Desde el primer día que Donald Trump asumió la Presidencia de Estados Unidos y amenazó con sus bravatas, entre otras, migratorias y arancelarias, Claudia Sheinbaum, manifestó que había que actuar con mente fría, pero con firmeza y dignidad, defendiendo por sobre todo nuestra soberanía y a los mexicanos que viven aquí y en el vecino país del norte. Cuando el gobernante del país vecino anunció, el martes 4 de febrero, los aranceles a ponerse en práctica, nuestra presidenta ni se aceleró ni se confió, incluso manifestó que habría un plan B que se podría aplicar ante las medidas norteamericanas.
El pasado lunes, hubo una conversación entre ambos mandatarios. Y si bien no confío en el presidente norteamericano, si en Claudia Sheinbaum. El primero ha demostrado sobradamente que tuerce la realidad, la manipula y dice mentiras. Una prueba de ello es la versión que dio al affaire con Gustavo Petro. En cambio, nuestra Presidenta demostró entereza, cero visceralidad e improvisación, preparada para varios escenarios posibles, proclive al diálogo y la negociación entre iguales, sin supeditación ni sobajamiento.
Por ello da lástima e indignación la actitud de algunos panistas, como el legislador Federico Doring, de la línea dura de ese partido, que ha señalado que viajarán a Washington a buscar dialogar con Donald Trump, para que les explique la razón de la imposición de aranceles a México, porque a Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, “les quedó grande el cargo”. Cuando el país requiere unidad y actitud digna, ellos se sienten como Juan Nepomuceno Almonte del siglo XXI. Pretextos, solo pretextos en su afán entreguista.
También puedes leer: Avance de la extrema derecha
La Presidenta ha refrendado por qué está donde millones la colocamos y por qué tiene el apoyo popular por arriba del 70 por ciento de los mexicanos. No fue un logro definitivo, pero si significativo para lo que representa la postura cerrada de su homólogo norteamericano. El resultado dio oportunidad de mostrar una visión sobre la problemática de la migración y del fentanilo, que quizá Trump no conocía o no quería ver ni considerar. Mucho se ha avanzado en el país y poco ha hecho realmente el gobierno norteamericano en el combate al consumo y al control de medicamentos. Al respecto, el escollo a vencer no está aquí, sino allá.
Sobre la imposición de aranceles, México ganó tiempo. En un mes se pueden hacer muchas cosas para contener la política norteamericana que provocaría una guerra comercial y dinamitaría al T-MEC, perjudicando a empresas y al consumo, sobre todo norteamericano. Por ello es pertinente la aceptación mexicana de instalar todas las mesas de negociación que sean necesarias. Sería un periodo para convencer y mostrar un escenario contraproducente para el impulso de una presunta política proteccionista trumpiana, incluso, este rubro podría agudizarse con la política de expulsión de migrantes, haciéndole un hoyo a la planta productiva del vecino país.
Por lo pronto, México y su Presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, han ganado una primera batalla, en una contienda que apenas empieza. Esperemos que no haya necesidad de Plan B, si no, ahí estaremos los mexicanos en pie de lucha.
Te podría interesar: La debilidad de la oposición