Viernes, mayo 16, 2025

Teotihuacan en Tikal

La información que ha revelado el LIDAR (Light Detection and Ranking, por sus siglas en inglés) ha resultado clave para tener elementos para la comprensión de las sociedades mayas en diversos espacios de lo que hoy son México y Guatemala. Como se reporta en el artículo “A Teotihuacan altar at Tikal, Guatemala: central Mexican ritual and elite interaction in the Maya Lowlands” publicado este 2025 en la revista Antiquity y de la autoría de Edwin Román Ramírez, Lorena Paiz Aragón, Angelyn Bass, Thomas G. Garrison, Stephen Houston, Heather Hurst, David Stuart, Alejandrina Corado Ochoa, Cristina García Leal, Andrew Scherer & Rony E. Piedrasanta Castellanos, nuevos “hallazgos permiten ahora informar sobre otros vínculos entre Teotihuacan y Tikal. En 2016, el lidar de Tikal reveló una gran plaza y pirámide cerca del Grupo 6C-XVI y al sur de la llamada Plaza Mundo Perdido y de los Siete Templos, con sus construcciones de talud-tablero y sacrificios humanos quemados vinculados a Teotihuacan (Chinchilla Mazariegos et al., 2015). Entre este sector norte y el Grupo 6C-XVI, un estudio lidar de 2016 reveló una gran plaza y pirámide que previamente se había considerado una colina natural (Houston et al., 2019). Conocido hoy como Grupo 6D-III, este patio cerrado con un gran templo en su lado oriental ofrece un sorprendente paralelismo en planta y orientación con el complejo de la Ciudadela de Teotihuacan, mucho más grande”. A raíz de estos hallazgos y con la exploración a partir de 2019, “las excavaciones en el Grupo 6D-XV revelaron un altar pintado (Estructura 6D-XV-Sub3) en el centro de un patio marcado por diversos episodios de construcción y entierros o escondites asociados (Entierros PASADOS 7, 11, 10 y 15)”. La importancia de este hallazgo, junto con otros más que se detallan en el artículo antes citado, es que brinda información valiosísima para corroborar algo que se sabe desde hace años: las fuertes relaciones establecidas entre Teotihuacan y la región maya. Hace tiempo hablé en este espacio sobre las “súper carreteras mayas” encontradas a través del lidar y sus implicaciones en cuanto a la exploración y la construcción de una historia regional maya y mesoamericana. Sumado a lo anterior, la enorme cantidad de estructuras descubiertas gracias a esta tecnología en la región, nos obliga a pensar no tanto en imperios o reinos, sino en la red de relaciones diversas establecidas entre multiplicidad de ciudades mayas, grandes, medianas y pequeñas, así como los contactos con otras mucho más distantes, como Teotihuacan. Empero, es necesario recordar que, por más improbable que parezca, pareciera que este tipo de intercambios eran más la tónica que la excepción; es decir, más que ser una curiosidad, es la verificación de una constante: los pueblos mesoamericanos vivieron comunicados de forma permanente. Evidencia de lo anterior lo vemos desde la época Preclásica, con la presencia de lo olmeca en Chalcatzingo en Morelos, en Pijijiapan en Chiapas o en Kaminaljuyú en Guatemala. En el Clásico con relaciones entre Teotihuacan y Copán en Honduras, en Tikal, como ya se ha visto, con Kaminaljuyú en Guatemala. Relaciones de Tajín en Veracruz, con Seibal, en el Petén guatemalteco; Tula en Chichén Itzá o los mexicas en K’umarkaj en Guatemala, ambos en el Postclásico y muchas otras que se han documentado.

En los hallazgos recientes se encuentran no sólo edificios, arte, espacios y ofrendas teotihuacanas en Tikal, sino que se ha visto que su construcción y abandono están relacionados con vicisitudes de la ciudad del Centro de México. De acuerdo con el artículo antes citado, los “eventos panregionales probablemente influyeron en estos desarrollos. La Entrada [así se le conoce a la llegada de grupos teotihuacanos a la ciudad petenera en 378 d.C.] coincide con el cambio de la fase Tlamimilolpa a la fase Xolalpan en Teotihuacan (Beramendi-Orosco et al. 2009: g. 5), justo después de la quema de la Pirámide de la Serpiente Emplumada y la posterior colocación de su propio adosado (Cowgill 2015: 146). De manera similar, el abandono de la Ciudadela en Tikal coincidió con la quema y la despoblación parcial de Teotihuacan (Clayton 2020)”. Como se ve, hubo una correlación entre las dos ciudades, de manera sumamente estrecha. De acuerdo con el artículo, tres “posibilidades explican estos hallazgos: 1) un préstamo “suave” en Tikal del arte y los estilos constructivos de Teotihuacan, facilitado por el comercio y los visitantes; 2) una intrusión “dura” de antagonismo panregional, campañas militares e influencia extranjera; y 3) una oscilación entre estas formas de contacto (Houston et al. 2021: 1)”. Es posible que, como dicen, tales fenómenos tuvieran orígenes diversos, es decir, no explicables únicamente con teorías de guerra e intervención. Algo similar se especula con la caída de Teotihuacan de la que no hay una sola explicación. Pero, de lo que estos hallazgos sí nos dan cuenta, es de la estrecha relación entre ambas urbes, al grado de que lo que sucediera en una, afectaría a la otra.

En la nota que da cuenta del hallazgo del altar en el portal de la revista National Geographic se dice que a “pesar de la aparente violencia e imposición cultural, la fortuna de Tikal prosperó en los siglos posteriores a dicha intervención de Teotihuacán, convirtiéndose en una fuerza dominante en el mundo maya, y la fusión de estos diversos elementos culturales contribuyó a la increíble cultura de la civilización mesoamericana. (…) De hecho, durante los siglos siguientes, Tikal alcanzó un auge aún mayor, convirtiéndose en una dinastía casi inigualable antes de declinar alrededor del año 900 d. C., junto con el resto del mundo maya”. Líneas atrás se especuló con la idea de que Teotihuacan estaría “decapitando” a una dinastía maya en Tikal en torno a 378 d.C. y fue entonces que los teotihuacanos se habrían “mudando” a la ciudad. ¿Conquista, decapitación, fuerza dominante? Hoy, después de varios años de estudiar lo maya, juzgo conveniente empezar a cuestionarnos si estas son las palabras para explicar fenómenos de esta naturaleza. Es decir, ¿sólo a través de la conquista, el sometimiento, la dominación los grupos humanos mesoamericanos se relacionaron? O quizá debiéramos pensar en otras circunstancias menos sangrientas que los motivaron. ¿Qué tal suenan las palabras cooperación, intercambio, aprecio, respeto? ¿Será acaso que, para revistas como la NG, cuyos lectores son esencialmente norteamericanos, no existen otras palabras? ¿Occidente no puede pensar en otras formas de comunicación que no sean las violentas? Juzgo necesario que empecemos a cambiar nuestras narrativas y abordemos perspectivas más acordes con las realidades vividas por esas sociedades y no las que existen en la tradición histórica adosada por occidente a todas las historias del mundo. Prefiero quedarme con la discusión planteada por los autores en Antiquity, que va más con las numerosas evidencias de arte y técnicas teotihuacanas en la zona maya, como en Copan, Uaxactún y Xelha y, en retribución, presencia de estilo maya en los murales de la Plaza de las Columnas en Teotihuacan. Concluyen que el “complejo 6D-XV y su altar se suman a la creciente evidencia de la influencia teotihuacana en la cultura material e imaginería maya, lo que sugiere no solo la adopción local de estilos artísticos, sino también la posible presencia de pintores formados en Teotihuacan que practicaron sus habilidades en Tikal en el siglo V d. C. El complejo es funcionalmente comparable al complejo adyacente del siglo VI-XVI, con un altar central distintivo en su pequeña plaza o patio. Estas áreas mezclaban espacios domésticos y rituales, mostrando vínculos arquitectónicos y organizativos con los complejos residenciales encontrados en Teotihuacan. Lejos de ser imitaciones mayas imprecisas, los murales del altar son ejemplos magistrales de un estilo complejo y no local, y probable evidencia de la presencia directa de Teotihuacan en Tikal como parte de un enclave extranjero que coincidió con la histórica Entrada”. Como se ve, fuera de leer a través de estos datos conquistas o invasiones, lo que entiendo es la presencia aceptada y concertada de grupos teotihuacanos en la ciudad. Las historias de estos pueblos son fascinantes y las interrogantes que surgen después de hallazgos como estos son sumamente estimulantes. Y creo que, para hacerles justicia, es necesario abrir nuestra imaginación a otras perspectivas que den cuenta mejor de su paso en el tiempo. Más que equipararlas con otras historias, es menester construirles una propia en la que la certeza más grande de la que podemos partir es de que las sociedades precoloniales no fueron iguales a ninguna de las otras del orbe, tan simple como eso.

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