Jueves, octubre 3, 2024

“Un millón de amigos”

 “Quiero llevar este canto amigo

a quién lo pudiera necesitar

Yo quiero tener un millón de amigos

Y así más fuerte poder cantar

Canción “Un millón de amigos”, 1975

Roberto Carlos

Cuando veo a muchos niños y adolescentes, principalmente, embebidos en las pantallas de sus teléfonos, tabletas y computadoras portátiles viene a mi mente una escena de la película Poltergeist[1] en la que una pequeña niña de solo 4 años de edad platica con un ente sobrenatural que se encuentra, apenas definido, en la “nieve estática” de un televisor que, finalmente, acaba por tragársela o como dicen los “ufólogos”: fue abducida o coloquialmente decimos que “se la chupó la bruja”. De esta manera, se me figura que los chamacos y chamacas que no despegan la vista de sus aparatos electrónicos —como narcotizados o poseídos— van acabar siendo absorbidos por estos artefactos y se convertirán en autómatas sin vínculo alguno con la realidad. Desde luego se trata de una fantasía mía, pero el fenómeno de los adolescentes y niños, así como su relación con la tecnología es muy real y cada vez está más presente en nuestra vida cotidiana.

Conectados y al mismo tiempo… desconectados

Quien se conecta por vía electrónica con sus 10,000 seguidores o “amigos”, algunos de los cuales son los vecinos de la casa contigua o del piso de arriba y otros más se encuentran en Madagascar, Tombuctú, Tristán da Cunha o en donde usted me diga, porque hoy día la interconexión es prácticamente universal y así “los conectados” tienen grandes posibilidades de convertirse en unos auténticos ciudadanos del mundo y estar enterados, al instante, del ambiente chiquito que se encuentra alrededor de sus múltiples “amigos”, pero al mismo tiempo, existe una desconexión con muchas personas cercanas, con las cuales el chamaco, la chamaca y cada vez más algunos adultos solitarios podrían interactuar de una manera directa y personal. En estos tiempos la conexión digital y la desconexión social son las caras de una misma moneda.

 

“Yo quiero tener un millón de amigos”

“Amistades” que no se construyen con el trato cercano, en las que no hay más vínculo que la aparición en las pantallas del teléfono o en los mensajes de texto, sin mediar entre las personas un verdadero aprecio, consideración, intercambio real. Son tiempos de un gran progreso material y de retroceso en los valores. Un mundo complejo que les hemos heredado a los jóvenes y que es dominado por un sistema que privilegia el dinero y las apariencias sobre cualquier otra cosa.

“En 2011, la Organización de las Naciones Unidas (onu) estableció la conmemoración [del Día internacional de la Amistad] “con la idea de que la amistad entre los pueblos, los países, las culturas y las personas pueda inspirar iniciativas de paz y presente una oportunidad de tender puentes entre las comunidades”.[2]

Ciencia y tecnología. “No es lo mismo que lo mesmo”

La técnica es la acción del ser humano sobre la naturaleza a través de la invención de herramientas y procedimientos específicos que le permitan conseguir un objetivo. Por su parte, la tecnología, grosso modo, es un conjunto de nociones y conocimientos extraídos de la racionalidad y de la ciencia, que utiliza el ser humano para mediar con la naturaleza y que le ayudan a subvenir sus necesidades. Existen muchos tipos de tecnologías y a partir de la década de los años cuarenta del siglo pasado la tecnociencia cobró un mayor impulso con ciertas aplicaciones del saber científico para fines prácticos y económicos. Podemos conocer una secuencia temporal de las invenciones importantes a lo largo de la historia y darnos cuenta de que el desarrollo de nuevas herramientas ha facilitado la existencia de los seres humanos, pero este impresionante progreso en los últimos siglos está en función de un sistema avasallante que privilegia el valor de mercado sobre cualquier otra cosa, aun en contra de la propia humanidad. Por lo tanto …

 … la tecnología ha dejado de ser un mero instrumento para convertirse en entorno determinante de medios y fines. El mundo tecnológico del que depende ahora la humanidad entera se ha convertido en una mediación universal y en el horizonte de las relaciones cognoscitivas y pragmáticas entre el ser humano y la naturaleza; es, pues, un sistema-mundo que domina la vida social, una matriz cognitiva y pragmática a partir de la cual nos relacionamos con todo.[3]

Nomofobia o miedo a no tener un celular al alcance

En un estudio realizado en el año 2011 por el Royal Mail (Oficina Británica de Correos), que contó con una muestra de 2,183 personas, se reveló que más de la mitad de los usuarios de teléfonos celulares desarrollan ansiedad cuando pierden o dejan olvidado su teléfono, se agota la batería, no tienen señal o cuando se termina su saldo. Esto se ha calificado como una adicción y no como una patología, pero cada vez más estos comportamiento interfieren en la vida de las personas, tanto en lo familiar como en lo social, en lo laboral y en su salud ya que algunos padecen trastornos del sueño, viven en constante estrés, pueden padecer afecciones musculares, auditivas y oculares como el “Síndrome Visual Informático” (Computer Visión Syndrome) con síntomas como visión borrosa, cansancio visual, diplopia o visión doble, cefaleas, etc. En algunos casos su alimentación se ve comprometida, así como su atención al conducir o realizar tareas riesgosas que exigen un cuidado especial.

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Uno podría pensar que lo descrito en el párrafo anterior correspondería a casos extremos, pero hay manifestaciones de esta adicción que cualquiera puede tener —sobre todo los púberes y adolescentes— lo que coloca a las personas en el camino de agravar su dependencia del teléfono celular que provoque cambios en su humor, así como una pérdida de interés en otras acciones más provechosas como las actividades físicas, la lectura, la convivencia social, etc. Algunos psicólogos han calificado las conductas de estos tipos como la “Apnea del WhatsApp”[4], la “Textiety” y el “Ringxiety” como la falsa sensación de haber recibido un mensaje y la necesidad imperiosa de responderlo. Aparte están los videojuegos del teléfono y principalmente las “redes sociales” que, aparentemente integran al usuario a un grupo sin contacto personal muchas veces. Las desavenencias de los jóvenes en estos contextos ocurren con frecuencia por cosas nimias que resulta difícil aclarar en una relación virtual, cuando se carece de un vínculo frente a frente.

La “ciberlocura” o las “tecnopatías”

Y si seguimos con los adjetivos podemos utilizar el término general de “ciberadicción” al uso excesivo de los artilugios electrónicos; el “ningufoneo” (de las palabras phone (teléfono) y snubbing, despreciar) que corresponde a una conducta de aislamiento social y de adicción extrema a la electrónica en todas sus formas, opuesto totalmente a la “tecnofobia” que es el rechazo a la tecnología contemporánea por no entenderla, lo cual es un comportamiento usual entre los viejos que critican todo aquello que suene a modernidad. Las “E-ludopatías” o vicio de jugar compulsivamente a través de dispositivos tecnológicos, el “Síndrome de Google” o el “Doctor Google” o “cibercondría” que significa buscar la información, incluyendo la relativa a la salud, sin recurrir a la memoria o a otras fuentes del conocimiento; el “ciberacoso” que ha provocado suicidios entre los adolescentes y los “delitos de odio” que practican algunos sujetos y sujetas amparados en el anonimato, más todo aquello que se acumule esta semana.

Superagente 86 y el zapatófono

Es indudable que la tecnología nos ha facilitado la vida y actualmente nos permite la comunicación inmediata desde casi cualquier rincón del mundo. Recuerdo que en la serie de televisión de los años setenta el Superagente 86 (Get Smart) el protagonista, Maxwell Smart, cuando se quería comunicarse se quitaba un zapato, giraba el tacón y aparecía el disco de marcar para convertirlo en un teléfono “celular” lo cual me parecía asombroso, pero lo que me parecía aún más deslumbrante era el enorme aparato, del tamaño de un ropero de tres lunas, con múltiples luces, palancas y perillas, que permitía hacer llamadas telefónicas viendo al interlocutor mediante una minúscula pantalla, en blanco y negro. Honestamente en esa época consideraba un asunto de ciencia ficción la existencia de un teléfono, disponible para casi todos, para poder hacer videollamadas sin la menor dificultad y por un costo muy bajo.

Emoticones, emojis, memes y otros monos

He leído algunos artículos que aplauden entusiastamente el uso reiterado de los emoticones y ahora de los emojis —creados por la compañía japonesa Shigetaka Kurita en 1999— así como otras representaciones gráficas que acompañan a los textos de las app (applications), me refiero particularmente a las “aplicaciones de mensajería”. El uso masivo de los dispositivos electrónicos, sobre todo de los teléfonos celulares, aunado al empleo de las redes sociales para comunicarse, ha difundido universalmente estas imágenes. Las razones principales que esgrimen en favor de estos pictogramas e ideogramas son: el ahorro de tiempo, la posibilidad fácil de mostrar estados de ánimo, emociones, sentimientos y algunas situaciones particulares que refuerzan gráficamente y de forma positiva la comunicación. Lo que más me sorprendió fue el siguiente argumento:

“De acuerdo con Social Neuroscience, varios expertos consideran que el uso de estos emojis exige al cerebro mucho más porque este recibe a través de un      dibujo información no verbal y la traduce a emociones”[5]

Claro que también evitan que cualquier actitud agresiva llegue a las manos y a las groserías directas, porque la “güeva” de muchos evita escribirlas ya que se pueden reemplazar con las caritas amarillas. Este ahorro de tiempo afecta las relaciones interpersonales, atenta contra el lenguaje verbal y escrito que queda cada vez más relegado, crea un “estándar” de reacciones sin matices propios de cada persona y en ocasiones provoca confusiones al no percibir lo que la otra persona quiere expresar verdaderamente, además de situarse al margen de la comunicación gestual y del lenguaje corporal que se manifiesta cuando tenemos a nuestro interlocutor frente a nosotros.

Teléfonos inteligentes vs teléfonos tontos

Parece ser que, en los últimos años, con el siglo xxi, la inteligencia se ha depositado en los teléfonos celulares y no tanto en quienes los portan ya que su dependencia es tal que no se pueden separar un poco de ellos. El teléfono llamado “inteligente” o smartphone no solo es un dispositivo móvil para comunicarse, sino que es también un pda (Personal Digital Assistant) o computadora de bolsillo con múltiples funciones cuya utilidad ha sido aprovechada como herramienta en numerosas disciplinas como en la medicina para realizar diagnósticos y en la educación para la transmisión de materiales, realizar cálculos, ejecutar ejercicios simultáneamente y otras prácticas. Sin embargo, como ya dijimos, el uso excesivo de los dispositivos electrónicos ha creado problemas diversos. Los teléfonos “tontos” o celulares con funciones básicas están ganando terreno entre quienes han advertido que su adicción los aparta de algunas cosas valiosas de la existencia y buscan recuperar la inteligencia natural.

Los bebés cibernéticos

Diversos estudios han revelado que la iniciación a la tecnología en los niños y niñas es cada vez a más temprana edad y que puede empezar en criaturas que aún no cumplen el año, cuando sus señores padres fastidiados por sus reclamos y lloriqueos constantes acuden a los recursos que están a la mano y les prestan el celular o les compran tabletas electrónicas para niños, con propósitos de recreación, con las cuales se los quitan de encima y evitan que sigan “jorobando la borrega”. Así, el chamaco está casi hipnotizado por la pantalla y mueve sus ojitos como caracol al ritmo de los cambios de luminosidad y acciones de lo que está sucediendo en ella. Claro que el modelo a seguir por parte de estos niños son sus propios padres que usan el celular en todo momento. Un estudio académico de la Universidad de Valparaiso, Chile establece que:

“Uno de los riesgos que se han identificado es la exposición a publicidad y abusos sexuales, debido al contenido pornográfico y violento al que pueden acceder. Los niños ya vulnerables pueden estar en mayor riesgo de daño, incluida la pérdida de privacidad, de modo que `los depredadores pueden hacer más fácilmente contacto con niños inocentes a través de redes sociales anónimas y sin protección, perfiles y foros de juegos´”[6]

En el caso de los bebés y niños pequeños, de hasta los 6 años de edad, se ha comprobado que los efectos del uso inmoderado del celular y las tablets provoca distracciones que afectan su capacidad de concentración y su autorregulación emocional, se observa también en ellos mayores niveles de ansiedad y dificultades para conciliar el sueño debido a la excitación constante de aquello que miran en estos trastos.

“El tiempo excesivo que los niños pasan en sus celulares puede disminuir las oportunidades de interacción social cara a cara afectando negativamente el desarrollo de sus habilidades sociales, como la empatía y la comprensión emocional, que son fundamentales para establecer relaciones saludables y satisfactorias a lo largo de la vida.”[7]

Chorecos de última generación o 3.0

La relación entre el uso inmoderado de los celulares y ciertos padecimientos auditivos como el “neurinoma del acústico” (tumor benigno) parece estar probado, pero no así los tumores cancerígenos que, hasta este momento, los estudios concluyen que no tienen conexión con el uso del teléfono. De cualquier manera, el uso excesivo de los celulares y otros aparatos electrónicos, aparte de generar padecimientos musculares, ópticos, auditivos, neuralgias y trastornos emocionales nos somete a un dominio de nuestra vida social y privada; a una dependencia cada vez mayor de la tecnología que podría ser liberadora, pero no lo es en la medida que sabemos que es un vehículo que se usa para inducir ideas, ejercer control y vigilancia, alentar conductas consumistas y provocar aislamiento social entre otras cosas.

Teléfonos móviles para personas inmóviles; una nueva esclavitud aceptada; inteligencia artificial contra inteligencia natural, un celular para personas pluricelulares, conexiones y desconexiones. Sin pretender ser un “ludita”[8] del siglo xix les aconsejo que, por su salud mental, orgánica y por su economía, tomen un poco de distancia de estos teléfonos portátiles, porque como dicen por ahí que:

“La vida es aquello que pasa mientras miras el celular”

También puedes leer: ¡Soy machito y no un pimpollo!

[1] Poltergeist. Wikipedia. (del alemán poltern, hacer ruido, y geist, fantasma) es un fenómeno extraño o paranormal que engloba cualquier hecho perceptible, de naturaleza violenta y diferente a las leyes físicas, producido por una entidad o energía imperceptible. Poltergeist es también el título de una película de terror de 1982 producida por Steven Spielberg .

[2] Naciones Unidas. “Día Internacional de la Amistad”. [Consultado: agosto de 2018]. https://www.un.org/es/observances/friendship-day

[3] Linares, Jorge Enrique. “Hacia una ética para el mundo tecnológico”. P. 10., En: Ética y mundo tecnológico. México: Ed. unam/cfe, [Recurso digital consultado: enero 2024] https://epaginapersonal.unam.mx/app/webroot/files/5880/Asignatura/1877/Archivo2.4844.pdf

[4] De salud. psicólogos. Psicoterapia breve especializada. “Adicción al WhatsApp”. [Consultado: febrero 2024]. https://desaludpsicologos.es/problemas/adiccion-a-las-tecnologias-tic/adiccion-al-whatsapp/

[5] Calderón Portugal, Lucía. [Blog] clasesdeperiodismo.com “Los pros y contra de usar `emoticones´ en nuestros mensajes”. [Recurso digital publicado el 6 de agosto de 2015 y consultado septiembre de 2023]. https://www.clasesdeperiodismo.com/2015/08/06/los-pros-y-contra-de-usar-emoticones-en-nuestros-mensajes/

[6] Ollarzu Astorga, Bárbara Ninosca/ Mauricio López Cruz. Uso de teléfonos inteligentes y tablets en niñas y niños de 0 a 6 años desde una perspectiva de derechos. [Consultado: marzo 2023]. https://revistas-colaboracion.juridicas.unam.mx/index.php/akade/article/download/39478/36315

[7]  ina (Instituto de Neurociencias Aplicadas). Efectos del celular en la salud mental infantil. [Consultado: enero de 2024]. https://www.neurocienciasaplicadas.org/post/efectos-del-celular-en-la-salud-mental-infantil

[8] Wikipedia. Aunque el origen del nombre ludita es confuso, una teoría popular es que el movimiento recibió su nombre a partir de Ned Ludd, un joven que supuestamente rompió dos telares en 1779, y cuyo nombre pasó a ser emblemático para los destructores de máquinas

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