Mucho se esperaba de los juegos de la XXXII Olimpiada, considerando la elegancia, el perfeccionismo y la majestuosidad a la que los japoneses nos tienen acostumbrados con casi todo lo que hacen. Por desgracia, además de haber tenido que ser postergados un año debido a la situación mundial provocada por la pandemia de Covid–19, los de Tokio tuvieron, indudablemente, las ceremonias de inauguración y clausura más decepcionantes de la historia. ¿Que no eran unos juegos como para celebrar fastuosamente? Es cierto, pero entonces deberían haber sido pospuestos hasta el presente año e ir recorriendo las ediciones subsecuentes: París 2028, Los Ángeles 2032 y Brisbane 2036. Sin embargo, está claro que la ambición del COI y de los múltiples patrocinadores pudo más. Prueba de ello es que, a pesar de haberse efectuado en 2021, los intereses mercadotécnicos llevaron a que conservaran oficialmente la denominación de Tokio 2020. Al mensaje de austeridad y tristeza lanzado desde la ceremonia de apertura se sumó el desolador ambiente de unas competencias efectuadas sin público.
En lo deportivo, las albercas japonesas fueron surcadas por un claro heredero de Michael Phelps: el también estadounidense Caeleb Dressel, quien sumó cinco medallas de oro. La clavadista china Quan Hongchang ratificó el dominio del país asiático en la especialidad al obtener no solo el oro en la plataforma de 10 metros, sino que llegó a esa conquista con dos calificaciones perfectas.
En las pistas, a pesar del retiro de Bolt, Estados Unidos volvió a fracasar en la prueba varonil de los 100 metros planos. Esta vez el italiano Lamont Marcell Jacobs, contra todo pronóstico, se llevó el oro en dicha especialidad.
El medallero general fue encabezado por Estados Unidos, aunque China aprovechó la cercanía con el país sede y se quedó a una sola medalla dorada de los estadounidenses. Estos obtuvieron 39 de oro, 41 de plata y 33 de bronce, para una suma de 113. El equipo rojo se llevó 38, 32 y 19, respectivamente, para un total de 89. Al tercer puesto se encaramó Japón, desplazando a Reino Unido hasta la cuarta posición.
México: la actuación más pobre del siglo
Cuando la exvelocista Ana Guevara fue puesta al frente de la Conade muchos creímos que el deporte mexicano repuntaría como nunca. Pero la decepción no pudo ser mayor. La otrora campeona mundial de los 400 metros libres traicionó la confianza que el gobierno lopezobradorista depositó en ella, bloqueando la carrera de figuras del olimpismo mexicano que podrían haber seguido escribiendo historia y solapando a dirigentes corruptos e ineficientes. Su desastrosa gestión dio como resultado la actuación más pobre de una delegación mexicana en unos Juegos Olímpicos en lo que va del presente siglo.
Guevara hizo todo lo posible por impedir que tanto María del Rosario Espinoza como Paola Espinosa estuvieran en Tokio. Y lo logró. De ese modo, las dos mexicanas más ganadoras en la historia de los juegos se perdieron la última oportunidad de sumar más preseas a sus carreras y de darle algo de decoro a la actuación del representativo nacional. Sin ellas, la magra cosecha se limitó a cuatro bronces: los de Luis Álvarez y Alejandra Valencia en tiro con arco; Gabriela Agúndez y Alejandra Orozco en los clavados sincronizados desde la plataforma de 10 metros; Aremi Fuentes en levantamiento de pesas, y el equipo de futbol varonil.
De cara a París y al futuro
A unas horas de la ceremonia de apertura de los XXXIII juegos, se puede establecer que el olimpismo está más que consolidado en el orbe y su porvenir se vislumbra seguro. La incógnita pesa sobre los juegos alternativos, cuya historia ha sido también debidamente reseñada en esta serie, con excepción de los Juegos de la Amistad, celebrados por primera vez en Moscú en 1984, a instancias de una URSS que con ellos buscó tener un certamen en el que competir junto a todos los países satélites que la acompañaron en el boicot a los Olímpicos de Los Ángeles del mismo año.
Estos Juegos de la Amistad han sido retomados ahora por Rusia como respuesta a la persecución que en su contra han emprendido el COI y las federaciones rectoras de los deportes más importantes, primero con el pretexto del dopaje y posteriormente con el de la guerra contra Ucrania, pero siempre motivados por su descarada defensa de los intereses políticos, económicos y deportivos de las potencias occidentales, particularmente de Estados Unidos.
Anunciadas inicialmente para realizarse en septiembre de este año en Moscú y Ekaterimburgo, estas competencias alternativas aparentemente han sido pospuestas para 2025, pero lo cierto es que a pesar de que se anunció la participación de 70 países se vislumbra como algo poco probable que cualquier nación fuera de la propia Rusia o de Bielorrusia pueda enviar una delegación formal sin que de inmediato caiga sobre ella el “Santo Oficio” del COI, que se ha opuesto con vehemencia a los Juegos de la Amistad y a los llamados Juegos Mejorados, iniciativa de algunos empresarios para organizar justas deportivas donde se permita abiertamente el uso de cualquier sustancia para mejorar el rendimiento.
Finaliza así esta breve revisión a lo que son exactamente 2 mil 800 años de olimpismo, si se toma en cuenta la Antigüedad. Recordemos que los primeros juegos tuvieron lugar en el año 776 a.C. El que esto escribe se pregunta si el COI y los organizadores de París 2024 habrán caído en la cuenta de esta cifra y harán alusión a ella en la ceremonia de hoy. Es muy probable que para cuando lea estas líneas, usted ya sepa la respuesta.
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