No creo que nadie pueda considerarse defraudado después de presenciar el derroche de originalidad, creatividad y exposición de la belleza sin par de la capital de Francia, la patria de Víctor Hugo, Verlaine, Baudelaire y Zolá, del impresionismo y Louvre y las Tullerías, la Torre Eiffel, los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo, todos ellos, todo esto y más, presentes en el espectáculo inaugural de los XXXIII Juegos Olímpicos de la era moderna. La antorcha viajó de Zizou Zidane a unos niños, a un misterioso personaje enmascarado tipo Guerra de las Galaxias, a los reyes de Roland Garrós Rafa Nadal y Serena Williams, a Nadia Comaneci y Carl Lewis, hasta que un centenario atleta olímpico francés encendió el pebetero instalado en un globo aerostático que se elevó al cielo de París para presidir desde ahí la Olimpiada.
A su paso por el Louvre, personajes de pinturas famosas abandonaron los lienzos para asomarse a las ventanas del célebre museo a presenciar el paso de las delegaciones de los países, que surcaban plácidamente el Sena en un desfile de embarcaciones que de esa manera recorrían no la pista de un estadio, según es costumbre, sino la ciudad sede, vista desde su emblemático río. En el transcurso, los atletas pudieron atisbar espectáculos de rap, hip hop y metal rock, y no podían faltar las bailarinas de cancán del Moulin Rouge ni, asomando parcialmente de las aguas, rostros extraídos de pinturas famosas. La parte conceptual de la narrativa propuesta la fueron ocupando la Revolución, simbolizada en la Toma de la Bastilla por el pueblo en armas –la cabeza de una María Antonieta, ya decapitada, no quiso privarse de presenciar el desfile desde un ventanal del palacio de la Conserjería–, seguida de escenificaciones de lo que pueden significar hoy día valores tan añorados como libertad, igualdad y fraternidad, unidos a otros emergentes y no menos anhelados como diversidad, sororidad, solidaridad, tolerancia y, claro, deportividad.
El espectáculo, de cuatro horas de duración, incluyó una bellísima interpretación de la Marsellesa por la mezzo soprano afrosuiza Axelle Saint-Cirele –en sus dos versiones, clásica y moderna–, y alcanzó su punto de máxima emotividad cuando Celine Dion entonó el Himno al Amor, pieza inmortalizada en los años de postguerra por la gran Edith Piaff.
Controversias. Mucho ruido hizo, entre las alegorías mostradas durante el recorrido inaugural, una representación de la última cena en versión drag queen del fresco de Da Vinci. La indignación subió de tono al observarse que el centro del cuadro lo ocupaba una mujer obesa, rodeada por presuntas figuras de la comunidad LGBTQI+. El escándalo causado por esta parodia obligó a la organización de los Juegos a ofrecer extemporáneas disculpas a los indignados, que al parecer fueron muchos alrededor del mundo.
Parecida indignación debieron causar las declaraciones del presidente Macron sobre las razones por las que se vetó la participación de Rusia en los JO –“Un país invasor no puede ser bienvenido”, afirmó–, pero no la de Israel, ya que según el premier galo “En el conflicto de Gaza, Israel es el país agredido por terroristas palestinos. Una gran diferencia”–. Tal la sesgada lectura del jefe del estado francés, impecablemente alineado con la OTAN y su política belicista acorde con los intereses del temible complejo militar-industrial contra el cual ya prevenía a sus conciudadanos el presidente Dwight Eisenhower, general de cinco estrellas, héroe de la II Guerra Mundial y presidente de los EU por dos cuatrienios (1952-1960).
Trenes y drones. El día de la inauguración, la noticia que primero sacudió al mundo no procedía del ámbito deportivo-cultural sino de la página roja: las estaciones ferroviarias de París y alrededores se encontraban paralizadas, con millares de viajeros varados y presa del desconcierto debido a la drástica suspensión de prácticamente todas las corridas de salida y de llegada a la ciudad sede de los Juegos; la policía nacional se refirió a acciones de sabotaje perfectamente concertadas que cortaron cables y conexiones clave para la movilización del medio de transporte más popular y utilizado en Europa. Lo curioso es que ninguno de los numerosos grupos antisistema de que se tiene registro ha reivindicado eso que claramente constituye un atentado perfectamente planeado y puntualmente ejecutado, al grado que el estado francés informó a los frustrados viajantes –lo mismo turistas ansiosos por ver las competencias que parisinos deseosos de abandonar su ciudad, virtualmente sitiada por las medidas de protección y vigilancia adoptadas por el gobierno, precisamente por temor a sufrir cualquier tipo de ataques. Todo indica que ningún sagaz jefe policiaco esperaba que los anónimos enemigos que temía lo lanzaran en contra de la movilidad de las masas con boleto para viajar en tren justamente el día –26 de julio—de la apertura de la gran fiesta olímpica.
En cuanto a los drones como contemporánea fuente de problemas tenemos el caso de la entrenadora del equipo de futbol femenil de Canadá. La tal Bev Priestman ya estaba fichada por la FIFA debido a irregularidades cometidas con anterioridad, pero al comprobarse que sus auxiliares Joseph Lombardi y Jasmine Mander utilizaron drones para espiar los entrenamientos del equipo de Nueva Zelanda, la FIFA sancionó a Canadá con la pérdida de seis puntos –más un año de suspensión a la DT y sus ayudantes– por infringir las reglas del fair play, lo que complicará extraordinariamente sus posibilidades como campeón defensor –Canadá fue medalla de oro en Tokio 2020–; Nueva Zelanda se adjudicó los puntos en disputa (pese a haber sido derrotada 1-2 por las canadienses); en espera de lo que suceda con Francia y Colombia, los otros integrantes de su grupo.
Primera medalla para México. Fue de bronce por equipos y la ganaron ayer domingo las arqueras Alejandra Valencia, Ana Paula Vázquez y Ángela Ruiz, que usa gafas pero las aprovecha divinamente. Las mexicanas eliminaron a Alemania en cuartos de final (5-1) pero cayeron ante China en semifinales (3-5) que al final se quedó con el oro a expensas de las arqueras de corea del Sur. En la disputa por el tercer puesto México derrotó a Holanda (6-2 en gran performance), equipo en el que por cierto alineó Gabriela Bayardo Schloesser, nacida en Tijuana pero que optó por la nacionalidad holandesa.
Esta ha sido también la primera medalla ganada por un país de América Latina en París 2024.
Carrerón en Bélgica. Mercedes, en plena alza luego de un flojo inicio de temporada, había hecho 1-2 en Spa Francorchamps pero el piloto que primero cruzó la meta –George Russell, tras resistir heroicamente el ataque final de su coequipero Lewis Hamilton—sería descalificado porque, en el pesaje postcarrera, a su auto le faltó kilo y medio para legar al límite inferior del peso reglamentario. De esta manera, Hamilton se encontró, fuera de pista, con la victoria 105 de su palmarés, y Russell, sin deberla ni temerla, tuvo que apechugar con la descalificación automática, y tanto él como la escudería alemana se quedaron sin los 25 puntos correspondientes al primer lugar, que pasó a manos del moreno piloto londinense. Lógicamente, quienes arribaron detrás suyo también se beneficiaron con la descalificación de Russell y ganaron un lugar en los récords del GP de Bélgica corrido ayer. Fueron, del dos al diez, Piastri (McLaren), Leclerc (Ferrari), Verstappen (Red Bull), Norris (McLaten), Sainz (Ferarri), Pérez (Red Bull), Alonso (Aston martin), Ocon (Alpine) y Ricciardo (RB).
Checo Pérez, que parecía estar a punto de poner fin a una empinada y duradera cuesta abajo, pues consiguió arrancar segundo detrás de Charles Leclerc mientras Max Verstappen era sometido a un castigo de diez puestos en penitencia por haber cambiado motor, al final sólo consiguió esa poco satisfactoria séptima posición, víctima de las malas decisiones de la dirección de Red Bull, pero también del hecho de no haber encontrado nunca un buen ritmo de carrera.
Como casi siempre, el sinuoso y largo trazado de Spa no defraudó. Y como el vertiginoso ascenso de Mercedes y McLaren les está poniendo fin al absolutismo de Red Bull y Verstappen, el tramo final del campeonato promete grandes cosas.