El confinamiento voluntario en casa ha sido, probablemente, la acción más eficiente para frenar la curva de contagio del coronavirus.
Sin embargo, el encierro también ha sacado a la luz prácticas deplorables que sucedían en nuestra sociedad, como la violencia por asuntos de género, los cuales se han incrementado dramáticamente durante la cuarentena.
Se trata, por supuesto, de un problema que tiene sus orígenes en el seno más oscuro de la sociedad y nuestra cultura, pues se fundamenta en el machismo y la misoginia.
Sin embargo, la prevención y solución a esta situación es responsabilidad de todos los sectores, el civil y el gubernamental, porque de nada sirven los discursos abundantes de conceptos sobre la equidad sustantiva entre féminas y varones, sino se erradica de una vez por todas la violencia física y psicológica.
Ayer el Poder Legislativo se sumó a la campaña que desde hace semanas lleva acabo el Ejecutivo para denunciar ataques durante esta cuarentena, pero se hace indispensable que este tipo de políticas se conviertan en asunto de Estado para que la violencia sea erradicada de una vez por todas.