menjurjes, procedimientos milagrosos y hasta pactos con el diablo que ofrecen soluciones que van desde las aceptadas pautas para un envejecimiento saludable, a las tramposas intenciones para ocultar, simular y hasta disque detener las manifestaciones de la ancianidad. Como sucede en una sociedad tan compleja como la nuestra hay diversidad de ideas y opiniones respecto a esto. La publicidad tendenciosa induce ideas acerca de las manifestaciones físicas aparentes de la vejez como los párpados caídos, las manchas, las arrugas de todo tipo incluyendo las gravitacionales, la tonicidad de la piel, las grietas en cualquier región de la anatomía, las saculaciones hemorriodales, el vello corporal y algunos pelos adventicios, de aquellos que salen en las palmas de las manos.

La cosmetología y la cirugía plástica ofrecen las soluciones más directas para dar el “gatazo”, así que el dicho de “peinar canas” sigue siendo verdadero, pero ahora las canas se encuentran pintadas con tintes químicos que ofrecen una paleta cromática de tonalidades diversas, desde el negro azabache hasta el rubio platinado. El problema principal de los tintes es que a la larga dañan el cabello y éste acaba con la consistencia de un auténtico estropajo de ixtle. Además, pese a esto todos nos damos cuenta que en aquellas personas “rucailas” que recurren a estos artificios existe un fuerte contraste entre su cabello negro, rubio o rojo y la “cara ajada” que nos muestran con su cuero fruncido. Sin embargo, el maquillaje y algunas cremas dicen que ayudan a “taparle el ojo al macho” y con estos “resanes” consiguen aparentar una edad menor que yo francamente estimo alrededor de uno o dos meses solamente.

“Viejos los cerros y… reverdecen”

Decenas de refranes relativos a los viejos se pueden registrar en el español de México, algunos de ellos proceden de España, otros son adaptaciones de estos mismos y otros más son de genuina cepa mexicana y procedentes del mundo campesino. De entre los más conocidos les transcribo los siguientes: “No te arrugues cuero viejo, que te quiero pa’ tambor”. “Al jacal viejo, no le faltan goteras”, “viejos los cerros y… reverdecen”, “Todo por servir se acaba y acaba por no servir”, “Jarrito nuevo, ¿dónde te pondré?; jarrito viejo, ¿dónde te aventaré?, “No estoy tan viejo, lo que pasa es que estoy aflojado en terracería”, “Gallina vieja hace buen caldo”, “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, “Dicen que es malo llegar a viejo, pero es peor no llegar a serlo”, “De joven cirquero, de viejo payaso”, “Pollo nuevo y vino añejo, hace mozo al hombre viejo”, “Cada viejito alaba su bordoncito”, “Abriga bien el pellejo, si quieres llegar a viejo”,  etcétera. Y yo les digo que “soy viejo, pero no de todas”.

La danza de los viejitos

Existen dos disciplinas de la ciencia cuyo objetivo son los ancianos: la geriatría que es una rama de la medicina que se especializa en la prevención, atención y recuperación de los ancianos y la gerontología que es una rama de las ciencias biológicas que se ocupa del estudio del envejecimiento. Ambas se encuentran íntimamente relacionadas porque la cuidadosa observación clínica de los geriatras y los estudios clínicos establecen diagnósticos respecto de las diversas patologías que se padecen a edad avanzada, así como de los tratamientos que se aplican incluyendo el restablecimiento de los pacientes. Algunas personas se resisten a acudir al geriatra, porque esto los coloca en una posición asumida como viejos y tratan de seguir atendiéndose con el pediatra que los vio en su niñez, pero por medio de la güija. Los estudios gerontológicos que abarcan aspectos fisiológicos, morfológicos, psicológicos, funcionales y sociales contribuyen a conocer, de una manera integral, la evolución de este periodo de la vida de las personas.[4]

Como te ves me vi, como me ves… ojalá llegues a verte

Los jóvenes que se mofan de los ancianos deben considerar que existe un solo camino en la existencia, pero por el que no todos llegan a transitar, ya que algunos rendirán tributo a la tierra anticipadamente. “Si la juventud supiera y la vejez pudiera”. El capacitismo es una categoría de distinción social que promueve estándares físicos y mentales de lo considerado “normal” o “idóneo” y segrega a quienes no cumplen con la normalización y por lo tanto devalúa la discapacidad y la vejez. Su señalamiento extremo está dirigido a los considerados monstruos a quienes se excluye de la sociedad.

Algunas conductas de los ancianos son calificadas como infantiles sobre todo cuando estos viven en aislamiento social y se vuelven huraños y cascarrabias poniéndose insoportables, llegando inclusive a negarse a aceptar tratamientos médicos necesarios. Algunas reuniones sociales y la asignación de pequeñas tareas al viejo o a la vieja alivian, en la mayoría de los casos, estos comportamientos. Las residencias, asilos o albergues para ancianos, de acuerdo a las condiciones económicas de la familia, resuelven en parte el problema de la falta de atención y vigilancia del anciano, pero la interacción con la familia sigue siendo de vital importancia. Es necesario que existan más albergues públicos para subvenir al creciente envejecimiento de la población, sobre todo para quienes carecen de recursos económicos para costear un “hogar” de este tipo.

Senectud y senilidad

Senilidad y senectud tiene sus diferencias; la primera se refiere a los procesos psicológicos de la vejez y la segunda a los procesos físicos. Independientemente de las enfermedades propias de la edad avanzada existe una natural fragilidad que corresponde “al estado originado por una pérdida excesiva y multisistémica de la capacidad de reserva y adaptación del organismo, suficiente para manifestarse como deterioro funcional (…) que conlleva mayor necesidad y riesgo de utilización de recursos sociales y sanitarios, institucionalización, deterioro de la calidad de vida y muerte”[5]

Nos toca valorar nuestras condiciones de salud y capacidades para poder sobrellevar la vida cotidiana y aún llevar a cabo algunas acciones productivas para tener un envejecimiento sano en lugar de uno patológico. Conocer nuestras habilidades manuales, marcha, equilibrio, fuerza y capacidad aeróbica. Considerar las expectativas a corto y mediano plazo que nos permitan valernos por nosotros mismos y garantizar una relativa independencia Evaluemos nuestras facultades cognitivas, nuestra memoria, concentración, vista y oído, velocidad de las reacciones, dentadura, estado anímico, tono muscular, movilidad, alimentación, entre muchas otras porque siendo unos carcamanes, podemos despedirnos de este mundo por cualquiera de las tres “C”: catarro, caída o cagada. Recordemos y hagamos saber a quienes nos rodean que:

“En todas las casas debe haber un viejo y un burro; pero que ni el viejo sea tan burro ni el burro tan viejo”.

Te podría interesar: Los mostros

[1] “Las pensiones en México: Crónica de una crisis anunciada”. En “El Economista”. (24 de mayo de 2021). [Consultado: enero 2024]. https://www.eleconomista.com.mx/capitalhumano/Las-pensiones-en-Mexico-Cronica-de-una-crisis-anunciada-20210521-0088.html

[2] Entiéndase niños y niñas, así como a muchachos y muchachas.

[3] López Austin, Alfredo. Cuerpo humano e ideología. unam Instituto de Investigaciones Antropológicas [Recurso digital consultado: marzo 2020]. https://www.academia.edu/27840014/CUERPO_HUMANO_E_IDEOLOGIA_o_t_OIOlOGI_A

[4] Primer Congreso Internacional Interdisciplinario sobre Vejez y Envejecimiento. unam-Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y vejez. [Recurso digital consultado en mayo de 2022] https://seminarioenvejecimiento.sdi.unam.mx/CIIVE/archivos/Resúmenes%20Vejez%20y%20Envejecimiento.pdf

[5] “Conceptos generales de Geriatría y Gerontología.” En Palacios Ceña D, Salvadores Fuentes P (coord.). Manual docente de enfermería geriátrica y gerontológica (I) Limitación funcional en las personas mayores. Intervención multidisciplinar. Madrid: Edita Servicio de Publicaciones Universidad Rey Juan Carlos, 2010. [Consultado: octubre de 2019]. https://burjcdigital.urjc.es/bitstream/handle/10115/12634/CONCEPTOS%20GENERALES%20GERIATRIA-%20PALACIOS.pdf?sequence=1&isAllowed=y

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