Como los dos anteriores debates presidenciales, el tercero y último, celebrado el domingo pasado en el Centro Cultural Tlatelolco, dependiente de la UNAM, no sirvió en nada para cambiar el escenario político hacia el día de la jornada electoral, de tal manera que la candidata puntera, dígase Claudia Sheinbaum, sigue manteniéndose adelante, a menos de una semana de los cierres de campaña.
Su contrincante, la señora X no crece, aunque ella diga lo contrario, y aún con la movilización rosa del propio domingo 19 de mayo. En el debate, se le vio nerviosa e insegura, reiterando sus ataques sustentándolas en francas mentiras, antes de subrayar sus propuestas políticas. La innecesaria alusión al poco sustentado libro de Anabel Hernández o sus falsas acusaciones antirreligiosas de su contrincante, son solo muestra de la desesperación ante una inminente derrota con una diferencia significativa, que incluso imposibilitaría una impugnación del resultado.
Además, ya nadie le cree cuando la señora X quiere asustar con el petate del muerto, al señalar como en antaño, que de ganar Morena y Claudia, le quitaría a los clasemedieros su casa, además de que se destruirían las iglesias, afirmaciones que, por cierto, aquí en Puebla, algún clérigo católico despotricó y reiteró en una homilía en el mismo sentido, como si nuestro pueblo fuera tan ignorante para creérsela.
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Ya poco puede hacerse para recuperar terreno por parte de la derecha y su candidata, para cerrar una votación que no tiene indicios claros de presentarse, al grado que lo más factible es que el postulado por Movimiento Ciudadano, alcance a la postulada por el PRIAN-RD. Es de suponer que, ahora, concentrarán sus fuerzas para refrendar los estados que aún gobiernan como Guanajuato y Yucatán o con posibilidades competitivas en el caso de la Ciudad de México, además de evitar que Morena y sus aliados alcance la mayoría calificada en las cámaras, con ello cerrarle el paso a la debida gobernabilidad de la nueva administración.
Sea cual sea el resultado de las elecciones del dos de junio y ya salvados los recursos post que se presenten las fuerzas perdedoras, es factible que el país quede polarizado, dividido en dos, lo que implicaría un reto a resolver por el nuevo gobierno. Al respecto, señalo un aspecto que no comparto con el actual Ejecutivo federal, quien durante todo el sexenio nunca se reunió ni recibió a la oposición, lo cual no considero correcto.
En lo personal, no tengo duda de quién ganará el dos de junio, de ahí que me adelanto a algunas medidas que deberían de adoptarse, incluso en el periodo de transición antes del primero de octubre. Primero, no perder de vista siempre que, en la grandeza, humildad. Implicaría una actitud divorciada de la soberbia, la adopción de la tolerancia y de la certeza de que se gobierna para todos, no solo para aquellos que sufragaron por su partido y coaligados.
Aunque hay que esperar, ahora vienen los cierres de campañas y la preparación para la jornada electoral. El tercer debate presidencial fue solo un peldaño más.
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