No importó que la muerte la visitara pronto.
Once meses después cumpliría cincuenta años.
Ni que en existencia, y ausencia, muchos porfiaran su diversificada y fructífera creación.
El hecho es que Rosario Castellanos (1925-1974) es ahora una “figura total” en la literatura mexicana.
Una Rosario imperecedera.
La mujer burladora de las muchas adversidades y que desborda su presencia en un nuevo libro en circulación, la mejor de las oportunidades para regresar a ella y su obra.
Una reunión de las misivas que la autora de El eterno femenino intercambiara con el ensayista, traductor y diplomático Raúl Ortiz y Ortiz (1931-2016), a lo largo de casi una década, afincados los dos en diferentes sitios.
Cartas encontradas, se llama, y es un doble acierto y regocijo lector al mostrarnos la riqueza escritural de los firmantes (bien sabemos que el epistolar es otro más de los géneros de toda literatura) y develarnos temas, ambientes, personajes y detalles de un tiempo no muy lejano.
Ciclo que va de 1966 a 1974, detenido abruptamente por la muerte fortuita de la escritora, feminista, académica, promotora cultural y diplomática…, por lo general individualizada en los apartados de los primeros indigenismo y feminismo de la segunda mitad del siglo veinte.
“Pese a los diversos tipos de adversidad que tuvo que superar la carrera literaria de nuestra escritora”, escribe Ortiz y Ortiz, “su obra es objeto de cuantiosas tesis en México y en el extranjero”.
“La cantidad de alumnos que se dedican a estudiar a Rosario Castellanos es sorprendentemente superior a la de los que se dedican a otros escritores modernos de nuestro país. En suma, la figura total de esta escritora que abordó todos los géneros ha sido fuente de inspiración en cuantas escuelas, centros de atención a la infancia y obras sociales llevan su nombre”.
Quién mejor que el propio Ortiz y Ortiz, célebre por su traducción de esa grandiosa novela que es Bajo el volcán, del inglés Malcom Lowry, para diseccionar la obra de Castellanos, quien desde “el profundo cariño” asienta en su prólogo a Cartas encontradas, pergeñado unas semanas antes de su deceso, tal vez el quid de la reivindicación a la escritora (autora de Balún Canán, Oficio de tinieblas y más).
Y que al afirmársele como la “feminista por antonomasia o la escritora indígena”, se muestra a un tiempo “una mezquindad que le impide reconocer los alcances que ella obtuvo o bien sufre de un espíritu crítico asaz limitado”.
Rosario, así la llama el prologuista-amigo, “tuvo que cubrir la alcabala con que se obtiene independencia. Porque ella nunca se alió con los cotarrillos literarios ni con los movimientos pseudoartísticos que se formaban para obtener trincheras de fuerza”.
Prueba de amistad
En corolario de dicha apreciación, el lector de estas cartas (edición de Alfonso D´Aquino, colofón de Hernán Lara Zavala e iconografía) descubrirá una voz sincera y sin miramientos, nacida del reconocimiento del yo en un entorno nunca exento de adversidades, incluidas las más reservadas y existenciales.
Voz, voces, que sólo se escuchan en las relaciones de la verdadera amistad.
(Mi querido maestro…, mi querido Raúl, mi querido licenciado…, mi muy querido Raúl…, hola, corazón…, como siempre buen samaritano, paño de lágrimas y otros poemas breves, niño Raúl…, le remite ella. Mi querida Chayo…, Chayo muy querida…, mi querida y a cada momento recordada Rosario…, madame muy querida…, mi querida madame…, mi añorada madame…, incomparable amiga de éste y todos los mundos…, le corresponde él.).
Muchos nombres “salen a relucir” en estas cartas, “¡qué bárbara eres!, no dejaste títere con cabeza”, se desprenderá de su lectura atenta, es verdad. Pero permanecen, junto a ellos, las emociones de sus autores, interlocutores centrales de la literatura mexicana contemporánea.
Un Raúl Ortiz y Ortiz “enloquecido con Galdós” y una Rosario Castellanos en plenitud que el 9 de abril de 1971 confiesa:
“Hoy hace exactamente dos semanas que salí de México y no he tenido un momento, hasta ahora, para tomar mi débil pluma y enviarle una hermosa carta llena de noticias, de saludos, de recuerdos y para comunicarle que su amiga, el hijo de su amiga y la nana del hijo de su amiga son los seres más felices de la creación”.
Cartas encontradas (1966-1974), FCE, México, 2023, 284 pp.
@mauflores