Sábado, julio 12, 2025

Tres al hilo… haiga sido como haiga sido

La publicrónica rinde pleitesía al América. Está en su papel: hablarnos del tricampeonato como lo nunca visto. Para eso les pagan. Cómo iban a salirnos ahora con que el onjeto de sus desmedidos elogios logró su tercera corona consecutiva amontonando gente atrás con absoluto descaro, sin cruzar la divisoria ni por equivocación en todo el segundo tiempo y salvado al final por el larguero. Culpa, en todo caso, del Monterrey, que con su pasividad inicial le permitió todo en la primera parte, hasta el zambombazo angulado de Richard Sánchez que finalmente les dio la triple corona (23´). 

En el complementario, el tardío despertar rayado, facilitado por la presencia de Joao Rojas por la izquierda y por el gran partido de Stefan Medina cubriendo todo el campo que Canales no cubre, e incluso metiendo a la zona caliente servicios llenos de intención, sólo les redituó un gol tardío (84´, en gran maniobra personal de Rojas). Pero fue un revivir efímero, sin tiempo más que para que Vegas estrellara en el horizontal un frentazo con pique al suelo y los hombres del tricampeón, con Fidalgo tan fundido como su paisano Canales, dedicaran todos sus afanes a continuar obstruyendo el juego del rival sin regalarnos un solo minuto de buen futbol. Un campeón, en fin, que pregona el exacto nivel actual del futbol mexicano.  

Lo demás esos cuentos que nos cuentan cada seis meses para pasar el rato.      

Partido de ida. El jueves, el Cuauhtémoc fue tomado por la parafernalia americanista. A saber cuántos millones gastados a razón de un banderín por butaca y largas tiras de plástico amarillo de arriba a abajo del graderío, sin contar los cohetones, la constante animación coral, la locución femenina marca Televisa, el traslado de varios miles de porristas. Imposible ligar una conversación, entre el humo y los cánticos. ¿Dónde quedaría la porra del Monterrey, si es que la hubo? Nunca lo supimos. 

Y sin embargo, Rayados se plantó mejor sobre el terreno, y girando en torno a Canales, empezó a dictar el guión. Duró su dominio hasta que su estelar “10” marcó aquel golazo de fuera del área que los puso en ventaja (34´), porque, a partir de ahí, el partido daría un vuelco decisivo en favor del América. El empate no tardó en llegar ni cinco minutos  (39´, Kevin Álvarez), perforada con enorme facilidad la zaga regia por el bisturí de Fidalgo (el gol tuvo esta secuencia: servicio del asturiano entre Moreno y Medina, colocados en línea, fusilamento de Henry, rechazo de Cárdenas, pifia de Zendejas a bocajarro que le sale pase a Kevin y derechazo fulminante de éste, con Henry al lado del portero en flagrante fuera de lugar). Y en todo ese tiempo ni un solo rayado en las cercanías. Pero no debió contar. 

Antes de la apertura del marcador ya el lateral derecho de las Águilas había tuneleado a Moreno para, solo ante el arquero, rematar a las nubes; y Canales se hizo presente con un zurdazo bajo que rozó el vertical izquierdo. Por cierto que Malagón, tras una oportuna salida para tapar forzado punterazo de Berterame, no volvió a ser exigido. 

Le cabe al Monterrey la excusa de haber perdido en el primer minuto del encuentro, en un pique por la izquierda, a Lucas Ocampos, desgarre que lo borrará de las canchas por largo tiempo. Pero eso no justifica que se haya quedado tan a merced del rival tras el gol que decidió la contienda (Zendejas, 48´, otra vez asistido por Fidalgo), y que su defensa fuera un “pase usted” permanente a cuanto azulcrema se presentó por ahí. Con escasa puntería casi siempre, pero también con el “Mochis” Cárdenas asumiendo el papel de héroe de su causa con tres desviadas de antología a sendos fusilamientos impunes de Borja, Dávila y Fidalgo, sin contar el que falló Zandejas, solo ante el arco, y un frentazo errado por Cáceres a bocajarro. Tuvo Demichelis que cambiar a ¡tres! de sus desbordados zagueros, mover al lateral Medina al centro y encomendarse a todos los santos de su devoción para que aquello no terminara en paliza. La zaga del Monterrey “defendía” en línea, pecado de novatos, más inexplicable por haber sido su DT duro defensa de la selección argentina. 

Canales, fundido, fue remplazado por el Tecatito, que nunca encontró su ubicación dentro de un equipo abocado al caos y terminaría con un profundo corte en el tobillo causado por alevosa patada de Juárez (90+5´), no advertida por el silbante Víctor Cáceres, que además de comerse el fuera de juego de Henry en el gol del empate perdió los papeles en cuanto el segundo tiempo empezó a ponérsele cuesta arriba debido a ciertas rudezas de la impotente zaga norteña, puntualmente replicadas por los de enfrente.  

Dicen que las recriminaciones de Corona y Canales cuando, finalizado el partido, se presentaron en plan agresivo en la caseta arbitral, tenían la intención de mostrarles a los árbitros la herida en el pie del delantero rayado. Pero el América había sido superior.  

El espectáculo, bueno en la primera mitad, flojo en la segunda, nos dejó esta reflexión: con lo que el América gastó simplemente en la aparatosa puesta en escena se pagaría la nómina completa de equipos como el Puebla. Una más de las razones de la penuria que agobia a nuestro futbol “profesional”.   

El Cuauhtémoc  y las finales. Además de las dos finales de Liga que coronaron campeón de Primera División al Puebla (26.05.83, venciendo en penales al Guadalajara, y 30.05.90, a expensas de la Universidad de Guadalajara, 6-4 global), el estadio aledaño a la autopista México-Veracruz asistió a la celebración de un desempate por el titulo máximo diez años antes de que éste pasara a adornar la vitrina del equipo de la Franja. Y otra final hubo (04.06.92), similar a la del pasado jueves por cuanto se trataba también de un encuentro de ida, que terminó 0-0, y que el Puebla perdería en León al sucumbir 2-0 en la prórroga.  

La primera de todas. Estamos en la Liguilla de 1972-73. Acaba de jugarse en Puebla el desempate de una semifinal entre León y Atlético Español con azarosa victoria de los Verdes desde el punto de penal. Ya finalistas, León y Cruz Azul igualaron 1-1 en el Bajío y 0-0 en el Azteca. El reglamento ordenaba, para el choque decisivo, un campo neutral.  

Lleno el Cuauhtémoc desde buena hora de aquel martes (19.06.73). El Cruz Azul defendía su título de campeón de Liga –Liga con su ida y vuelta clásica, no “liga” de mentiritas– y era ligero favorito. Pero el León, dirigido por el brasileño Gomes Nogueira y con jugadores como Luis Estrada, Manuel Guillén y los argentinos Rafael Albrecht, Jorge Davino y Roberto Salomone –central, creativo y goleador respectivamente–, constituía un rival de cuidado. Sólo que sus impresionantes números jugando en casa –a goleada por viaje– no se correspondían con los obtenidos lejos de su cueva: se acusaba a Gomes Nogueira de soltar a sus fieras en patio propio y mantenerlas amarradas de visitante. Lo habíamos comprobado quince días antes, viendo su sufrida semifinal contra Atlético Español. 

En la final todo fueron precauciones por ambos lados. Así se consumieron los 90´ y se llegó a la prórroga. Hasta que, ya con la sombra de los penales sobrevolando el Cuauhtémoc, un remate lejano de la artillería azul se desvió en un codo de Davino, engañó a Darío Miranda, guardameta leonés, y se incrustó en la red. Deslucida la forma, pero el Cruz Azul repetía como campeón: Y se coronaría tricampeón al año siguiente. 

En aquella hora estelar de la máquina azul (Ángel Fernández dixit), la alineación que Raúl Cárdenas puso sobre la cancha del Cuauhtémoc fue la siguiente: Miguel Marín; Marco Antonio Ramírez, “Kalimán” Guzmán, Quintano y Sánchez Galindo; Pulido, Alejándrez (Prado) y Victorino (Alberto Gómez); Bustos, “El Centavo” Muciño y Eladio Vera. 

Pachuca, finalista del mundialito. Mucho les molesta a la FIFA y a la publicrónica el diminutivo, pero lo tiene ganado a pulso, con el campeón de la Chamnpios acudiendo d e mala gana en mitad de su liga local y el de la Libertadores resignado a ser su eterno partiquino. Como sea, ahí tiene usted al Pachuca, ascendiendo de la parte baja de la tabla del Apertura 2024 a finalista en Catar, luego de dar cuenta del campeón de la Libertadores (3-0 Botafogo) y también, en penales (6-5), del Al Ahly de Egipto, para instalarse orondamente en la final del miércoles contra el Real Madrid, nada menos. Enhorabuena por los Tuzos y por Guillermo Almada, que los dirigió con mano maestra en ambos encuentros. 

Claro que la cosa admite sus bemoles: Botafogo venía de un viaje de 20 horas por aire y se plantó en la cancha catarí a sólo tres días de haberse coronado en el brasileirao, por lo que en realidad el Pachuca venció a su equipo muleto, con apenas cuatro titulares sobre el terreno. Pero bien o mal se llevaron un baile y tres goles irrefutables (Idrissi 50, Deossa 66´ y Rondón 80´), el de Idrissi francamente fantástico de habilidad, cintura y toque. Un gol brasileño a los brasileños. Sopas de su rico chocolate.  

El Real Madrid, que como monarca europeo tiene el privilegio de pasar libre a la final –otra de las irregularidades del dichoso mundialito, pero desde la UEFA advirtieron hace tiempo que “es así o no vamos”–, empató el sábado con Rayo Vallecano (3-3) y va segundo en una Liga apretadamente dominada por el Barcelona. Ni que decir que es favorito unánime para la final del miércoles en el fastuoso y subutilizado estadio de Doha. Pero el mérito del Pachuca es innegable y allá va, tras la huella de Tigres, el otro finalista mexicano en la historia del certamen que reúne a los ganadores continentales de todas las federaciones acreditadas por la FIFA. En 2021, los felinos norteños perdieron ante el Bayern de Múnich el partido decisivo (0-1, con gol del lateral francés Pavard). 

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