Entre los olores y sabores del campo que han sido traducidos, por siglos, en platillos nutritivos; entre las danzas autóctonas que levantan el polvo del cerro Acahualtepetzi; entre los tejidos tradicionales, las cestas de palma, las flores y hierbas medicinales; entre la palabra florida y el canto en lengua náhuatl; así como en el intercambio entre las familias de los novios y la voz de los señores que dictan el papel de cada uno de los contrayentes de la boda de la Xochiptzahuac, que se da bajo un ritual de costumbres añejas y de tono religioso.
Así, bajo un sol quemante, cientos celebraron la Xochipitzahuac, la fiesta de los pueblos indios en San Bernardino Tlaxcalancingo, que este 2024 cumplió 20 años de realizarse de manera independiente, continua y en comunidad.
Desde temprana hora la cancha de basquetbol fue ocupada por artesanos que mostraron su maestría técnica en torno al bordado, la joyería, la cestería y la cerámica tradicional, entre otros quehaceres. A un costado, las cocineras prendieron sus comales, comenzaron a amasar la masa blanca, roja y azul, trajeron sus cazuelas llenas de platillos tradicionales y montaron platos para mostrar los guisos que mezclaron chapulines, quelites, nopales, papas y alberjones, en pipianes, moles, caldos y sopas.
Mientras, proyectadas en una pantalla, fueron desfilando una a una las imágenes que describen un poco la vida de este pueblo originario: la siembra, la construcción, la escuela, los niños y niñas, los ancianos, la costumbre y la manera en que han defendido este territorio en diversas ocasiones: de las invasiones, la expropiación, la mala planeación y la venta de su tierra.
Arriba del cerrito, paralelamente, ocurrían las danzas indígenas en las que los ejecutantes, ataviados en el imaginario mexica, ofrecieron sus pasos, el sonido del teponaztli y las caracolas a la Tierra, la dadora de vida. Atrás del Acahualtepetzi, la palabra ocupó el espacio: lo mismo con poesía que con parte de la historia de Tlaxcalancingo a través del cronista Raúl Chiquito Chiquito quien indagó en las actas de Cabildo, con la temporalidad de un siglo, para ver los cambios y las correspondencias de su pueblo con la vida nacional.
Tras la espera llegó el rito central: la danza de la Xochipitzahuac, un baile que deja ver el sincretismo religioso del rito nupcial celebrado en esta comunidad, el cual aún conserva rasgos descritos en el Códice Mendocino.
Para los vecinos de San Bernardino Tlaxcalancingo, la Xochipitzahuac ha sido un ejemplo de la vida de una comunidad que mantiene su estructura social y trabaja bajo la idea de la asamblea, misma que se aparta de la vida de las urbes, en donde gana el individualismo, el consumo y el capital. Además, ha sido un acto de resistencia, una barrera cultural que ha tenido su sustento en la gente que participa y se mueve en defensa de su identidad cultural.
La fiesta nació precisamente como un acto político en defensa de las tierras que les fueron expropiadas para construir lo que sería la “reserva” Atlixcáyotl, hoy convertida en una de las zonas de mayor plusvalía en el estado.