Las llamadas “tiendas de conveniencia”, surgen en México en los años setenta y hoy se expanden como un modelo de negocio con tentáculos, haciendo quebrar a las pequeñas tiendas familiares en la zona donde se instalan. Su estrategia es aplastante, su misión es arraigarse, romper identidades y tradiciones locales, crear una necesidad, imponer una marca al consumidor y acaudalar enormes ganancias. Predomina en ellas la venta de productos no esenciales de la canasta básica, reciben pago de servicios, facturan y, con su horario abierto los 365 días del año, argumentan sus altos precios. Las 53 mil 553 tiendas de conveniencia pertenecen a grandes consorcios empresariales con empleados de mostrador mal pagados.
Pero ¿qué hay de las misceláneas, tiendas de abarrotes, estanquillos, tendajos o tienditas de la esquina?, que son el medio de subsistencia para miles de familias y representan el negocio más recurrente, tradicional y predominante en el país. Concentran el mayor número de establecimientos entre los comercios de México, muy por encima de otros tan populares como las papelerías o panaderías. Las tienditas surgen y desaparecen continuamente, aun así, hay alrededor de un millón en todo el país contribuyendo a la economía nacional, dando identidad a colonias, barrios y comunidades donde el tejido social se entrelaza compartiendo historias, leyendas, anuncios, canciones, cuitas y recuerdos.
La tiendita de la esquina, como se le conoce comúnmente, ha sido fuente de empleo e ingresos durante décadas. Son negocios que se han convertido en una tradición en la idiosincrasia de los barrios en México, han establecido una relación de confianza de años con sus vecinos, forman parte de la cultura, sin importar su estatus social. Por su arraigo y conexión emocional que los tenderos mantienen con su comunidad, llegan a ser el centro de la colonia. Ninguna tienda de conveniencia va a fiarle nada a alguien, como hacen los tenderos.
A pesar de la competencia feroz y abusiva, se sostienen, algunas se resisten a morir, otras no tienen más salida que continuar. Unas 150 mil tienditas terminaron ahogadas por la pandemia. Si bien casi 30 por ciento de las tienditas nuevas mueren a los dos o tres años, las que nacen cada año hacen que el número total a escala nacional se mantenga estable.
Muchos dueños de tienditas incursionaron en el sector al perder su empleo y no contar con alternativas; otros, con su baja pensión, se vieron obligados a instalar una. Así, la tienda es el medio de sobrevivencia para ellos y sus familias. Las tienditas son una forma recurrente de autoempleo de las más sencillas o rápidas que encuentra la gente para subsistir. Basta abrir sus cocheras o hasta una ventana para ofrecer abarrotes, frutas y verduras, pero por falta de capital carecen de estrategias y organización, mezclan su contabilidad con sus finanzas familiares, requieren orientación y capacitación para operar, administrar, financiar y mejorar su negocio.
Mientras las autoridades regulatorias, sanitarias o de protección civil, no medien la competencia desleal, el pez gordo seguirá comiéndose a los pequeños.