El suicidio es el acto de quitarse deliberadamente la propia vida. Es una muerte causada por un acto de autolesión que lleva intrínsecamente la intención de morir. Este comportamiento puede incluir desde pensamientos suicidas hasta intentos de suicidio y el suicidio consumado.
Puede tener variantes como la intención de terminar con la vida a través de actividades que implican un riesgo elevado de lesiones físicas o cualquier comportamiento autodestructivo.
La tentativa de suicidio, que es el comportamiento no letal pero potencialmente nocivo dirigido contra uno mismo con la intención de morir. Como resultado de ese acto, evidentemente se produce un impacto y secuelas en los sobrevivientes, quienes permanecerán experimentando diversos pensamientos relacionados con su propia experiencia, razonamientos sobre el acto, cavilaciones y tal vez otros intentos de suicidio fallidos, para culminar en algunos casos con un auténtico atentado contra la vida.
Las personas alrededor del ejecutante del suicidio, es decir, seres más allegados tanto en el círculo familiar, como social (amigos, compañeros de trabajo, vecinos, colaboradores) son afectados en formas de un carácter inconmensurablemente doloroso directamente proporcional a la cercanía con el individuo fallecido.
Hay otros comportamientos que se definen como lesiones deliberadas sin intención suicida; el auto corte (cutting) es la forma más común, pero otras conductas son actos como quemarse, rascarse, pegarse e impedir de manera intencional la cicatrización de las heridas. Si bien el comportamiento en sí, es sin intención de culminar en la muerte, se ha encontrado que las personas que tienen un patrón de autolesión no suicida, presentan mayor riesgo de suicidio a largo plazo. La intención es diferente, pero según el Child Institute Mind, uno puede conducir al otro, pero hay diferencias importantes tanto en la intención como en el riesgo.
Prácticamente en todos los casos se recurre a la autolesión para sustituir el dolor y sentirse mejor, en lugar de para intentar acabar con la propia vida; es decir, algunas personas que se autolesionan tienen claro que eso les ayuda a reducir el intento suicida.
Otras diferencias son: el método utilizado para autolesionarse (que generalmente solo causan daño superficial), el nivel de daño y letalidad, la frecuencia, el nivel de angustia, la tendencia a reprimir las emociones junto con pocos mecanismos eficaces para afrontar el estrés emocional.
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Familiares y amigos experimentan una gama de emociones abrumadoras, incluyendo shock, negación, ira, culpa, tristeza profunda y un sentimiento de pérdida irreparable.
Se genera el trastorno de estrés postraumático (TEPT), en el que muchos sobrevivientes lo desarrollan, caracterizado por revivir el trauma, evitar situaciones relacionadas con el suicidio y experimentar cambios significativos en sus emociones y comportamientos. Brotan grandes sentimientos de culpa, en el que los seres queridos se responsabilizan a sí mismos por no haber podido prevenir el suicidio, lo que agrava aún más el sufrimiento. Esto se acompaña de un aislamiento social, en el que el dolor y la vergüenza pueden llevar a los sobrevivientes a aislarse socialmente, dificultando el proceso de duelo y la búsqueda de apoyo. Generalmente se omite hablar de lo ocurrido, como si fuera un secreto, porque además tras la muerte súbita planeada del familiar o amigo, se pueden desencadenar o exacerbar problemas de salud mental en los sobrevivientes, como depresión, ansiedad y trastornos del sueño.
En el caso de adolescentes, el suicidio de un compañero puede tener un impacto significativo en el desarrollo emocional y social de sus pares.
Así mismo, el suicidio de un niño, adolescente o joven adulto suele tener consecuencias más devastadoras.
La forma en que se produce el suicidio y la información que se proporciona a los sobrevivientes pueden influir en la intensidad del impacto.
Todo lo anterior se circunscribe en una experiencia estremecedora. Mike Emme (1977-1994) fue un joven estadounidense que se quitó la vida en 1994 a la edad de 17 años. Era conocido por su habilidad para reparar coches y por su Mustang modelo 1968, que restauró y pintó de color amarillo. Su trágica muerte, sin que hubiese dado signos particulares de depresión o algún detonante que pudiese identificarse, inspiró a sus padres y amigos a iniciar una campaña de prevención del suicidio, distribuyendo cintas amarillas con el mensaje “no lo hagas, por favor, pide ayuda”. Esta campaña se convirtió en el movimiento “Yellow Ribbon”.
Desde el 2003, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), han promovido que cada 10 de septiembre sea considerado el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.
Más allá del suceso real y cercano a cada uno de nosotros, en lo particular recuerdo con una claridad sorprendente cómo inicia la obra magistral de Gabriel José García Márquez (1927 – 2014), que se titula El Amor en los Tiempos del Cólera y que aborda el tema del suicidio de manera sutil pero significativa, vinculado a una compleja trama de amor, tiempo y destino. Uno de los protagonistas (el doctor Juvenal Urbino) que es un médico de la población que está involucrado en todos los aspectos de salud de una comunidad, es llamado para establecer las causas de un fallecimiento. Llegando al lugar de los hechos, percibe el aroma de las almendras amargas, característico del cianuro, como un veneno mortal que desprende este característico olor, al liberar ácido cianhídrico. El suicida era Jeremiah de Saint-Amour, un refugiado de guerra de las Antillas, amigo suyo y acérrimo competidor de ajedrez con quien había generado una amistad más allá de un simple vínculo como un conocido. Para su sorpresa, descubre que es el primer suicidio en muchos años que no está motivado por el amor.
Así puedo recordar muchos suicidios reflejados en todas las artes: El suicidio de Robert Schumann (1810 – 1856) en la música; El Gálata suicida de autor desconocido en la escultura; Le Suicidé de Édouard Manet (1832 – 1883) en la pintura, e innumerables referencias literarias a este acto de un carácter, a veces incomprensible pero extraordinariamente común.
Este es un tema tan complejo y cargado de emociones, que ha sido explorado por innumerables pensadores y personas comunes y corrientes a lo largo de la historia. A través de las palabras y experiencias, han logrado manifestar la desesperación, la soledad, la angustia y la búsqueda de una salida a un dolor insoportable, que no se puede describir en su magnitud.
El suicidio es un acto complejo y doloroso que va más allá de la persona que lo lleva a cabo. Sus repercusiones se extienden a un amplio círculo de personas, dejando una huella profunda y duradera por toda la vida.
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