La Catrina, personaje creado por el grabador José Guadalupe Posada (2 de febrero de 1852-20 de enero de 1913), ha sido objeto de varias historias falsas, la primera de ellas ligada a su nombre, pues su autor nunca la nombró así pues como artista no acostumbraba poner título a sus obras.
El número 177 de la revista Relatos e historias de México da cuenta de las historias falsas que se leen de este célebre personaje. Lo hace, con una atractiva portada dedicada a la Catrina de José Guadalupe Posada, intervenida con color en las flores de su característico sombrero.
De la autoría del historiador Agustín Sánchez González, el artículo hace referencia a “uno de los dibujos más hermosos del arte mexicano: un elegante busto de calavera que porta un sombrero adornado con flores”.
De paso, señala que fue “estampado por primera vez en la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, en octubre de 1913”, siendo “una publicación póstuma de su autor, quien falleció el 20 de enero de ese año sin imaginar que más tarde, la llamada Catrina se convertiría en un símbolo cultural de México y sería reconocida mundialmente”.
El especialista en historia de la caricatura mexicana ha documentado que son miles las historias falsas que se leen en las redes sociales acerca de la Catrina.
Entre estas, se dice que José Guadalupe Posada fue empleado de Antonio Vanegas Arroyo, lo cual no es cierto, pues “Posada trabajó para él como lo hizo para media docena de impresores”, como apunta Sánchez González.
El investigador indica que Vanegas Arroyo fue un editor comercial que sacaba miles de estampas de ese tipo y muchas más al año; por lo que las calaveras y demás obras de José Guadalupe Posada se imprimieron y reimprimieron según las necesidades del editor, “quien pagaba el cliché a su autor y lo utilizaba cuantas veces fuera necesario y con un sinfín de títulos”.
Sánchez González anota que José Guadalupe Posada nunca puso nombre a sus obras, sino que era el editor quien las bautizaba de acuerdo con las necesidades del texto que anexaba en el volante. Así, apunta, a la imagen que se conoce popularmente como Catrina nadie la conocía con ese nombre.
Incluso hay reimpresiones que Sánchez González identifica de acuerdo con el título de los impresos: la primera, Remate de calaveras alegres y sandungueras, de 1913; Calavera fifí, de 1918; El panteón de las pelonas, de 1924, y dos más sin fecha, Calaveras de las cucarachas y Han salido por fin las calaveras, aparecidas en hojas volantes.
De paso, el historiador anota que la Catrina fue dibujada y concebida en una pequeña vivienda de la avenida La Paz número 6, hoy Jesús Carranza, en el barrio Tepito.
“Sin nombre, era la obra de arte más acabada del genial artista. En todas las reimpresiones se modificó el texto y el diseño, pero el dibujo era el mismo. Las calaveras del montón resultaron un montón de títulos para unas cuantas calaveras”
señala Sánchez González en su artículo publicado en dicha publicación editada por la editorial Raíces.
El investigador refiere además que en 1930 se publicó Monografía. Las obras de José Guadalupe Posada. Grabador mexicano, con una introducción de Diego Rivera.
Dice que en esta primera compilación de su obra aparecen los dibujos descontextualizados de sus impresiones originales y en la parte superior de la página 160 aparece aquella imagen con el nombre que le daría fama: Calavera catrina.
Destaca que José Guadalupe Posada es considerado uno de los grabadores mexicanos más importantes de los siglos XIX y XX, pues es quizá quien mejor representa el valor y la profundidad de la tradición mexicana del grabado, la cual tiene hoy gran vitalidad.
El grabador, ilustrador y dibujante oriundo de Aguascalientes es concebido además como uno de los precursores del movimiento plástico nacionalista que encabezaron José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros.
Al mismo tiempo, representa un vigoroso antecedente del movimiento de la gráfica mexicana que involucra a muchos artistas vinculados con la lucha política, al dar voz a las causas sociales más importantes.
Especialistas han identificado que la obra de José Guadalupe Posada abarcó un sinnúmero de personajes y fenómenos de México, como imágenes religiosas, sucesos extraordinarios y sucesos políticos y sociales, como el inicio de la Revolución Mexicana y la vida cotidiana de los habitantes de la Ciudad de México.
De paso, han señalado que en la obra de José Guadalupe Posada se ve a un artista popular con enorme compromiso político.
Ejemplo de ello es la propia Catrina, en la que se encuentra una sátira, una crítica muy fuerte, pues por medio de este personaje, el grabador nos permite comprender la imbricación entre el arte popular y las llamadas artes elevadas.
Incluso, Octavio Paz consideró que la Catrina es ejemplo de la universalidad de José Guadalupe Posada, pues la obra no es únicamente una estampa satírica de las señoras elegantes de su tiempo, sino que:
“es una imagen poética, un emblema en el que el lujo se alía a la muerte: plumas, sedas y huesos. Es la moda, pero vista desde la perspectiva de un Leopardi: la moda hermana de la muerte”.
Incluso, el poeta y diplomático mexicanos aseguraba que los temas de Posada son los de la vida diaria; su manera de tratarlos los rebasa, les da otra dimensión. Mejor dicho, los abría hacia otra dimensión.
“No son ilustraciones de éste o aquél hecho sucedido, sino de la condición humana”.
José Guadalupe Posada se inició en el grabado a los 16 años en el taller de Trinidad Pedroso, con quien aprendió los secretos de un oficio tan antiguo como complicado. La caricatura fue una decisión personal y natural, por lo que su jefe lo introdujo al mundo del periodismo y la prensa gráfica. En El Jicote, que data de 1871, aparecieron sus primeras obras en este sentido.
El grabador fue también maestro de litografía en la escuela preparatoria de León, Guanajuato, donde dio clases durante un lustro lo que no le impidió dedicarse a su gusto por los anuncios, comerciales y estampación de imágenes religiosas.
En 1888 por las inundaciones en León regresó a la Ciudad de México, donde recibió varias ofertas de trabajo. Creó cientos de grabados para los periódicos La Patria Ilustrada, Revista de México, El Ahuizote, Nuevo Siglo, Gil Blas, El hijo del Ahuizote y otras más. Creció su prestigio como artista, su poder adquisitivo y su deseo de experimentación, al utilizar planchas de zinc, plomo o acero en sus grabados.
En 1933, dos décadas después de su muerte, quien lo redescubrió fue Jean Charlot, quien editó sus planchas y reveló la influencia de Posada sobre artistas de las posteriores generaciones, pues forma parte de la historia del arte mexicano del siglo XIX y del XX, y su influencia continúa con las generaciones de este siglo XXI.
También puedes leer: Ofrendas nuevas de Tochimilco y mole de caderas de Tehuacán son patrimonios intangibles de Puebla