El confinamiento obligado por la pandemia ha generado muchos estados de ánimo y crispado las emociones de muchas personas. Cada individuo reacciona de manera distinta, pero por desgracia hay quienes desbocan sus frustraciones, temores, enojo y tristeza, ejerciendo la violencia.
La Secretaría de Igualdad Sustantiva dio a conocer ayer cifras escalofriantes: durante la cuarentena ha recibido más de 11 mil denuncias de ataques contra mujeres y que al menos 3 mil han derivado en la gestión de órdenes de protección para sendas féminas que han sido violentadas.
El machismo, la misoginia y el sistema patriarcal tienen su expresión más acabada en los feminicidios, pero la antesala de esos crímenes se ubica en las agresiones cotidianas: los insultos, la violencia psicológica, la humillación, el esclavismo doméstico y los golpes.
Todas esas variantes de la violencia doméstica deben ser no solo castigadas sino erradicadas por completo y es plausible que las autoridades en Puebla estén abocadas a darle apoyo y protección a las víctimas, pero no hay que olvidar que el origen de estas conductas se encuentra en la familia, en las escuelas, en los centros laborales y en todos los sitios donde se prodiga y consiente cualquier tipo de violencia, no solo la que se ejerce contra mujeres, sino contra cualquier individuo, animal o cosa.