Jueves, marzo 27, 2025

Solo 2.5 por ciento de las obras del Museo Internacional del Barroco son propias

Destacamos

De las 2 mil 400 obras que se exhiben en el recién inaugurado Museo Internacional del Barroco (MIB), solamente unas 60 piezas constituyen la llamada Colección MIB, es decir, apenas 2.5 por ciento, pese a que el tener un acervo propio, según especialistas, es uno de los principales requerimientos de cualquier proyecto museístico sólido.

Según informaciones periodísticas basadas en el análisis costoeficiencia del proyecto ejecutivo, se sabe que el gobierno estatal erogó 760 millones de pesos para adquirir el acervo que ostentará como propio.

Asimismo, que la administración morenovallista nombró a la Secretaría de Educación Pública (SEP) como la encargada de dar mantenimiento, conservación y restauración de las obras en exhibición, además de proponer y elegir a los seis miembros que integran al llamado Comité Técnico del Fideicomiso de Adquisiciones, la figura encargada de comprar las piezas que ahora forman parte del MIB.

Durante un recorrido por el recinto que abrió al público en general el pasado viernes 5 de febrero, se pudo hacer un registro visual sobre las piezas que ahora pertenecen a la colección MIB, mismas que –según sus fichas técnicas– provienen de Francia, España, Portugal, Alemania y México.

De ellas, una parte importante son reproducciones hechas en talleres de Portugal –Fundación Ricardo do Espirito Santo Silva, Lisboa–; de Francia –Palacio de Versalles y Museo de Louvre–, así como de Alemania –Gipsformerei, Museos Estatales de Berlín.

Las piezas se encuentran repartidas en las diversas salas permanentes: Theatrum Mundi: el mundo como escenario; Puebla de los Ángeles; El sentimiento barroco: arquitectura; El nuevo orden de los tiempos: pintura y escultura; Las alegorías del saber: letras y ciencias; Deleitar y conmover: teatro, indumentaria y artes decorativas, y Artificios del oído: música y danza. Asimismo, en la exposición temporal La nao de China.

De Francia, por ejemplo, hay vestimentas “barrocas”, la mayoría de la segunda mitad del siglo XVIII: varias chupas (chalecos) de raso de seda y botonaduras metálicas, así como de seda con pedrería; una casaca de lana bordada, un calzón de moiré de seda y botonadura; una bata a la francesa con guantes y otra con tafetán de seda bordada; y un cuarteto de abanicos, dos de ellos con varillajes de marfil.

De igual forma, las reproducciones escultóricas: Copa de la guerra, de Antoine Coysevox, fechada en 1685, procedente del Palacio de Versalles; un Mercurio levantando a Psyque de Adriaen de Vries, fechada en 1593, procedente de los talleres del Museo de Louvre en París, Francia, donde se resguarda el original, que es de Praga, mientras que las reproducciones de Gipsformerei, Museos estatales de Berlín, son la escultura de Johann Sebastian Bach de Hermann Knaur, hacia el siglo XIX, y los óleos Anton van Dyck, copia de su autorretrato de C. Conti, del siglo XVIII, y Kurt Cristoph Graf von Schwerin, de Francois Gaspard Adam, terminada en 1769 por Sigisbert Francois Michel, también del siglo XVIII.

Provenientes de Portugal y de los talleres de Fundación Ricardo do Espirito Santo Silva, destacan las reproducciones –sobre piezas fechadas en su mayoría también en el siglo XVIII–: un par de candeleros, una cama de campaña plegable, una colcha de damasco de seda, una bacía de barbero, una alfombra, una cómoda cajonera, un rodapié con motivos vegetales y un par de sillas articuladas o plegables.

Asimismo, reproducciones del mismo taller portugués como una cerámica con decoración esmaltada de personajes femenino y masculino recortados, una guarda de puerta con escudo real de Portugal, una escribanía de plata fundida, martillada, repujada y cincelada, una carpeta de cuero con decoraciones doradas, y una cómoda escritorio con tapa abatible de madera de palo santo con herrajes en bronce dorado.

De la misma manufactura portuguesa, se exhiben reproducciones sobre obras de la dinastía Qing: una escudilla de porcelana con decoración polícroma, una jarra de porcelana decorada, un jarrón y otra porcelana con un par de niños sonrientes, mientras que de México, a la colección del MIB se incorporaron un peine de carey esgrafiado fechado en 1780; un armario del siglo XVIII, de la escuela austriaca; un óleo sobre el Martirio de misionero jesuita, de autor desconocido, del siglo XVIII; el retrato de Diego Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla, de autor desconocido; un biombo con vistas y paisajes del siglo XVIII; y un óleo sobre la Alegoría de San José, firmado por José Miranda y fechado en 1725.

También, un par de torcheros de madera tallada, encarnada y policromada del siglo XVII; un biombo de Venus sorprendida por Marte con Cupido y amorcillos, de autor desconocido del siglo XVIII; un San Miguel Arcángel, óleo de autor desconocido del siglo XVIII; un retablo del siglo XVIII; una escultura de San José, de madera tallada, encarnada, dorada y estofada de autor desconocido y del siglo XVIII, y un San Agustín Obispo, de autor desconocido del siglo XVIII, de madera y pasta de caña encarnada, estofada y dorada.

Provenientes de España, la Magdalena penitente del Taller de Pedro de Mena fechada en el siglo XVII, y la Obra poética de Juana Inés de la Cruz, los tomos I y III fechados en 1714 y el tomo II fechado en 1693, todos de la Imprenta Real.

Otros son el retrato de Caballero, atribuido al flamenco Justus Sustermans, del siglo XVII, y el óleo del general Thomas Fairfax, seguidor de Anton van Dyck, del siglo XVII de la escuela inglesa.

A estas piezas, si acaso, se pueden sumar las adquisiciones que hizo el gobierno estatal, por una década, sobre los derechos de una colección perteneciente al Museo Liechtenstein de Viena, Austria.

Destaca que en el mismo recorrido realizado en su primer día formal de actividades, se notaron algunas fallas en dicho recinto. La primera, la manera apresurada en que los guías –jóvenes en su mayoría– conducen a los grupos de alrededor 30 personas, quienes si bien pueden detenerse a observar el “aglutinamiento barroco”, corren el riesgo de atrasarse y perderse la “explicación”, o bien seguir y no conocer a detalle lo que se propone.

Un asunto más es que las plataformas interactivas –como las tabletas colocadas en algunas de las salas para conocer mayor información de autores y/o piezas– no funcionan con la rapidez que deberían tener al ser herramientas recién instaladas.

No está demás el mencionar que hasta ahora el MIB, pese a los más de 7 mil millones de pesos que costará, carece de un sitio electrónico a la par que el material impreso –un tríptico– que se entrega al inicio del recorrido, carece de información sustantiva y precisa.

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