El sábado se corrió en Baréin el primer GP de la temporada de F1. Pero no hubiera hecho falta correrlo, con una copia al carbón de cualquier 1-2 de Red Bull en la campaña anterior habría bastado. Ni falta hace decir quién el uno, quién el dos. Max Verstappen no esperó ni un segundo para tomar la punta y comenzar su escalada al margen de los demás. En la parrilla de partida lo había acompañado el Ferrari de Charles Leclerc, pero el neerlandés lo dejó en el andén y se largó solo. Luego, mientras Max seguía abriendo un abismo entre su Red Bull y el resto, se sucedieron lejos de él algunas alternancias más entretenidas que apasionantes, al cabo de las cuales lo acompañaría en el podio su coequipero mexicano –Checo se había clasificado 5º. Tercero entró el Ferrari de Carlos Sáinz; Leclerc, que tuvo una primera parte de la prueba de pesadilla, peleado con el sistema de frenado de su nave, quedó finalmente cuarto. Y de ahí para atrás Rusell (Mercedes), Norris (McLaren), Hamilton (Mercedes), Piastri (McLaren), Alonso (Aston Martin) y Stroll (Aston Martin). Detrás del holandés, el abanico se siguió abriendo: Sergio Pérez entró más de 22 segundos después que el líder, Sáinz a 25´ del tapatío, y el décimo lugar vio la bandera a cuadros al minuto con 33 segundos y dos décimas del ganador: tiempo bastante para que Max estuviera tomándose un cafecito reparador antes de subir al podio.
Cobran sentido las palabras de Fernando Alonso previas a la carrera: “Al menos hay 19 que sabemos que no seremos campeones este año”. El que hace el número 20 –más bien el número uno– ya sabemos quién es. Lo que no sabíamos es que el Aston Martin del asturiano fuera a tener un rendimiento tan flojo. Y tampoco los Mercedes están para competir por la punta. Si acaso las dos Ferrari, dicho sea con todas las reservas del caso.
Porque, si algo muy gordo no sucede, nos espera otra campaña tan previsible y pasmada como la anterior.
Pobre Puebla. Así como el Querétaro no había ganado hasta que la Providencia le puso una Franja enfrente, el San Luis, que andaba a los tumbos, aprovechó la visita del Puebla para darse un agasajo donde el 4-0 no refleja el alegre paseo que fue para los potosinos su hipotético encuentro contra los camoteros; como por arte de magia, el Atlético San Luis se parecía más al Aleti madrileño de Luis Aragonés o la Juventus de Michel Platini, no al descolorido cuadrito de fechas anteriores. Total, tiro al blanco contra la “Araña” Rodríguez y golazos a la carta (el brasileño Vitinho a los 31′, el francés Salles–Lamonge a los 44′, el chileno Galdames a los 59′ y otro brasileño, Oliveira, a los 90+2′), más los que se perdió el ataque local, más por desidia que por otra cosa.
Y no sirve de alivio recordar que el Puebla se quedó con diez desde el minuto 16 por expulsión de Navarrito, cuyo tardía entrada sobre el 8 sanluisino (Sanabria, teatrero profesional) no ameritaba la roja directa, que lesiona el limpio historial del pundonoroso veterano. Pero había consigna de bien arriba, como no tardaría en confirmarlo la extraña lluvia de expulsiones que salpicó la jornada. Ninguna novedad, dados los usos y costumbres de nuestro futbol “profesional”.
Alguien, abusando del tópico, dijo que el Puebla “tocó fondo” en el Alfonso Lastras. Mucho me temo que no. Que su particular pozo de este año no tendrá fondo. Tómese en cuenta que aún nos falta enfrentar a Tigres, Chivas, Cruz Azul, América… más algunas comparsas de la liga –Atlas, León, Xolos–, que no son inferiores ni al Querétaro no al San Luis.
Que dios nos agarre confesados.
Chivas zarandeadas. Se llenó el Azteca y, como estaba previsto, hubo duelo parejero de porras y coros entre los seguidores del Cruz Azul y el Guadalajara. Pero ese fue el único empate a registrar, porque en la cancha el único color visible fue el azul, que no buscaba al que se la hizo sino al que la pagara. Tan grande le quedó el equipo de Anselmi al de Fernando Gago –che vs che– que el segundo tiempo estaba de más, con los cementeros dedicados a guardar el 3-0 del primero (Favarelli a los 7′ y doblete de Antuna, 27′, 33′), con el Rebaño hundido en la impotencia aunque no dejaran sus hombres de correr y luchar, como de costumbre, cada quien por su lado.
A poco de eso, y como confirmación de que la jornada sería adversa a los equipos tapatíos por culpa de los de la capital, el América sepultó al Atlas en el Jalisco bajo el peso de un 1-5 demoledor, aprovechando a placer la expulsión Santamaría cuando ya iban 1-2. Y también hubo tarjeta roja en la Bombonera (Sebastián Córdova), útil para voltearle el partido a Tigres, que ganaba entonces y finalmente caería (2-1); se estrenó como anotador con los diablillos Alexis Vega (54′) y un penalti convertido por el arquero toluqueño Tiago Volpi selló la victoria del chorizo fresco.
Otro triunfo casero fue el del Pachuca, pero el colíder no la tuvo fácil, pues Bravos hizo honor a su nombre y obligó a los Tuzos a esforzarse al máximo (3-2, con gol ganador del venezolano Rolón). La víspera, Mazatlán había dado cuenta del invicto del Necaxa, derrotado en el puerto por los mazatlecos han mejorado mucho (2-1). Falta saber si el Monterrey, único equipo sin derrota a la altura de la fecha 10, mantuvo esa condición aprovechando la visita de Pumas, anoche pero después de firmada esta columna. A media semana, por cierto, los dos regiomontanos se habían puesto al corriente con el resto al desahogar encuentros pendientes. Y es el caso que Monterrey no pasó del empate en Tijuana (1-1), mientras Tigres vencía a Juárez por la mínima en el Volcán (1-0).
Además del Monterrey-Pumas faltaba por jugarse un Xolos-León sin mayor trascendencia a efectos clasificatorios.
Tabla general. En espera de lo que ocurriera anoche en Monterrey, la jornada 10 muestra un liderato compartido por Cruz Azul y Pachuca (con 22 ambos), seguidos por América (21), Rayados y Toluca (19), Tigres (18); más atrás, con 15 puntos, aletean los derrotados Necaxa y Chivas, y con cuatro menos sobrevive el Querétaro (11); León, San Luis y Santos llevan solamente 10, con nueve unidades malviven Atlas y Mazatlán y el resto es calderilla: Tijuana (5), Puebla (4) y Juárez (2).
Si estuviésemos en Europa, los tres últimos estarían por caer a la Segunda División. Pero claro, en México no corren ningún riesgo. Y ni quien vea por sus sufridas aficiones.
Domingo de clásicos. En Holanda chocaban el líder PSV Heindhoven y el Feyenoord de Rotterdam en un ambiente de pasiones que el empate a 2 dejó en suspenso; Santi Giménez anotó el segundo del Feyenoord en tanto Chucky Lozano, del PSV, erraba un gol a metro y medio del arco.
Y en Manchester, el United salió muy mal parado del derby local, que fue para el City con música de 3-1. La superioridad del local, abrumadora, sólo pudo concretarse en los últimos minutos, ante unos red devils en constante repliegue a partir de la temprana apertura del marcador (Rashford, 6´); lo demás fue un puro tocar y tocar con el campo inundado de camisetas celestes, y la llave que forzó el cerrojo escarlata la manejó con maestría Phil Hoden, gran animador de su equipo y autor de un doblete sensacional. La producción de uno y otro daba para goleada de escándalo, pero Onana, arquero camerunés del United, estuvo inspirado como nunca.
En Italia, un clásico sur-norte –Napoli-Juve– mostró la decadencia de las cebras rojiblancas y la paulatina recuperación del equipo partenopeo, que ganó con todo merecimiento (2-1) cuando un remate rinconero de Chiesa (81′) parecía haber condenado al empate un partido francamente bueno; pero llegó un penalti sufrido por Asimehn que Szczesny le paró en primera instancia al africano, mas como nadie acudió a defender el rechace del polaco, Raspadori se avivó y selló el triunfo de los suyos (88′). En el calcio, la Serie A está ya más que resuelta en favor del inter (69 puntos contra 57 de Juventus y 56 del Milan), y, por lo que hace al descenso, en contra del Salernitana y sus escasísimos 14 puntos tras 27 jornadas, pues de poco o nada habrá de servirle su empate sabatino en Udine (1-1); a Memo Ochoa, su arquero, le espera pronto la poco honrosa marca de 1000 goles recibidos a lo largo de sus 21 años de profesional, pues lleva hasta el momento 996 balones recogidos en el fondo de su portería y el equipo de Salerno acostumbra aceptar por lo menos gol en cada encuentro que, más que jugar, sufre.