Para la comunidad de Ixcateopan, Guerrero, es tiempo de que se reconozca que la osamenta resguardada en el que fuera el templo de Santa María La Asunción pertenece al tlatoani mexica Cuauhtémoc. Es el momento, señaló Edilberto Morales Giles, presidente del consejo de ancianos de Ixcateopan, porque ya no es tiempo de “hispanos” sino de “nacionalistas”. “Los hispanos no han querido que esto aflore. Son ellos, los presidentes de la república desde Miguel Alemán que fue cuando se descubrieron (los restos) hasta Enrique Peña Nieto, quienes han sido hispanos. Hoy, tenemos la esperanza que el presidente (Andrés Manuel López Obrador) que es totalmente nacionalista reconozca lo que tenemos en Ixcateopan”, afirma al abrir el seminario Conferencias Ixcateopan que se realiza en la Casa del libro Gilberto Bosques Saldívar de la UAP.
Dicho seminario, señaló el antropólogo Julio Glockner Rossainz, tiene un propósito: el volver con los pasos de la historiadora y arqueóloga Eulalia Guzmán Barrón (1890-1985) a la tumba de Ixcateopan y desenterrar simbólicamente los restos del último tlatoani mexica para colocarlos a la luz del análisis y la razón contemporáneas. Ello, porque “las tesis de la maestra Guzmán han sido desechadas con cierta ligereza en favor de teorías oficiales que se repitieron durante décadas”, como expuso acompañado de Jorge Veraza Urtuzuástegui. Completó que los análisis que se darán a conocer durante el seminario apuntan a reivindicar los minuciosos estudios y el rigor científico con los que actuó la investigadora.
“Reivindicar es la palabra justa, pues ella fue difamada, menospreciada y ofendida hasta lograr su desaparición en la memoria académica. La reparación de esa injusticia ideológica cometida en contra de esta mujer ejemplar es quizá el motivo central de las exposiciones que vamos a escuchar en éstos días”, expuso Glockner Rossainz. Acotó que las conferencias provocarán un debate que no por “haber sido hábilmente soterrado ha sido sepultado”, sobre todo en el marco del quinto centenario del asesinato del “joven abuelo” en la selva de Tabasco, hecho del que escribió Bernal Díaz del Castillo en La historia verdadera de la conquista de la Nueva España.
De paso, reflexionó el autor de los libros Los volcanes sagrados y La mirada interior, el pensar en Cuauhtémoc lleva a pensar en Hernán Cortés, ambos vivos en “la imaginación del mexicano”, que “no dejan de luchar en el interior de cada uno de nosotros”, siendo que “negar a uno es negar al otro, y negarnos a nosotros mismos”. “No podemos reducir la historia al tamaño de nuestros rencores; nosotros los mexicanos contemporáneos somos los que tenemos que decir las palabras finales del diálogo mortal que hicieron Cuauhtémoc y Cortés: este seminario es una aportación más a la configuración de ese diálogo”, sostuvo.
Basta una fracción de huesos para comprobar que es Cuauhtémoc
La “autenticidad es positiva”, afirma Edilberto Morales, presidente del consejo de ancianos de Ixcateopan, en referencia al trabajo hecho por Eulalia Guzmán, quien el 26 de septiembre de 1949 a las 13:30 horas en Ixcateopan, declaró haber encontrado osamentas, un cráneo y una placa de cobre inscrita en el templo de Santa María La Asunción, los cuales, dijo, eran los restos de Cuauhtémoc. Dicha aseveración, señala el profesor, se da luego del trabajo comenzado el 17 de febrero de 1949 cuando a Eulalia Guzmán le dijeron que, como paleógrafa y perita de documentos antiguos, iría a ver unos documentos resguardados por la familia Juárez y entregados entonces por el doctor Salvador Rodríguez Juárez: un legajo de papeles envueltos en piel de venado en los que se decía dónde estaba enterrado Cuauhtémoc, un “secreto” que se guardó de generación en generación.
“Se fue dando cuenta de la veracidad, manifestando sus actualidades al gobernador Baltazar R. Leyva Mancilla, hasta septiembre, cuando el día 3 reunieron al pueblo y les dieron a conocer que la iglesia sería desocupada pues ahí se encontraba enterrado Cuauhtémoc. Los trabajos comenzaron el 4 de septiembre. A casi metro y medio encontraron algo que al pegar sonó hueco: era una laja redonda que descubrieron, hasta que llegó Eulalia Guzmán y el doctor Salvador Rodríguez Juárez, y apareció la placa y la osamenta: el 26 de septiembre se tiene como la fecha en que se descubre la tumba de Cuauhtémoc”.
Continúa que para el 27 de septiembre, de México llegaron a Ixcateopan los arqueólogos Ignacio Marquina, Silvio Zavala y Alfonso Caso, además del gobernador Baltazar R. Leyva, quien se introdujo a la fosa. “Se dio cuenta de lo que estaba ahí, certificó e hizo la guardia de honor. Marquina dijo que todo estaba bien, en regla, perfecto. Alfonso Caso recordó que Eulalia Guzmán le había apoyado a descubrir Monte Albán, que no era una charlatana, que estaba comprobado que era una tumba y eran los restos de Cuauhtémoc”.
“A la maestra Eulalia le dijeron que fuera ver los documentos que marcaban donde estaba la tumba. Investigó e hizo todo. Se fue a la excavación y encontró la tumba. Sus objetivos que eran dos, la autenticidad de los documentos y el encontrar la tumba, estaban hechos. Así lo certificaron Marquina, Zavala y Caso. Que después por situaciones políticas ellos mismos dijeran que no y cambiaran las cosas, no cambia la primera palabra que es la que vale. En Ixcateopan tenemos no solo los restos, sino que conocemos la historia de la familia de Cuauhtémoc, de sus abuelos y sus padres, de los que quedaron en Ciudad de México, en Toluca, donde existe la familia Chimalpopoca”.
El jefe del consejo de ancianos de Ixcateopan refirió que lo ocurrido en 1949 “tiene una secuencia anterior”: una historia que inicia en 1520 cuando, en las primeras batallas, Hernán Cortés se llevó a dos hombres originarios de esta región chontal hacia Cuba, donde estaba su esposa Catalina Juárez, quien al llegar aquí llegó con un niño en brazos, producto de una relación con uno de esos dos hombres. “El hombre chontal regresó a su pueblo natal, se casó y tuvo a Juan -Juárez- y a Cruz, quienes crecieron y cuando a Toribio de Benavente le dieron la comisión de buscar en Ixcateopan los restos de un fraile, éste supo de la tumba de Cuauhtémoc. Lo encontraron y el 29 de diciembre de 1529 se hizo el segundo entierro a manos de Motolinía, edificando la iglesia de Santa María de La Asunción”.
Morales Giles añade que así fue hasta 1914, siendo la ante penúltima estafeta de la familia, Florentino Juárez, quien entregó su secreto a sus hijas Inés y Jovita. “Permaneció el secreto en la Casa Juárez hasta 1943 cuando se lo dieron al doctor Salvador Ramírez, quien en enero de 1949, le contó a un nuevo párroco de la iglesia sobre los documentos. “Callada la boca llegará el momento en que daremos a conocer esto”, le dijo el doctor, pero en la misa dominical el sacerdote dio a conocer que en la iglesia estaba sepultado un rey y se trataba de Cuauhtémoc. “Los ancianos se enojaron y culparon al doctor Salvador. Al salir de misa hubo revuelta. Pasando el día domingo, el presidente municipal Juan Reyna salió a la casa del doctor para entrevistarlo y preguntarle sobre lo dicho por el sacerdote. Éste dijo que sí y que tenía documentos para corroborarlo. A Reyna se le entregó la documentación envuelta en el mismo cuero que había enviado Motolinía. Era el 4 de febrero de 1949. Baltazar Leyva Mancilla, el gobernador, fue avisado y a su vez contactó al entonces presidente Miguel Alemán Valdés, quien notificó al Instituto Nacional de Antropología e Historia para hacer una reunión y buscar a la persona indicada, mandando a Eulalia Guzmán, quien sí fue a cumplir la comisión sin pensar que iba a descubrir una realidad”. Para cerrar, y en el sentido de que lo descubierto por Eulalia Guzmán y su equipo es verdad, Edilberto Morales afirmó que “bastaría una fracción de hueso” para corroborar que lo que se resguarda en el mausoleo ubicado en la Cuna de la Mexicanidad, como también se conoce a esa población guerrerense, sí se trata de Cuauhtémoc.