La renegociación del TLCAN comenzará este año, aunque todavía esté por definirse la fecha de inicio, dependiendo de los tiempos legislativos del gobierno estadounidense y del cabildeo que seguramente estará presente por sector de actividad económica. No está claro todavía si Estados Unidos renegociará el tratado trilateral o se orientará por acuerdos bilaterales.
Algunos elementos de este proceso de renegociación ya se colocaron desde la campaña y triunfo de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, e implica retener en sus territorios parte de las nuevas inversiones manufactureras con la finalidad de la creación de nuevos puestos de trabajo. Reducir el déficit comercial, que en el caso de México implica alrededor de 63 mil millones de dólares, el cuarto en importancia precedido por China (350 mil millones de dólares), Japón (69 mil millones) y Alemania (65 mil millones de dólares), es una de las metas del gobierno estadounidense. Lo anterior implica replantear el libre comercio por una política proteccionista e incluso renegociar sus compromisos dentro de la Organización Mundial de Comercio (OMC), según fue planteado y documentado en la información de prensa de la reunión de los jefes de Finanzas del grupo de las mayores economías mundiales (G20) (La Jornada, 19/03/2017, p.21). Dejar atrás los tratados multilaterales por renegociaciones bilaterales, donde la consigna “Estados Unidos primero”, parecer ser la tendencia que se impondrá.
En el caso de México, una de esas industrias claves es la automotriz, expresión misma del desarrollo capitalista y de sus transformaciones, acorde con las dinámicas neoliberales, de acumulación flexible, de nuevas tecnologías y de un tránsito todavía no claro en función de la transición a una nueva matriz energética. Como ya lo ha explicado el profesor Huberto Juárez (La Jornada de Oriente, 20/01/2017): “En el vecino del norte hay metas concretas; en algunos estados como California, en donde se estipuló que para el año 2025 la mitad de los autos en circulación ya no deben ser de motor con gasolina”. La nueva generación de automóviles híbridos o eléctricos de las marcas General Motors, Ford y Chrysler se realizarán en Estados Unidos, y para la protección de esos desarrollos se buscará, entre otras cosas, renegociar el TLCAN, ya que los japoneses y europeos van más avanzados en eso, para lo cual se busca proteger el mercado para las firmas americanas.
Para México la matriz de desempeño actual de la industria en territorio nacional, donde 80 por ciento se produce para exportación bajo sistemas de producción flexible, se asoció en su momento a la reestructuración de la industria en general mediante asociaciones y fusiones de capital, que implicó procesos de relocalización en el marco de una mayor liberalización económica y financiera. En el caso concreto que nos ocupa, las reglas de origen y una protección de cinco años fueron los mecanismos del TLCAN que permitieron la protección a las empresas americanas y las ya asentadas en México para reestructurarse y acceder al mercado estadounidense desde México, aprovechando la baratura de la fuerza de trabajo, la debilidad sindical y la laxa regulación ambiental, entre otras.
Hoy el patrón exportador–importador entre México y Estados Unidos pretende–por este último– ser modificado. Un grueso de las exportaciones de México a Estados Unidos es producto de la industria automotriz, la electrónica, el petróleo, las remesas, la industria minero–metalúrgica y el turismo. Por otra parte, las importaciones de México provenientes de Estados Unidos se han reducido, a la par que se han incrementado las provenientes de China. Si en el año 2000, 75 por ciento de las importaciones de México venía de Estados Unidos, en 2016 la participación se redujo a 45 por ciento, incrementándose sustancialmente las de China, la cual una vez que ingresó a la OMC incrementó sustancialmente su presencia en los mercados mundiales.
¿En materia agropecuaria, qué se negociará en el TLCAN?
En materia agropecuaria la agricultura de exportación se especializó en ciertos productos hortofrutícolas destinados en un primer momento para cubrir la demanda de invierno del mercado estadonidense o en otras épocas del año, cuando por condiciones climáticas las regiones productoras de ese país no pueden hacerlo y/o los productores locales no logran abastecer la demanda.
México tiene ventajas comparativas desde antes de la firma del TLCAN, sobre todo en el caso de las hortalizas. Incluso las exportaciones mexicanas de estos cultivos a Estados Unidos comenzaron a raíz de la revolución cubana y el inicio del bloqueo económico a la isla, ya que Cuba era su anterior proveedor, fortaleciéndose en los ochenta, cuando crece el consumo estadounidense, cubriendo ya en tiempos de la firma del TLCAN alrededor de 75 por ciento de la demanda hortícola. En el caso de las frutas, la apertura comercial sí ha sido más beneficiosa, sobre todo en cultivos como aguacate, papaya y fresa.
Grandes empresas agroexportadoras dominan los valles de cultivo; valles como el de San Quintín, en Ensenada, Baja California, que en 2015 emergió en toda su crudeza al revelarse las condiciones de sobreexplotación de los trabajadores agrícolas, donde 80 mil jornaleros agrícolas demandaron ser tratados como seres humanos. Según el reporte de la Red de Jornaleros Internos, en todo México hay más de 2 millones de trabajadores en los campos. 60 por ciento de ellos son migrantes indígenas provenientes de los 10 estados más pobres del país, como Guerrero, Oaxaca, Chiapas y Veracruz. Son los estados de economía campesina los de mayor expulsión, donde se combina la crisis de los pequeños productores minifundistas y temporaleros producto de una política que privilegió las importaciones de granos frente a la producción nacional y la crisis de la cafeticultura a nivel mundial, que desde los noventa afectó a las regiones indígenas (Rappo, La Jornada de Oriente, 18/05/2015).
Los principales productos de exportación para México en el primer semestre de 2016, según Sagarpa, fueron hortalizas, frutas, bebidas alcohólicas y vinagre, ganado en pie, entre otros. Dependiendo del periodo considerado el volumen y valor de las exportaciones coloca a diversos productos del grupo hortofrutícola en diversas posiciones de importancia. En materia de hortalizas destacan el tomate, el pimiento, pepino y pepinillo, espárragos, calabazas, cebolla, chayote y vegetales congelados, entre otros. En el grupo de las frutas: aguacate, berries (frambuesas, zarzamoras y moras), uva fresa, sandía, nueces, limón y lima, entre otros frutales. En las bebidas alcohólicas: cervezas y tequila. En el caso del ganado en pie es parte de un sistema de integración productiva de larga data, donde México produce una parte de los becerros que Estados Unidos engordará en los ranchos del sur estadounidense, para ser regresados posteriormente como carne congelada.
Los principales productos de importación son maíz, cereales, carnes y semillas y oleaginosas, leche en polvo y fructosas, entre otros. Al igual que en materia exportadora dependiendo del periodo considerado hay variaciones, aunque el patrón importador se mantiene asociado en buena medida a las necesidades de granos baratos, subsidiados, para la industria, que además le permite a Estados Unidos colocar parte de sus excedentes.
En el caso del maíz blanco de producción nacional abastece, principalmente, el consumo interno, estrechamente ligado al consumo en fresco y la producción de la masa y la tortilla, mientras que el maíz amarillo abastece los encadenamientos productivos de una diversificada industria, asociada también a la alimentación de los distintos sistemas ganaderos.
Los grandes perdedores del proceso liberalizador fueron los productores de básicos con limitadas condiciones productivas para competir, ubicados mayoritariamente en el centro y sur del país. La política de modernización agropecuaria de los noventa y la firma del TLCAN, en un entorno liberalizador, propiciaron una transformación agrícola en detrimento de la agricultura campesina de limitados recursos productivos por unidad de superficie y disponibilidad de agua, que produce para el autoconsumo y genera o puede generar excedentes acorde con el tipo de productor y las regiones del país. Cuando los precios internacionales comenzaron a regir las transacciones comerciales, una buena parte de los productores campesinos, de agricultura familiar, dejó de ser considerada como sujetos productivos para ubicarlos como sujetos de las políticas de asistencia social.
Una de las respuestas de las familias rurales fue el amplio proceso migratorio, que permitió la subsistencia de las familias y el mantenimiento en buena parte de las unidades productivas o el abandono de la actividad para otros. Si bien la agricultura campesina se ha deteriorado en las últimas décadas, sus condiciones de adaptabilidad y persistencia le ha permitido, junto a la pluriactividad de sus miembros, subsistir. Al mismo tiempo que una parte de los migrantes mexicanos trabaja y cosecha los campos estadounidenses y mexicanos del norte.
Si bien el TLCAN estableció para ciertos productos plazos de 5, 10 y 15 años para llegar a una liberalización plena, sus efectos en materia agropecuaria y alimentaria se dejaron sentir desde su firma, ya que la misma estuvo acompañada de otras reformas estructurales, que iban sentado las bases de una mayor profundización del capitalismo en el campo. Lo anterior implicaba desplazar a la agricultura campesina, porque la oferta alimentaria que ellos ofrecían y ofrecen puede ser sustituida por producciones empresariales internas y/o por importaciones, al mismo tiempo que sus territorios buscan ser desocupados para nuevas y renovadas inversiones.
Por ello, la renegociación en materia alimentaria del TLCAN debería ir acompañada de revisar las reformas estructurales, situación que por el momento, creo, no sucederá.