“Si te importa tu vida respeta a los demás” y “No somos inmortales para seguir jugando a las guerritas”, decían la cartulinas improvisadas que portaban un par de muchachas que abrieron el carnaval de Huejotzingo, el día de ayer. Las frases, eran un mensaje directo dirigido a los 11 mil huehues que a lo largo de cuatro días participaron en este acto festivo el cual, en su edición 146, se caracterizó por la violencia exacerbada, ya fuera particular o en grupo, que arrojó la cifra de tres muertos y más de 70 heridos.
Al cierre de esta edición también se reportó la detención del reportero Leonardo Herrera, colaborador del diario digital Lado B, quien fue detenido por la Policía Estatal como parte de una gresca entre elementos armados y danzantes, quienes rompieron los cercos de seguridad para realizar las llamadas “guerritas”. Según reportes del mismo portal, se aseguró que el periodista saldría esa misma noche.
La mañana del martes, desde la entrada al municipio ubicado a unos 20 minutos de la ciudad de Puebla ya se venían las patrullas de la Policía Estatal que llegaron a auxiliar a las 100 personas que durante tres días se encargaron de seguridad pública, el rescate y la atención de la salud, que se sumaban a los 60 civiles organizados por el patronato.
En las calles principales, alrededor del zócalo y el ex convento franciscano, podían verse los grupos de policías apostados. Su presencia en el carnaval fue en respuesta a las llamadas “guerritas” en las que los huehues se enfrentan y hacen tronar sus mosquetones sin precaución, provocando lesiones e incluso la muerte a sus pares e incluso a los curiosos.
En un intento por detener la situación, el patronato, batallones y las autoridades del municipio se reunieron la noche del lunes 3 de marzo para decidir que en el desfile principal, el de este martes, no se realizaría la representación de la Batalla del 5 de mayo con el fin de evitar los enfrentamientos entre danzantes.
Pese al acuerdo, el batallón de Zapadores del tercer barrio rompió el cerco de seguridad, enfrentándose y provocando que la cifra arrojara, para la mañana del 4 de marzo, un saldo de 53 personas heridas y tres fallecidos, entre ellos un menor de 14 años.
Tratar de poner brillo sobre la pólvora
El día de cierre comenzó temprano para los danzantes y sus familiares. Ello, porque desde las tres y media de la mañana las comparsas se trasladaron hacia algunas granjas de la región para para pedir el “rancho”, que consiste en solicitar alimentos que serán utilizados en la comida del mediodía.
Luego, sin dejar de bailar y convivir, hicieron una visita especial al panteón municipal para recordar a los maridos, hermanos, primos y vecinos que “cayeron en batalla”, es decir, que murieron el año pasado o en ediciones anteriores a causa de las mismas “guerritas”. Entre todos realizaron una petición: “Que este año no se vayan más muertitos”, como cuentan los vecinos de Huejotzingo.
Al final, la visita al panteón terminó con la convivencia y la repartición de las “cazuelas de enchiladas rojas” que llevan las mujeres, que se complementan con más cerveza y tequila.
Para el mediodía, quizá por precaución, los visitantes iban llegando poco a poco. La usual gradería dispuesta frente al Palacio Municipal se llenó hasta casi las 13 horas, al tiempo en que comenzó el carnaval con la presencia del edil de Huejotzingo, Carlos Alberto Morales.
Uno a uno transcurrieron los 17 batallones y tres grupos de hombres y mujeres del municipio y de otras comunidades cercanas que participaron en este año. Ahí desfilaron los zacapoaxtlas, los indios serranos, los zapadores, los zuavos y los turcos, tronando sus mosquetones y defendiendo una tradición que comenzó en 1868, en donde el brillo, la majestuosidad y vistosidad de los trajes, la alegría y complicidad de los danzantes, pesan sobre los problemas que ha traído el uso desmedido de la pólvora y el consumo de alcohol.
Como cada año, abrieron el desfile los grupos que representan al casamiento indígena y festejan el primer matrimonio celebrado por frailes franciscanos en América. También, pasó el grupo de bandidos comandado por Agustín Lorenzo, quien al final del carnaval se robó a la hija del corregidor de Huejotzingo. No pudieron faltar los negritos, un contingente introducido en los 60 del siglo anterior por Gaudencio Santa María, quien pensó en incluir a los esclavos traídos a la Nueva España.