El 12 de noviembre de 1648 nació, en San Miguel Nepantla, localidad del Virreinato de la Nueva España, Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, una de las figuras más importantes de la literatura hispanoamericana y un emblema del pensamiento barroco.
Hija ilegítima de un noble criollo, Pedro Manuel de Asbaje, y una madre mestiza, Isabel Ramírez, Sor Juana Inés mostró desde niña aptitudes sobresalientes. Empezó a leer a la edad de tres años, y a los ocho comenzó a estudiar latín. Su talento en las letras le permitió acceder a una educación que era inaccesible para las mujeres de su tiempo.
Aún con las limitaciones sociales para su género, a los 19 años Sor Juana decidió ingresar al convento de San Jerónimo en la Ciudad de México para continuar su estudio y desarrollo intelectual.
A lo largo de su vida monástica, Sor Juana cultivó obras en diversos géneros: poesía, teatro, ensayo y filosofía. Su escritura se caracteriza por la erudición, el dominio de los recursos literarios, figuras retóricas y el gongorismo, un estilo rebuscado asociado al poeta español Don Luis De Góngora.
En su vida intelectual abarcó todos los saberes de la época. Escribió numerosos poemas líricos, cortesanos y filosóficos, comedias teatrales, obras religiosas y villancicos para las principales catedrales del Virreinato.
Entre sus textos más famosos están “ El divino Narciso” de 1692, en el cual se exponen argumentos religiosos, y “Los empeños de una casa” de 1693. En esta última Sor Juana plasma una comedia de capa y espada desde la perspectiva femenina; expone que no hay un camino racional para la mujer dentro de la sociedad patriarcal del Siglo de Oro, regida por las apariencias y el egoísmo. Las voces femeninas del barroco eran anuladas por reclamar su libertad.
En cambio, aquellas mujeres que aceptaban las convenciones hegemónicas actuaban por mera conveniencia, convirtiéndose así en seres crueles. “¿Por qué queréis que obren bien/ si las incitáis al mal?”, escribe Sor Juana en “Los empeños de una casa”, argumentando que los enredos y engaños de una sociedad son productos de normas sociales que han dejado de tener sentido.
Sor Juana, la Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea
En 1690, el obispo de Guadalajara y Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz usó el pseudónimo de “Sor Filotea” para escribirle a Sor Juana una carta en la que reconocía sus amplios conocimientos, pero la acusaba de haber dejado de lado sus deberes religiosos para favorecer sus exploraciones filosóficas. Sor Filotea argumentaba que el estudio de las letras podía volver rebeldes a las mujeres
La respuesta que escribió Sor Juana a Sor Filotea, en 1691 defiende sus derechos y su sed de aprendizaje. La carta es también una autobiografía de la escritora, quien explica su sed de aprender, estudiar y vivir como mujer, además de que reinterpreta diversas referencias religiosas y bíblicas.
En esta misma respuesta, bastante adelantada a su tiempo, Sor Juana sostiene que la inteligencia no tiene género y que las mujeres tienen tanto derecho como los hombres a la educación.
Si bien el feminismo no tenía cabida en esta época, las obras convirtieron a la Monja jerónima en una figura que visibiliza y reconoce a las mujeres en el ámbito intelectual, enfrentándose a las normas establecidas por el clero.
Sus escritos abogan por considerar a las mujeres como sujetos de razón y no sólo de religión.
En 1701, Sor Juana dejó de escribir y se dedicó a labores religiosas, hasta su muerte por tifus, el 17 de abril de 1695.
Actualmente, el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz se resignifica y no sólo invita a reflexionar sobre su prodigioso legado literario, sino que también otorga una oportunidad para reflexionar sobre las desigualdades de género y la valentía que implica desafiar a la normatividad por defender la justicia social y la equidad.
Han pasado más de dos siglos y el mensaje de Sor Juana sigue siendo tan necesario como lo fue en el siglo XVII.
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