La conmemoración de más de 500 años de Resistencia Indígena el próximo 12 de octubre, no es, desde la mirada acusatoria, sino el reconocimiento de la historia y la violencia perpetrada que se ha mantenido desde la colonialidad del ser, del poder y del saber.
La Resistencia Indígena desde la sanación, la reconciliación y la esperanza, es optimista y no resulta necesario aclarar que Cristóbal Colón no descubrió América y, además, el reconocimiento de cómo las formas de opresión impuestas desde la colonia y con la implantación del capitalismo han dejado a múltiples comunidades en condiciones de vulnerabilidad, desventaja y riesgo.
Es la invitación a aprender y reconocer a los pueblos originarios que habitaban o habitan el territorio en que nos encontramos actualmente. Reconocer su sabiduría, sus luchas, sus demandas y la forma en que históricamente han sido cuidadoras y cuidadores de la Madre Tierra, cuyas cosmovisiones invitan a formas de bienestar desde la colectividad, y de forma sustentable, sostenible y restaurativa con la naturaleza.
Es la invitación a reflexionar la forma en que cada una de las personas nos conectamos con el territorio en que tenemos el privilegio de vivir con las comunidades con quienes compartimos ese espacio. Reconocer que somos las personas quienes construimos la historia, y como protagonistas de la misma tenemos la gran responsabilidad y potencialidad de construir una mejor historia para todas las comunidades, los territorios y las personas que los habitamos. Se trata de una invitación a desmontar los discursos hegemónicos centrados en la violencia, la explotación y los despojos en la lógica de la acumulación de capital, desde donde impera un individualismo que fragmenta comunidades, familias y a la persona misma, para recuperar prácticas por el buen vivir y el bien vivir.
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Aprender de los pueblos originarios la reciprocidad, el tequio, la mano vuelta, el trueque, y otros mecanismos que históricamente han utilizado como formas de subsistencia, pero que son en realidad desde una ética por el bien común, por la socialización de la riqueza, desde el equilibrio entre los deseos y necesidades personales y colectivas.
La Resistencia Indígena, nos recuerda el fracaso del modelo económico imperante. Nos convoca a plantearnos otras formas de hacer vida y economía, desde una mirada solidaria, equitativa y por la dignidad de las personas. Es la invitación a desmontar las prácticas de opresión, para replantearnos la vida cotidiana, y transformar las relaciones de producción desde el bien común, la cooperación, la emancipación colectiva y concatenada, la toma de acciones conscientes y responsables en los procesos productivos, de consumo y de socialización basada en la justicia social y ambiental. Es una propuesta enmarcada en las cosmovisiones diversas de los pueblos originarios que parten de la diversidad, desde marcos de respeto, escucha y diálogos polifónicos. Recuperando la sabiduría ancestral y desmontando aquello que se ha infiltrado en todas las regiones del mundo desde el capitalismo heteropatriarcal, Es el llamado a la acción creativa por el bien común.
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