Con total impunidad grupos de talamontes extraen del Parque Nacional La Malinche, en la zona que le corresponde al estado de Puebla, entre 500 y 800 polines –barras alargadas que por lo regular se fabrican a partir de pino blanco, ideales para construir armazón de construcciones de diferentes tipos-, además de que se fabrica de manera clandestina en la montaña de 10 a 15 toneladas de carbón, estimaron ambientalistas y pobladores de las juntas auxiliares de San Miguel Canoa y La Resurrección, ambas con más del 60 por ciento de su población indígena.
En entrevista con La Jornada de Oriente, quienes omitieron su nombre por miedo a represalias de estos grupos, estimaron que semanalmente, los presuntos delincuentes derriban un número indeterminado de árboles y bajan cientos de toneladas de madera a la semana del Parque Nacional La Malinche, de estas juntas auxiliares, lo que ha consumido alrededor de 700 hectáreas de bosque en los últimos 15 años.
Según testimonios de activistas los polines son adquiridos principalmente por la industria de la construcción, en Puebla capital y la zona conurbada, mientras que el carbón que se produce en una especie de iglúes de donde emana humo, se vende en la Central de Abasto de Puebla y en los mercados de la ciudad, donde los vendedores lo hacen pasar como un producto proveniente de los estados de Oaxaca y Chiapas para no despertar sospechas.
Hay tres modalidades de talamontes en un área natural protegida
El Parque Nacional La Malinche se asienta en los estados de Tlaxcala y Puebla, a lo largo de 16 municipios en el Eje neovolcánico transversal. El volcán La Malinche abarca, en la zona de Puebla, los municipios de la capital, Amozoc y Acajete.
Según datos del gobierno federal, el Parque Nacional La Malinche tiene 46 mil 112 hectáreas de extensión con una amplia diversidad faunística (937 especies descritas, decenas de ellas endémicas), como el chupaflor canelo, el zumbador mexicano, el chipe rojo, el zorzal mexicano, el murciélago mula, el saltaparedes, el enebro azul, el vencejo nuca blanca y el mirlo pinto, entre otras.
Para protegerlo de invasiones y desmontes para la agricultura y pastoreo, y ante la pérdida del hábitat de múltiples especies silvestres causada por la llegada del ferrocarril a principios del siglo XX, Matlalcuéyatl –como le nombraban al volcán los indígenas nativos– fue decretado Parque Nacional el 6 de octubre de 1938.
Pese a estar prohibida desde ese año, se registra tala en toda su extensión territorial, la cual se intensificó en la parte que le corresponde al estado de Puebla en los últimos 15 años ante la falta de una autoridad que realice operativos en la zona para inhibir esta práctica.
A decir de activistas y defensores del bosque en el lugar operan tres tipos de talamontes: los que sacan polines y tablas, los cuales están armados por lo que podrían formar parte de una organización delictiva; leñeros y carboneros que producen el carbón en la montaña y lo venden en mercados de Puebla capital, y los que toman la madera y venden para leña.
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La mayoría de estos grupos están conformados por pobladores de la zona e incluso vienen del estado de Tlaxcala, donde hay una vigilancia más fuerte para inhibir la tala.
El primer grupo invade predios particulares y derriba árboles con motosierras, para lo cual amenaza a los propietarios de predios, ambientalistas y personas que consideran un obstáculo para sus fines.
Ninguna autoridad inhibe la tala inmoderada
Los grupos operan a partir de las cinco de la tarde, hora en la que suben a más de 2 mil metros sobre el nivel del mar, ya que en las zonas más bajas visiblemente escasea el bosque, y con motosierras desmontan ejemplares de entre 20 y 60 años de edad.
Los que comercian con los polines los estiban uno sobre otro para subirlos a camionetas y camiones de volteo que suben y bajan hacia San Miguel Canoa y La Resurrección.
En un recorrido por la zona recientemente afectada se observan centenares de troncos, polines que no alcanzaron a bajarse y restos de ramas y maderas tirados en una vasta extensión que abarca hectáreas enteras.
Ni la lluvia detiene a estas personas que entrada el alba regresan a las comunidades de las que vienen con la amenaza de subir al día siguiente.
Los activistas estiman que por semana extraen entre 500 y 800 polines a través de los vehículos pesados.
Una parte importante de la madera es usada para preparar carbón en una especie de iglúes, en los que los troncos son expuestos altas temperatura, por lo que de estos emana una gran cantidad de humo.
Decenas de carboneros suben a la montaña a recoger el producto en costales que transportan en vehículos o en bestias para posteriormente venderlos en la Central de Abasto de Puebla capital y en la mayor parte de los más de 30 mercados municipales y de apoyo del municipio, donde se argumenta que el producto proviene de estados del sureste como Oaxaca y Chiapas.
Ambientalistas estiman que por semana se extraen de 10 a 15 toneladas de carbón que en el mercado se vende hasta en 15 pesos el kilogramo.
Pese a esta evidencia, en el lugar brillan por su ausencia servidores públicos de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), del gobierno del estado y del municipio.
Ningún patrullaje detiene el paso de los vehículos pesados que extraen madera incluso a las orillas del camino principal a San Miguel Canoa.
Los ambientalistas agregaron que en el estado de Tlaxcala existe una cuadrilla importante de guardabosques que depende del gobierno de dicho estado para inhibir la tala, lo que no sucede en Puebla y propicia que talamonetes de dicho estado se trasladen a Puebla para extraer la madera.
Las especies de árboles más afectadas son los encinos, ya que de este se extraen los polines, sin embargo, también se están derribando oyameles y otras especies.
Se han acabado 700 hectáreas en los últimos 15 años
Destacaron que en los últimos 15 años se ha agudizado la tala inmoderada en Puebla, debido a que desde la década de los 2000 dejó de haber vigilancia en la zona que le corresponde a la entidad.
Por ello estiman que en ese periodo de tiempo se han consumido 700 hectáreas de bosque, aproximadamente, de las cuales 400 le corresponderían a San Miguel Canoa y más de 300 a La Resurrección.
Se extrae abono, lo que evita la regeneración del bosque
La otra modalidad de extracción en los bosques de La Malinche es la que se relaciona con el abono de los suelos altamente ricos en nutrientes, del cual se extraen entre alrededor de 900 bultos por semana.
Los activistas destacaron que al extraer la arena y semillas se evita que nuevos árboles vuelvan a crecer, lo que limita el ciclo de la naturaleza en la zona.
Destacaron que el abono es vendido en la región de Tecamachalco para reforzar la reproducción de leguminosas en una zona donde escasea el agua.
La tala inmoderada evita la regeneración de los mantos freáticos y ha secado los manantiales como se observó con dos que se encuentran en la zona que le pertenece a La Resurrección en la montaña.