Domingo, marzo 23, 2025

Se cierra la brecha de la desigualdad

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La concentración del ingreso en favor de los dueños de los medios de producción (capital constante) y en perjuicio de los trabajadores, que sólo disponen de su fuerza de trabajo (capital variable), que venden a los capitalistas por un salario y, así sobrevivir, es uno de los rasgos indelebles del modo de producción capitalista.    

Por supuesto, el proceso social de producción implica la relación entre ambas clases, pero el capital constante únicamente transmite a las mercancías todo su valor (las materias primas) o una parte de él (maquinaria y equipo), es decir, no producen valor transmiten sólo el que ya adquirieron en su proceso de producción; en cambio, el capital variable no sólo produce su propio valor, que adquiere la forma de salario, sino que además produce un plusvalor del que se apropian los capitalistas por el hecho de ser los dueños del capital constante y de la fuerza de trabajo que compró para aplicarla en la jornada laboral pagando el salario de los trabajadores. 

Esta relación entre capitalistas y trabajadores, es una relación siempre conflictiva, que es la historia del capitalismo. El conflicto se establece porque los trabajadores demandan una mayor proporción del valor (aumento salarial), que ellos han producido, mientras los capitalistas reducen, tanto como lo permita la resistencia de los trabajadores, salarios y derechos laborales. Pero siempre son los patrones los que se apropian de la mayor parte del valor producido por los trabajadores: así, unos se empobrecen y otros se enriquecen.   

En síntesis: en una economía capitalista el ingreso lo concentran los propietarios de los medios de producción al apropiarse de la mayor parte del valor producido por los trabajadores. Esta contradicción, solamente puede resolverse en un modo de producción donde la propiedad de los medios de producción sea social; no obstante, algunas experiencias en diferentes países capitalistas muestran la presencia de políticas distributivas que en el capitalismo pueden permitir mitigar, que no eliminar, la desigualdad en la distribución de la riqueza y el ingreso. La posibilidad de esas políticas exige en principio un entorno democrático y un gobierno elegido por la población y cercano a ella, pues sólo así será posible llevar a cabo, por ejemplo, una reforma fiscal que permita obtener mayores recursos al gobierno para impulsar la mejora y ampliación de la infraestructura social, crear sistemas universales de salud y educación; sobre todo, es indispensable impulsar el empleo bien remunerado y con derechos laborales, elevar el salario real y todo aquello que contribuya a mejorar el bienestar social. 

México es un país capitalista, donde las tendencias a la concentración de la riqueza y el ingreso se han manifestado a lo largo del régimen posrevolucionario y, con más fuerza, en la oscura noche neoliberal, por eso no extraña, aunque si irrita, saber que el 10 por ciento de la población más rica del país concentra un ingreso equivalente al que en conjunto percibe 60 por ciento de la población de México y que, entre 1991 a 2022, la riqueza de los cuatro empresarios más ricos del país (Carlos Slim, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego y Alberto Bailleres), se incrementó 2,260 por ciento (Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), 2022). INEGI, 2023).

Pero como se asentó líneas arriba, la posibilidad de mitigar esa desigualdad requiere, como entorno, un gobierno democrático, con voluntad política para llevar adelante los cambios requeridos para impulsar políticas de bienestar. 

Actualmente, en México existen esas condiciones y la política social del gobierno de la Cuarta Transformación ha tenido éxito. Según datos proporcionados por la ENIGH, 2022, la décima parte de los hogares más ricos del país, obtuvo en 2022 un ingreso que multiplicó por 15 al de la décima parte de los hogares más pobres, disparidad menor a la registrada en 2018, cuando el ingreso de los hogares más ricos multiplicaba por 18 la de los más pobres, o el de 2016, cuando la relación fue de 21. Aún más, entre 2018 y 2022 el ingreso de los hogares con menos percepciones, aumentó 20 por ciento, mientras los ingresos de los hogares más ricos se contrajeron 2.2 por ciento.

Ciertamente, estos resultados son insuficientes, pero se ha iniciado una política que habrá de profundizarse pues ha mostrado ya su capacidad para mejorar el ingreso corriente de los hogares más pobres. Hay que continuar cerrando la brecha de la desigualdad, que ha iniciado el gobierno de AMLO y deberá continuar el siguiente gobierno.     

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