Lunes, abril 28, 2025

Resistencia contra los cerdos

Allá por 1761, en el pequeño poblado de Kisteil, cerca de Yaxcabá en Yucatán, Jacinto Uc de los Santos Chichan Moctezuma Kanek se rebeló contra el dominio colonial. Su rebelión, pese a su corta duración, estuvo plagada de elementos simbólicos que la hicieron permanecer en el recuerdo de los mayas yucatecos, en un continuum cultural sumamente interesante, tanto, que representa hoy símbolo de resistencia para comunidades de Yucatán -incluido el renovado Kisteil- y Campeche. Uno de esos elementos simbólicos fue el sacrificio de los cerdos en Kisteil y pueblos aledaños a la rebelión, con el fin de debilitar a los soldados de la Corona que habrían de llegar de un momento a otro. Según vemos en este documento que se encuentra en el Archivo General de Indias -el legajo 3050 del ramo de Audiencia de México, que recoge los autos seguidos al rebelde maya-, según declaraciones de Pedro Ku y Pascual Yupit, ambos testigos de la rebelión

“… el lunes diez y seis de noviembre, por la mañana andaba el teniente de Cisteil repartiendo órdenes verbales a todos los indios que matasen sus cochinos, porque éstos eran la comida de los españoles y que cada uno de los cochinos era una alma de dichos españoles y tanto cuantos habían de morir tantos morirían los españoles. Que esta orden era de un indio advenedizo de dicho pueblo que se llamaba Rey Jacinto Chan Kanek Montezuma”.

De acuerdo con la cosmovisión maya, todos tenemos una especie de animal compañero, un way, mismo que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. Por supuesto, es justo aclarar que este concepto es mucho más complejo y, en algunas de sus manifestaciones desde registros que existen en el Clásico maya, podría asemejarse al concepto de nahual en la zona del centro de México; sin embargo, en el caso que nos ocupa, se trataba de debilitar el alma de los soldados europeos dañando a su animal compañero.  Según afirma Robert Patch, en un artículo publicado en 2003 en la revista Desacatos sobre la rebelión de Kanek, exhibiendo un desconcierto más acorde con su visión “capitalista y económica” de la vida, no “todas las actividades de los mayas en ese momento permiten un análisis fácil. Sin lugar a dudas sorprendió a los españoles el consentimiento de los indios a la orden de matar a sus cochinos, aún en pueblos lejanos a Cisteil, pues esto se reportó en Tekax, Nenelá, Tixméuac, Tiholop y Estancia Huntulchac, mientras que los de Pencuyut aparentemente enviaron un mensajero a Cisteil, para averiguar si era el tiempo correcto para matar a sus cerdos. También resulta sorprendente para el observador moderno, considerando la importancia de la porcicultura en la economía maya”. Quizá la clave se encuentra en lo que afirma Patch: “la importancia de la porcicultura en la economía maya”. ¿Maya en verdad? o, mejor dicho, de la economía de ciertos intereses en Yucatán desde la Colonia y hasta la actualidad, como veremos en párrafos siguientes.

El asunto es que, desde hace muchos años, numerosas comunidades mayas luchan en contra de granjas porcícolas que se han establecido en territorio yucateco. De acuerdo con el reporte “La carne que consume el planeta” elaborado por Greenpeace y publicado en 2020, “de las 257 granjas porcícolas con registro en alguna base de datos oficial en la Península de Yucatán, 122 (47%) están establecidas en regiones consideradas sitios de atención prioritaria para la conservación de la biodiversidad. Veinte granjas se ubican en sitios de conservación y 120 en sitios de restauración, 65% de ellas están en lugares de prioridad extrema. Al menos 43 se ubican en cuatro Áreas Naturales Protegidas (ANPs) y una en un sitio RAMSAR, que se refiere a humedales de importancia internacional. Un total de 22 de las 257 granjas porcícolas que hay en la Península operan con  Manifestación de Impacto Ambiental, de acuerdo con los resultados de la investigación. Esto quiere decir que recibieron permisos por parte de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales para operar”. Es el caso de la que se encuentra cerca de Homún cuya operación fue frenada a finales de 2018 por 6 niños y sus madres que interpusieron un amparo en contra de la compañía Kekén -cerdo en maya yucateco- junto con la ONG Indignación; además, se ha sumado el pueblo entero y la organización Ka’anan Ts’onot (defensores de los cenotes), quien a su vez desarrolló un documental que lleva el mismo nombre de la organización y que denuncia los problemas que genera esta industria en la región. Tal como lo menciona Mario Humberto Ruz en un texto llamado “Del Katún al siglo, tiempos de colonialismo y resistencia entre los mayas” (1992)

“Los mayas, a diferencia de otros grupos mesoamericanos, no identificaron a los invasores con los representantes de algún antiguo dios; lo concibieron como seres humanos y les ofrecieron colaboración o les opusieron denodada resistencia. Carente de fundamento se revela la apreciación de quienes pretenden negar a este grupo la capacidad de reconocer en el europeo a un semejante, encararlo y en múltiples aspectos ganar la batalla, si partimos del supuesto de que los mecanismos de etnorresistencia tienen como objetivo primario permitir a un pueblo su permanencia como tal, diferenciado de otros y evolucionando dentro de su propia etnicidad”.

Esto, llevado al presente, es la capacidad que tienen los mayas, en especial estos de la península de Yucatán, de adaptar su lucha a los lenguajes y prácticas que el momento les imponga, no sólo en un sentido legal, sino también en uno de rebelión abierta. Lo que sea necesario para proteger su espacio, su agua, su patrimonio y su vida. Para darnos cuenta de lo que hablamos, recordemos la porquería que surgió del caso Granjas Carroll en Perote: corrupción, enfermedad, muerte y contaminación. Algo similar ocurre en Yucatán con las fuentes subterráneas de agua, incluyendo los cenotes.

Sin embargo, lo que sucede en Yucatán lleva aspectos más siniestros. Es lo que Atsiry Lopez- Fabila en su artículo “Agroextractivismo y racismo ambiental: La industria porcícola en el estado de Yucatán” publicado en la revista Geopauta de Brasil, afirma como “racismo ambiental” que se “…refiere a una forma de discriminación institucional que se materializa a través de políticas, prácticas, o directivas que afectan de manera diferente y de forma desaventajada a individuos, grupos o comunidades sobre la base de su identidad étnica o racial”. Se establecen este tipo de industrias en lugares que pueden ser “sacrificables” o “desechables” a favor del gran capital. Por tanto, no importa que se afecte la vida de estas personas o el entorno natural y cultural que habitan, que se contaminen los cenotes y otras fuentes fluviales subterráneas -que en su mayoría son territorios protegidos ya por las autoridades ecológicas-, lo que importa es que Yucatán y México exporten toneladas de productos porcinos a China, Corea y otros países. Según el portal del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, “Desde 2015, Yucatán ocupa el quinto lugar del país en la cría de ganado porcino. En 2020, la actividad pecuaria porcina produjo 1,819,970 cabezas y presentó un ingreso de 7 241.4 millones de pesos¹. Yucatán provee 9 % de la producción nacional. Los números indican que la producción local va en aumento, ya que esta industria crece a 4.5 % anual, un porcentaje incluso mayor que el de Sonora y Jalisco (2.6 y 1.7 %, respectivamente), principales productores de carne de cerdo en México (OCDE, 2019)”. Y es un negocio ascendente sin duda. Para obtener permisos de operación, claro está, se ha argumentado que se incrementan las fuentes de empleo; sin embargo, cuando se revisan los números, su cantidad es ínfima en relación con el daño que producen en todos los sentidos.

Recientemente, nuestro presidente se manifestó a favor del cuidado del agua de los cenotes de Yucatán y aseguró que con el traslado de la Secretaría de Medio Ambiente  y Recursos Naturales a ese estado en 2022, eso se garantizaría. ¿Pero esto debiera ser así? ¿Deben acudir los mayas de la región a que los juzgados los atiendan porque las autoridades son corruptas y omisas? ¿Por qué no actúa de inmediato la Secretaría? ¿La 4T y el gobierno de Yucatán se encuentran al servicio de las empresas porcícolas? ¿Debe seguir ganando nuestro mundo colonizado con sus colonizadores/ empresarios/ blancos y sus cerdos? Como dice uno de los mayas entrevistados en el documental de Ka’anan Ts’onot: “van a venir enfermedades a nuestro pueblo, y yo no quisiera que dentro de unos 30 años, mi nieto que tiene ahora 5, tenga cáncer. Y eso, pues no tiene precio, ¿no?” Se sigue permitiendo que se establezcan espacios para el capital donde “la vida queda subsumida a la muerte”, según afirma López- Fabila, una línea divisoria entre “quién importa y quién no; quién es desechable y quién no”. De hecho, no vemos que se establezcan estas granjas en los numerosos espacios residenciales de alto nivel que proliferan por todo el país -también en la zona maya, qué duda cabe-, sino en el centro de las comunidades. No nos soprenda que de pronto lleguen nuevos liderazgos que, cansados de los abusos ancestrales, nuevamente decidan levantarse y sacrificar a los cerdos para debilitar a los blancos en ese Yucatán colonial y en este México, que pese a los años, pese a la democracia y pese a las transformaciones -incluida esta cuarta- sigue siendo colonial. Hay que decirlo, la causa de estos mayas no tiene partido político ni depende de una conspiración contra los buenos oficios del gobierno en turno. Es justa y real. Recordemos las acciones de un grupo aguerrido de mayas campechanos que en 2012, furiosos por la colocación de un busto a Juan Camilo Mouriño en el Paseo de los “Héroes” de Campeche, en el Barrio de San Román, lugar de nacimiento de Jacinto Kanek, tiraron el busto y colocaron en su lugar una cabeza de cerdo… más claro no puede ser el reclamo. No importa lo rica que sea la cochinita o los frijoles con puerco; no importa que a Patch le haya parecido un despropósito el sacrificio de los cerdos pese a su importancia económica, que como hemos dicho, era para los hacendados, no para las comunidades mayas. Importa la gente y el entorno, no sólo medio ambiental sino cultural. No nos hagamos, prácticamente ninguna industria está pensada a favor de los seres humanos, no al menos en la actualidad, a menos que sean vistos como consumidores. Y ésta, menos que ninguna otra; es, por el contrario, una industria muy “cerda”, con perdón de los pobres puerquitos.

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