En la pasada entrega hablé de la participación de Tenoch Huerta en la película “Black Panther: Wakanda Forever” (2022), activista en contra del racismo, acérrimo defensor de lo que él llama “poder prieto” y que, con el provecho que le han traído los reflectores -bien merecidos, me vale lo que opinen los amargados y envidiosos-, ha continuado denunciando esa terrible lacra que nos constituye. Todos hemos sido racistas, todos; que no nos guste aceptarlo es otra cosa. De hecho, no hace mucho, a cuento de mi publicación “Mexinazis” donde denunciaba el avance de este pensamiento supremacista en nuestro país – hasta concierto neonazi hubo en CDMX-, recibí un comentario en un grupo de Facebook que no tiene desperdicio -por supuesto, respeto la forma en que fue publicado, con todo y faltas ortográficas y errores de dedo-: “pero en tu escrito se te olvida mencionar al zotaco prieto que no llegaba ni al 1.50 que hizo lo que le vino en gana, robando y traicionando a su paso, pero éso sí! como es del “pueblo “está justificado su proceder… perdón pero que pedorro periódico”. ¡Cuánto odio en tan pocas palabras! Me quedé patidifuso. ¿Acaso el sujeto de corta estatura y tez morena al que se refiere esta persona es Salinas de Gortari? Pero no, “prieto” no era y tampoco era muy “pueblo” que digamos; pero de que hizo lo que le vino en gana, aparentemente robando y traicionando, eso sí. Intuyo que habla de Benito Juárez. Si es así, no sólo evidencia racismo y clasismo enraizados en una concepción bastante sesgada -he ignorante- de la historia decimonónica mexicana, sino que también exhibe esa reciente discusión bastante desatinada entre conservadores y liberales, ciertamente alimentada desde Palacio Nacional, eso sí. Es como presenciar las marchas a favor del INE donde con pancarta en mano mucha gente no sólo defendía el Instituto sino su derecho a ser “blanco”, “rico” y a sentirse especial por serlo. De hecho, tal reforma Electoral es sumamente necesaria, pero el debate no se encuentra entre “fifís y chairos”, sino entre la democracia y las instituciones encargadas de garantizarla, al menos en los procesos electorales. En el otro espectro hay quien me dijo, a cuento de mi columna sobre Tenoch que lo único que me faltó es decir que, si no te gusta la actuación de Tenoch o la película, eres racista. ¡Vaya maniqueísmo más absurdo! En fin. Vuelvo a esta discusión precisamente porque en estos días se llevó a cabo el Foro Mundial contra el Racismo y la Discriminación 2022 organizado por la UNESCO con sede en Complejo Cultural de Los Pinos, en la Ciudad de México. Según una nota publicada hace unos días por esta casa editorial en letra de César Arellano García, durante “la inauguración del evento, Kailash Satyarthi, premio Nobel de la Paz 2014, advirtió que se debe luchar contra la mentalidad discriminatoria que se refleja de muchas maneras, entre ellas en prácticas sociales o culturales discriminatorias, tradiciones que se han convertido en parte de la vida normal. (…) Consideró que el racismo y la desigualdad son de los problemas más ‘arraigados’ en la sociedad, y son los causantes de millones de problemas más en todo el mundo. ‘Si sólo nos impulsan la avaricia y la mezquindad, lo habremos perdido todo. Hago un llamado a globalizar la compasión, nuestras políticas y economías la deben incluir para luchar contra las injusticias’”. Suena francamente ingenuo el pronunciamiento, pero la verdad es que debiéramos avanzar hacia allá pero de forma firme, no con buenas intenciones, sino a través de un proyecto de largo aliento que incluya a la educación y trabajo en casa que es donde inicia el racismo y la discriminación. El trabajo también debe venir en otros espacios, como veremos más adelante.
En el segundo día del foro se habló de medios masivos y redes sociales. “En México, más del 70 por ciento de la población se identifica con un color de piel moreno, y más de 11 millones de personas se asumen como indígenas -según reporta una nota del portal Pie de Página-. No obstante, en los medios masivos de comunicación esta realidad parece borrada. (…) Telenovelas, películas, series y un sinfín de expresiones periodísticas, artísticas o de divulgación siempre han tomado como protagonistas en sus historias a gente de piel blanca, otorgándoles papeles o posiciones de éxito y poder. (…) A la población morena, en cambio, cuando se le representa en estos espacios casi siempre es reproduciendo estereotipos que pesan sobre ellas: pobreza, marginación y rezago social o económico”. Ya no lo está diciendo nada más Tenoch Huerta, ya son otras organizaciones, periodistas o gente del medio de la actuación, como la actriz Maya Zapata. “Para ella -continúa la nota-, existe un evidente proceso de revictimización en cómo se incluye a las poblaciones racializadas en la actuación o producciones audiovisuales. Casi siempre, afirma, esto se hace desde los prejuicios que pesan sobre ellas. (…) Esto, explica, consolida una narrativa hegemónica que acapara la mayoría de los espacios masivos de comunicación y difusión, por lo que resulta difícil encontrar en los medios públicos y a gran escala otros discursos que se salgan de estos estereotipos. (…) Y agrega que, entonces, los medios de comunicación. ‘(Los medios de comunicación) se vuelven un espacio de propaganda de los valores del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado’”. Esto último nos lleva a reflexionar sobre la discriminación en general, pues no solo viene por color de piel, sino también por nivel socioeconómico y por género en esa perversa mezcla de la que he hablado. Baste ver el personal que aparece en televisión en noticiarios, programas de entretenimiento o de deportes, para darnos cuenta de la racialización y la misoginia con la que se realizan no sólo los repartos, sino los roles que ha de jugar cada “personaje” que se presenta ante cámara. El caso más inaudito en pleno siglo XXI es el del segmento del clima, que suele estar a cargo de mujeres jóvenes, esculturales, principalmente de tez blanca -y si es morena, ha de ser el estereotipo de mujer “sexy”- y con vestimenta entallada y provocativa. A leguas se ve que la gran mayoría de estas mujeres podrían llevar otros segmentos de estos espacios noticiosos -véase la barra programática de canales como el de Milenio Noticias- pues no sólo demuestran simpatía, sino inteligencia y capacidad y es terrible que las encasillen de esa manera. ¿Por qué no se presentan a dar el clima hombres de cuerpos perfectos, casi en tanga y con el pecho descubierto para hablarnos de las lluvias y los fríos de la temporada? Estoy seguro de que muchas y muchos lo agradecerían. Hipocresía total, se le llama.
Por supuesto, también hay que hablar de lo que sucede en la publicidad en México y otras latitudes. Hace un par de años conocí en un congreso de semiótica a Carl Jones, publicista inglés que estudia un doctorado en el Royal College of Art de Londres y que se ha dedicado a analizar el racismo y la discriminación en la publicidad mexicana. En una entrevista otorgada al portal Latinspots, Jones afirmó: “Necesitamos aprender a eliminar el pensamiento colonialista del proceso creativo para que la publicidad no refleje dicho modelo de pensamiento, sin embargo, hay algunas campañas publicitarias que intentan ser más inclusivas, como la cerveza Victoria ‘Dia de los muertos’ que celebra la cultura mexicana mientras presenta actores y modelos de tez más oscura’. Jones observa que ‘para eliminar el racismo de la publicidad, sugiere que las agencias publicitarias reflejen la cultura tal como es, y no como las marcas pretenden que sea la cultura mexicana’”. Lo anterior, pese a que suene a una ingenuidad, es algo que debiera empezar a hacerse. Desde este espacio he venido proponiendo, desde una postura decolonial centrada en las y los sujetos, que se retomen prácticas y costumbres más acordes a nuestra identidad, local, regional y nacional, desde la educación, el trabajo, la economía y la política. Si lo hiciéramos de esa manera, una de las primeras cosas a las que renunciaríamos es a la categorización de las personas por raza, clase y género, pues estaríamos construyendo desde nuestra propia realidad. Por supuesto, una cosa así sería difícil para aquellos que por el simple hecho de nacer en situación privilegiada – de tez clara, varón y en un situación económica acomodada- pues ya no se beneficiarían de ello para obtener tal o cual espacio laboral, educativo o lo que sea y el único parámetro que operaría serían las capacidades requeridas, que por supuesto, también habrían de cambiar de acuerdo con lo local o lo regional.
Otro aspecto que debiera contemplarse es el del acceso a la información, al periodismo. Siguiendo con la nota de Pie de Página, en el foro se dijo que la “digitalización de la información ha abierto una brecha para ganar terreno en la batalla por posicionar otras narrativas y agendas. Sin embargo, sus canales de difusión –en su mayoría las redes sociales– siguen siendo manejadas por la población hegemónica. Ante esto, advierte la periodista Laurel Miranda, un primer paso para cambiar la historia estriba en reconocer los algoritmos racistas, clasistas, transfóbicos y misóginos de Facebook, Twitter, Youtube, y otras redes”. En este sentido, hay que decir que, en el marco del foro, se promueve una iniciativa de UNESCO denominada “Revolución contra el algoritmo” que busca generar conciencia y acciones para evitar la discriminación a través de las redes sociales. La UNESCO realizó en este sentido en 2021 una “Recomendación para la ética de la inteligencia artificial” que “aborda la ética de la IA como una reflexión normativa sistemática, basada en un marco integral, global, multicultural y evolutivo de valores, principios y acciones interdependientes, que puede guiar a las sociedades a la hora de afrontar de manera responsable los efectos conocidos y desconocidos de las tecnologías de la IA en los seres humanos, las sociedades y el medio ambiente y los ecosistemas, y les ofrece una base para aceptar o rechazar las tecnologías de la IA”. Como se ve, el tema es amplio y da para mucho, lo que no es para nada agradable; esto es que lo que sucede en redes sociales y medios de comunicación, no es más que un mero reflejo de lo que ocurre en la vida real. No basta con hacer foros repletos de buenas voluntades, hay que trabajar de forma directa en las fibras de lo social para construir nuevas formas de relación, pero como veo que van las cosas, lo veo complicado. Yo, por mi parte, seguiré denunciando a través de este espacio esas lacras y buscando soluciones viables. Ya se verá.